24/11/2024 13:18
Getting your Trinity Audio player ready...

La pequeña población de Toloríu (Alt Urgell, Lérida) guardó hasta hace pocos años los restos de un curioso personaje. No por él en sí, sino por su origen. Decimos pequeña población pues viven 26 vecinos y el personaje en cuestión estuvo enterrado hasta poco antes de la guerra civil. La historia es la siguiente. De esta población son originarios los Guerau. Del primero que tenemos referencias es Guillem de Guerau, señor de Borguja. En el 1190 se casó con Joana de Queralt. El matrimonio tuvo varios hijos. De ellos Guillem, Martí y Bernat de Guerau i de Queralt ayudaron a Jaime I en la conquista de Valencia. Descendiente de estos fue Joan Pere de Guerau que, en 1336, estuvo al lado de Pere IV, el Ceremonioso, en la reconquista de Valencia. Una vez terminada el rey le regaló el castillo de Tahus (Seu d’Urgell). Descendiente de este es Joan de Guerau i Ribó -algunos lo escriben como Joan de Grau-. Este era barón de Toloríu y, como sus antepasados, tenía espíritu aventurero.

En la expedición organizada para ir hasta México se alistaron los primos Joan de Guerau, barón de Toloríu, y Pere de Guerau, barón de Bar. Junto con Hernán Cortés entraron en Tenochtitlan el 8 de noviembre de 1519. Los recibieron triunfalmente por Moctezuma en la calzada de Tlalpan. Éste creía que se trataba del dios Quetzalcóatl quien, según la leyenda, regresaría un día por el oriente. Moctezuma hospedó a Cortés en el Palacio de Axayácatl y pronto este capturó a Moctezuma, que no opuso resistencia. Mientras tanto, en Cuba, Diego Velázquez intentaba recuperar el control de las tropas, pues sospechaba que Cortés planeaba insubordinarse y como precaución envió una expedición comandada por Pánfilo de Narváez a Veracruz. Cuando Cortés se enteró de lo ocurrido se dirigió a Cempoala con algunos soldados para enfrentarlo, mientras tanto, dejó al mando de la guarnición a Pedro de Alvarado. Cerca de Zempoala, Cortés tuvo un violento enfrentamiento con Narváez, quien resultó herido. Cortés logró convencer a los soldados recién llegados de que se uniesen a él para fortalecer el ejército español. Entre los hombres de Narváez venía un negro que había contraído la viruela, enfermedad desconocida en Mesoamérica que se propagó rápidamente entre los indígenas y causó una enorme mortandad.

Mientras tanto, en la capital mexica, los habitantes preparaban una importante festividad a los dioses Tezcatlipoca y Huitzilopochtli. Pedro de Alvarado dio órdenes a sus soldados de atacar a los indígenas durante la fiesta. Aunque para muchos resultan poco comprensibles las razones de la orden de Alvarado, algunos la explican argumentando que pudo haber confundido los preparativos para la fiesta religiosa indígena pensando que tal vez eran movimientos para tenderles una trampa. Lo cierto es que durante ese ataque cientos de indígenas, incluyendo mujeres y niños, fueron asesinados por los españoles frente al Templo Mayor. La indignación que ese ataque generó entre los mexicas fue enorme. El pueblo se levantó en armas contra los españoles y los combatió con ímpetu.

Tras el regreso de Cortés, el pueblo estaba furioso por los excesos de Alvarado, y Cortés mandó llamar a Moctezuma para que calmara a la gente, pero el pueblo respondió apedreándole, heridas que le causaron la muerte poco después. Entonces Cuitláhuac fue electo tlatoani y de inmediato organizó al ejército para echar fuera a los españoles. El 30 de junio de 150, los mexicas tomaron por sorpresa a los españoles, que intentaban huir de Tenochtitlan y los derrotaron en uno de los puentes de la ciudad, causándoles severas bajas, y pérdidas importantes de objetos de oro que habían acumulado. A este episodio, ocurrido el 30 de junio de 1520, se le conoce como la noche triste, debido a que, según cuenta la leyenda, Cortés lloró al pie de un ahuehuete.

