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Francisca Espejo Martos tenía 63 años cuando estalló la Guerra Civil. A los 20 años tomó el hábito trinitario y fue encargada del torno en el convento que esta orden religiosa tenía en la localidad jienense de Martos. El 21 de julio de 1936 el convento fue asaltado por un grupo de milicianos locales. Alguno de ellos había sido criado gracias a las ayudas que la hermana Francisca Espejo daba a quienes acudían a pedir ayuda al torno del que se ocupaba.

 

Sor Encarnación -nombre de profesa de Francisca Espejo- escapó junto a su tía, Sor Rosario, que era la priora del convento. Se alojaron en casa de un familiar donde permanecieron hasta el 11 de enero de 1937. Ese día fueron detenidas la abadesa de las clarisas, sor María Isabel Aranda; la superiora de las Hijas de la Divina pastora, Victoria Valverde González; y sor Franciasca Espejo y su tía.

 

Documentos correspondientes a Causa General del A.H.N.

 

Tras la detención fueron llevadas al Ayuntamiento de Martos, pero por el camino, la tía de Franciasca, que tenía ochenta años, fue liberada al recibir los milicianos la recriminación de varias mujeres del pueblo que les acusaban de intentar ganar la guerra deteniendo a ancianas inofensivas.

A la una de la madrugada del día 13 de enero las superioras de las clarisas y de las Hijas de la Divina Pastora, junto a Francisca Espejo fueron sacadas de la celda que ocupaban y, en compañía de 47 varones también detenidos, fueron llevados a un pequeño pueblo cercano llamado Casillas de Martos.

Allí fueron fusilados los 47 hombres que habían hecho el camino de 16 kilómetros junto a las tres religiosas. Ellas fueron obligadas a ver como se sucedían las tandas de asesinatos mientras se insultaba a las víctimas y a las tres monjas.

 

Al filo de las cuatro de la madrugada, cuando terminaron los asesinatos, las tres monjas fueron conminadas a blasfemar y apostatar de su fe. Todas se negaron. Entonces fueron apartadas unos metros del cementerio y conducidas junto a un pequeño terraplén donde les arrancaron la ropa.

 

Los milicianos intentaron violarlas, pero ante la resistencia de las tres monjas, todas ellas con más de cincuenta años, sus asesinos las mataron allí mismo. Francisca Espejo fue asesinada a culatazos de fusil y su cuerpo fue mutilado. Así lo encontraron quienes fueron a desenterrar los cuerpos tras la Guerra Civil.

El cuerpo de la beata Francisca Espejo tenía el cráneo hundido con los huesos de la cabeza fracturados, una pierna se encontraba totalmente descoyuntada y girada hacia la parte trasera del cuerpo. La religiosa enviada para reconocer el cuerpo lo describió de la siguiente manera: “Era horrible,… no había otro cuerpo tan maltrecho, tan destrozado. Reconocí sus manos artríticas, la deformación de sus pies, debido al reuma que padecía”. El cuerpo de la religiosa no presentaba ni un solo disparo. Había sido asesinada a culatazos.

Autor

REDACCIÓN