24/11/2024 20:17
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Por consejo de algunos amigos y algunos familiares, e incluso por prescripción de mis médicos (el cardiólogo, el neumólogo, el estomatólogo, el endocrino, el dermatólogo, el alergólogo, el internista, el radiólogo, el analista, el rehabilitador y el de mi ambulatorio), he tenido que dejar, al menos de momento, dos cosas: el tabaco (con una EPOC ya de años) y la política… Bueno, no la política en sí, puesto que yo no soy político, sino mi obsesión por la situación política que está viviendo España, mi Patria, mi Nación, mi País o lo que sea esto ya. Es verdad que. últimamente, o al menos desde la famosa «moción de censura» que les dio el Poder al moderno «Frente Popular», me paso el día entre periódicos (el «Córdoba·, «La Razón», «El Mundo», el  «ABC», el «País», «La Vanguardia» y «El Periódico»), radios («Onda Cero», la «COPE», la «SER», «RNE», 24 Horas), televisiones («Antena 3», «Telecinco», «La Sexta», «TVE) y periódicos digitales (todos)… lo que ha provocado que aumente escandalosamente mi «IgE» (de 100 a 3.000 alérgenos y esté al borde de un «choque  anafiláctico») y todo porque estoy convencido de que el actual «procés» lleva España y nos lleva a los españoles a una situación peor que la de 1936.

                   Así que hace unas semanas cerré las páginas de mi «Memoria Histórica» relacionadas y especializadas en las Repúblicas Españolas: la Primera de 1873-74 y la Segunda de 1931-1939, para no quemarme la sangre con los «disparates» cometidos en nombre de la libertad y la democracia y con los últimos «procés» catalanes (1931, 1934, 1936 y 2017) … y me he refugiado (por consejo de mi muy querida hijita, la profesora titular de Historia de la Universidad Central de Madrid) en la España del siglo XVII, concretamente, y por una curiosidad lejana, en el Reinado de Carlos II, el Hechizado.

                   Y ¡¡¡¡¡¡ oh !!!!!! sorpresa… porque con lo primero que me encuentro es con una guerra civil entre españoles (otra), por la herencia de la Corona al morir el Rey sin descendencia. Aunque a la Historia pasó como Guerra de Sucesión y duró desde 1701 a 1715… y fue civil porque las Castillas, Galicia, Asturias, Andalucía, lucharon en un bando y Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares, en el otro. ¡Qué curioso!: Madrid, capital de una España y Barcelona, de la otra España.

                 A un lado los partidarios del Duque de Anjou, el candidato propuesto y defendido por Luis XIV, el Rey de Francia, el más poderoso monarca de la Europa de su tiempo, y Jefe de la «Casa de Borbón», y al otro los que defendían al Archiduque de Austria, propuesto por el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Leopoldo I, entonces cabeza de la «Casa de los Habsburgo», y apoyado por Inglaterra y los Paises Bajos como aliados.

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                 Naturalmente ambos bandos sabían lo que estaba en juego, pues aunque el Reinado de Carlos II, el último monarca de la Casa de Austria, había sido un desastre todavía el Imperio Español (aquel de Carlos I y Felipe II donde no se ponía el sol) seguía siendo el más grande del mundo. Tanto que ya, incluso, se lo estaban repartiendo («Tratados de Partición» 1698). Para Austria el Milanesado, el Reino de Nápoles, Sicilia, Toscana y Venecia. Para Francia el Rosellón, Guipúzcoa y Cataluña… y para Inglaterra y los Paises Bajos las Indias.

                   Y el pobre Carlos, Rey de todas las Españas, agonizando sin saber qué hacer y a expensas de la Reina y los validos de turno. haciendo y deshaciendo testamentos, hasta decidir al final, «Por la Unidad del Imperio», que su heredero fuese el francés Duque de Anjou, que  reinaría como Felipe V. («Y en caso de faltar yo sin subcesion, ha de subceder el dicho duque de Anjou EN TODOS MIS REINOS Y SEÑORÏOS»). Fue el gran triunfo de Luis XIV y la llegada a España de los Borbones. El duque de Maura lo escribió bien claro: «La elección de Felipe de Anjou se debió a que el Gobierno español tuvo como prioridad principal la conservación de la Unidad de los territorios del Imperio». (Eso sí, Inglaterra se quedó con Gibraltar).

                        Dios, y los forenses certificando, como consta en la autopsia, que al morir «tenía un corazón del tamaño de una pimienta, los pulmones corroídos, los intestinos putrefactos y gangrenosos, en el riñón tres cálculos grandes, un solo testículo negro como el carbón y la cabeza llena de agua».

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                      Y aquí lo dejo por hoy, porque presiento que mi «IgE» se está disparando.

….Todos los días a partir de mañana, un capítulo sobre los Borbones

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.