Los españoles de inmediato comenzaron a reforzar su tropas, con ayuda de los tlaxcaltecas y otros pueblos aliados. En mayo de 1521, comenzó el sitio de Tenochtitlan. Mientras tanto, Cuitlahuác murió de viruela en noviembre de 1520, y fue sucedido por Cuauhtémoc. El asedio se prolongó, los españoles con la ayuda de sus aliados indígenas poco a poco fueron tomando la ciudad, cortaron el agua y obligaron a los mexicas a replegarse hasta que, finalmente, el 13 de agosto de 1521, cayó Tenochtitlan. Según consta Moctezuma tenía una corte de mujeres legítimas y concubinas. Se cree que tuvo alrededor de 28 hijos. De estos Hernán Cortés trajo a España al príncipe Tohualicahualzin y las princesas Xipahuatzin y Telicuatzin. La expedición de Hernán Cortés regresó a España en el año 1528. Teniendo en cuenta la dificultad existente para pronunciar estos nombres, al ser bautizados, se los cambiaron por Pedro, María e Isabel.

LEER MÁS:  De cara a las elecciones de Febrero de 1936; este fue el “Manifiesto a los españoles” del Bloque Nacional de Calvo Sotelo. Por Julio Merino

A partir de este momento existen toda una serie de contradicciones. Se explica que Pedro de Moctezuma se quedó en la Corte de Castilla y que en 1531 le fue concedido el título nobiliario de conde de Moctezuma, además de una pensión vitalicia. Es posible que recibiera la pensión vitalicia y honores. Ahora bien, no este título nobiliario. Este fue concedido el 13 de noviembre de 1627 a Pedro Tesifón de Moctezuma y de la Cueva, que era bisnieto de Moctezuma. Es decir, Pedro de Moctezuma tuvo un hijo llamado Diego Luis de Moctezuma y se casó con Francisca de la Cueva y Bocanegra. Con lo cual ni el hijo ni el nieto de Moctezuma fueron nombrados condes, sino la tercera generación. Desde 1865 el condado pasó a ser ducado con grandeza de España. El actual titular de título nobiliario y descendiente del Emperador azteca es Juan José Marcilla de Teruel-Moctezuma y Jiménez.

Sobre la princesa Isabel de Moctezuma parece ser que se casó con Pere de Guerau, barón de Bar, y se trasladó a vivir a Cataluña, a la baronía que tenía este noble catalán. Bien poco es lo que sabemos de ellos. La princesa Isabel murió en 1550 y la rama familiar se extinguió en 1775.

Y llegamos a la princesa María de Moctezuma. Esta se casó con Joan de Guerau i Ribó, barón de Toloríu. Vivieron en una casa llamada Mas Vima. Algunas fuentes aseguran que María de Moctezuma murió soltera. Lo cierto es que el 5 de mayo de 1536 nació Joan Pere de Toloríu i de Moctezuma. Fue bautizado en la Iglesia de Sant Jaume de Toloríu el 17 de mayo de ese año. María de Moctezuma testamento el 7 de noviembre de 1536 según certifica el notario Manuel Pallás de Torrents. María murió en Toloríu el 10 de enero de 1537 y fue sepultada en la Iglesia de Sant Jaume bajo el altar mayor. Atendiendo a su origen fue enterrada con sus pertenencias. Allí colocaron una lápida que rezaba así: “Aquí yace la princesa María de Moctezuma Miaguachuchil hija del emperador Diego I Moctezuma de México, mujer del honorable Juan Grau, que Dios perdone e finó diez días andado de enero era mil e quinientos e treinta y siete”.

Con el paso de los años se tejió la leyenda que la princesa había sido enterrada con el tesoro que los aztecas trajeron a España. Esto se entremezcló con el hecho que, al parecer, María reclamó para ella y sus descendientes los derechos a la corona azteca. Durante 12 generaciones los Guerau-Moctezuma han reclamado sus privilegios como emperadores de México. El más disparatado de todos es el último llamado Guillermo de Guerau-Moctezuma i Rifé. Se hacía llamar Guillermo III. No sólo reclamaba sus derechos dinásticos sobre México, sino que, en 1968 consiguió que el Departamento de Justicia de los Estados Unidos lo considerara soberano en el exilio. Un documento que sirve de muy poco, pero que él se encargó de reivindicarlo para sus propósitos personales. Estaba afincado en Andorra y según explicaba a aquellos que le querían oír, tenía abiertas embajadas en Bel Air, Texas y París. Además era el Gran Maestre de la Orden de la Corona Azteca en Francia.

