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Se van sucediendo las hornadas de veinteañeros de ambos sexos y me da la sensación de que no hubo ni hay nadie en la enseñanza estatal, en la privada o en la religiosa, que se tomen la molestia de informarles con datos fidedignos, de lo que ocurrió en España durante los años 1931-1939, como contrapunto de la verdad sobre el malicioso sonido de la mentira oficial, cada día más fuertemente instalada en España. 

No existe ningún libro de texto en activo que de explicación -ni siquiera de forma breve- sobre lo que estuvo pasando en España alrededor de la irregular proclamación de la II República. 

Tampoco existe un libro de texto en activo que explique lo que sucedió en la retaguardia de las ciudades y pueblos que quedaron en la autodenominada «zona roja». Como tampoco existe un libro de texto en activo que recoja con fidelidad los «por qué», por los que se llegó a tan rudo enfrentamiento entre españoles. Y, aunque los hubiera, no parece que haya docentes honrados y decentes que se sientan interesados en explicar a sus discípulos -colegiales o universitarios-, cual fue el detonante que llevó al enfrentamiento entre españoles. 

Nadie, desde la enseñanza, aún estando en desacuerdo, se expone a enfrentarse a lo que en esa materia se ha venido usando en las aulas de colegios y universidades, con la aquiescencia de los distintos gobiernos habidos en este traumático periplo democrático, tan opaco, tan inmoral, tan repulsivo y tan  anti patriótico, en el que a los políticos, con escasas excepciones -que alguien me las señale- se les ve que están más por intereses ideológicos y por sus propios intereses económicos, que por los legítimos de las personas a quienes se comprometieron a gobernar: 

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Juráis o prometéis por vuestra conciencia y honor cumplir fielmente con las obligaciones del cargo…» Esa es la fórmula de acatamiento a la Constitución que se les exige a los altos cargos del gobierno de este país que, como es notorio, muy pocos cumplen. Y, ese viejo cromo propagandístico que veis abajo, nos muestra cómo son cuando «llegan» nuestros políticos, y como han cambiado cuando salen).

Lo que me ha llevado a esta reflexión ha sido lo que el nieto de un  divisionario amigo mío, ya fallecido, me dijo de su abuelo, y del total de los voluntarios de la División Azul: mi abuelo y todos los demás de la División Azul, fueron unos «chalaos» que marcharon a guerrear con el nazi Hitler.

 

Pero es que no solo es la opinión de ese joven, más aficionado a matar alienígenas en la pantalla de su «iPhone» que en tomar un libro en sus manos y tratar de analizar aquello que le llega al cerebro a través de sus ojos. Lo malo es que esa deformada opinión ha hecho nido en el cerebro de la casi totalidad de la juventud, buena, o no tanto, española, por la falta de una veraz información.

Ese vacío informativo deja paso a la mentira interesada de las Izquierdas españolas, para ensuciar la generosa entrega de aquellos voluntarios, mezclándoles con el nazismo: «se fueron a luchar con Hitler».

Eso es una fotografía falsa. Eso es una secuencia cinematográfica a la que se le ha quitado el sonido, y se le sustituye por uno a conveniencia. La toma es real, su encuadramiento e indumentaria no ofrecen la menor duda. Lo que les diferencia de manera absoluta del resto de los soldados del Tercer Reich, es que los divisionarios españoles se ofrecieron voluntarios para seguirle pegando al Comunismo; todos ellos quisieron reengancharse en la tarea de seguirle sacudiendo al monstruo en su propio terreno.

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Hay que crear «cátedra» y, por los pocos medios informativos que resisten en una situación de casi clandestinidad, dejar claro que la División Azul no luchó a favor de Hitler, sino en contra del criminal Stalin, que tanto horror había causado en nuestra patria, sin distinción de clases o ideales políticos (de lo que hay documentos que lo atestiguan)

Autor

Eloy R. Mirayo
Mi currículum es corto e intranscendente. El académico empezó a mis 7 años y terminó a mis 11 años y 4 meses.
El político empezó en Fuerza Nueva: subjefe de los distritos de C. Lineal-San Blas; siguió en Falange Española y terminó en  las extintas Juntas Españolas, donde llegué a ser presidente de Madrid.