Debido a su origen concedió títulos y condecoraciones. Estas eran otorgadas previo paso por caja y no tenían ningún valor jurídico. Por ejemplo, al jurista y presidente del Tribunal Supremo José Castán Tobeñas le concedió la condecoración de Caballero del Gran Collar de la Soberana e Imperial Orden del Temple. Al repostero Ramón March la condecoración de Pastelero de Honor de la Corona Azteca. Y en 1988 a un tal Antonio Francisco de Calabria, que se presentaba como príncipe de Svevia y Soberano Gran Maestre de la Real Orden Dinástica de S. Gereone, lo nombró Jefe y Cabeza del pleclaro [sic] linaje de la Casa de Svevia. Al ser un impostor acabó con sus huesos en la cárcel. Los precios por conceder estos títulos nobiliarios eran, para ser nombrado conde se pagaban 200.000 pesetas; para ser nombrado marqués se pagaban 300.000 pesetas y para ser nombrado duque se pagaba alrededor de 1 millón de pesetas. El supuesto Guillermo III tenía una hermana que trabajaba en la notaría de José María Porcioles -que fue alcalde de Barcelona-. Esto sucedía a finales de los años cincuenta del siglo pasado. A pesar de acabar en la cárcel no acabaron aquí sus actos delictivos. En la década siguiente fue nombrado director gerente de la empresa Tyles Oil Products en Barcelona. Fue denunciado ante la justicia por apropiación indebida de dinero, el cual era ingresado en cuentas a nombre del emperador azteca. Finalmente hay que apuntar que también estafó a la Generalitat de Catalunya 4 millones de pesetas.

LEER MÁS:  El maletín verde

En 1934 un grupo de alemanes compraron el Mas Vima para localizar el tesoro oculto de los aztecas. No encontraron nada. Unos masoveros de la finca encontraron dos monedas de oro de los siglos XVI y XVII. Antes de estallar la guerra civil, en 1936, la tumba de María de Moctezuma fue saqueada y destruida. Los vándalos tampoco localizaron el tesoro azteca. Guillermo III mando colocar una placa en la Iglesia de Sant Jaume de Toloríu, que aún puede verse, que reza así: “Le chapitre des chevaliers de l’Ordre de la couronne aztèque de France a la mémoire de S.A.I. Princesse Xipaguazin Moctezuma épouse du noble Juan de Grau Baron de Toloriu décédée en l’an 1537. Chevalier L. Vilar Pradal de Mir. 1963”. El nombre que aparece al final es uno de los muchos heterónomos que utilizó Guillermo III a lo largo de su vida. Toda la vida de este personaje fue una falsedad constante.

La historia Guillermo de Guerau-Moctezuma i Rifé -o Guillermo Grau i Rifé- pertenece al grupo de aquellos personajillos que han querido formar parte de la historia sin tener un lugar en ella. Personajes como él también lo son Jorge Carlos Comneno o Boris Skósyrev. Mención especial merece María de Moctezuma. Que no aparezca casada con Joan de Guerau no significa que no compartieran la vida. Algunos aseguran que vivieron amancebados. Otros que nunca el barón de Toloríu viajó al lado de Hernán Cortés. Otros que fue su lugar teniente el encargado de custodiar a los tres hijos de Moctezuma y de ahí que se enamorara de María.

Sea como fuere, lo cierto es que tres hijos de Moctezuma viajaron con Hernán Cortés a España. Uno se quedó en la Corte castellana y las dos princesas viajaron a Cataluña. Una de ellas, María, vivió durante 17 años en un pequeño pueblo del Pirineo catalán, debajo del Canigó. Lejos de las grandezas del imperio gobernado por su padre, María tuvo que adaptarse a una nueva vida, a otras costumbres y a una cultura que no era la suya. La princesa quizás muriera joven a causa de la melancolía. La leyenda alrededor del tesoro azteca forma parte de la mitología. Se creó basándose en su figura y la creencia que a España llegó una gran fortuna que nunca fue encontrada. Tal vez nadie la encontró porque nunca existió. Hernán Cortés, cuando visitó a Carlos I en Monzón, le entregó un gran tesoro para sufragar los gastos de la expedición. Ese era el tesoro azteca que pasó a engordar las arcas reales. Si los hijos de Moctezuma trajeron alguna cosa a España, con toda probabilidad, su valor no se puede llegar a comparar con el de un tesoro.

Para aquellos que crean en estas aventuras de tesoros escondidos el pueblo de Toloríu forma parte de ese imaginario. Para la pequeña historia, la que hacen muchos personajes que pocas veces aparecen en los libros de historia, constatar que una princesa azteca vivió y murió en una pequeña población del Pirineo catalán y que sus restos mortales descansaron allí hasta hace poco más de ochenta años.

Autor

César Alcalá