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El periodista y miembro de la Real Academia de Córdoba, Julio Merino, nos cuenta hoy la triste historia de amor de la reina María de las Mercedes y el rey Alfonso XII de Borbón. Se casaron muy jóvenes, ella con apenas 17 años y el con 21 años y tras 184 días de reinado murió recién cumplidos los 18 años.

El pasado día 8 de noviembre se ha cumplido el 20 aniversario del traslado de los restos de María de las Mercedes, la «Reina de Amor», desde El Escorial a la Catedral de la Almudena (su catedral) y el pueblo de Madrid ha vuelto a cantar las canciones y el romance que quedaron para siempre en el corazón de los españoles: «¿Dónde vas, Alfonso XII, dónde vas triste de ti? Voy en busca de Mercedes que ayer tarde no la vi…”

Y es que la historia de amor que vivieron aquel joven Alfonso de Borbón y su dulce prima María de las Mercedes, caló tan hondo en el pueblo español, y en especial en el de Madrid, que aunque hayan pasado 142 años de la inesperada, dolorosa y trágica muerte de la única Reina que entró en el Palacio Real por amor  basta un suspiro para que «resucite» el romance que fue la vida de aquellos dos jóvenes (21 años él, 18 años ella) en el alma de las gentes sencillas… y en este caso el «suspiro» ha sido el 20 aniversario del traslado de los restos de la Reina María de las Mercedes, desde la cripta del Monasterio de San Lorenzo del Escorial a la Catedral de la Almudena de Madrid.

Emocionante fue escuchar el pasado día 8 a un grupo numeroso de madrileños que tras depositar un enorme ramo de rosas rojas (18 por los 18 años de la joven) cantaron las canciones que se hicieron famosas con las películas «¿Dónde vas Alfonso XII?» (Vicente Parra y Paquita Rico) y «¿Dónde vas triste de tí?» (Vicente Parra y Marga López) y recitaron, con el corazón, y como si estuviesen ante el sepulcro de la tragedia, el romance que escribieron y compusieron muchos años después (70) los famosos Quintero, León y Quiroga e interpretó por primera vez Concha Piquer, y que dice: «Una dalia cuidaba Sevilla/ en el parque de los Montpensier, / ataviada de blanca mantilla/ parecía una rosa de té./ De Madrid, con chistera y patilla,/ vino un real mozo muy cortesano,/ que a Mercedes besó en la mejilla/ pues son los niños primos hermanos/ y un idilio de amor empezó a sonreír,/ mientras cantan en tono menor/ por la orilla del Guadalquivir».

Pero ¿por qué tuvieron que trasladarse los restos de la Reina de Amor del Escorial a Madrid 122 años después? La historia arranca justo con la muerte de María de las Mercedes (26-6-1878) y la ratifica el propio Rey Don Alfonso al morir en su testamento.

De acuerdo con el Protocolo real en la Cripta del Panteón Real del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial sólo pueden enterrarse los Reyes y las Reinas, Madres de Reyes,  y por ello María de las Mercedes, que había muerto sin dar a luz hijos (solo pudo tener un embarazo y acabó en aborto, un aborto malcurado) no podía ser enterrada en los nichos reservados a Reyes y Reinas con hijos y lo fue en la Cripta reservada a los infantes.

Naturalmente, el Rey, tan enamorado como estaba, y en aquellos momentos hundido de pesar, dispuso que en cuanto fuese terminada la iglesia-Catedral que ya estaba proyectada junto al Palacio Real y en los terrenos que la propia María de las Mercedes había elegido, tal vez influenciada por la leyenda del encuentro de una imagen de la Virgen de la Almudena que habían enterrado en una vieja ermita los cristianos del lugar, cuando la invasión árabe,  y que fue encontrada siglos después, cuando Alfonso VI tomó la aldea-ciudad,  iluminada, incluso, todavía,  por las cuatro velas que habían dejado los fieles al huir.

María de las Mercedes y Alfonso XII.

¡Ay, pero las cosas de palacio van despacio!… y más en España, ya que unas obras que comenzaron el 4 de abril de 1883 (ya muerta María de las Mercedes) no se terminaron hasta los años 90 del siglo XX (el 15 de junio de 1991 fue consagrada por el mismísimo Papa Juan Pablo II). O sea,  algo más de un siglo…y durante todos esos años en el Monasterio permanecieron los restos de la adorada Reina romántica. Eso sí, la Casa Real, con los Reyes al frente, Don Juan Carlos y Doña Sofía, el Gobierno en pleno, con el Presidente Aznar y Ruiz Gallardón, como Ministro de Justicia y Notario Mayor del Reino, hicieron que el Acto religioso mortuorio, oficiado por el cardenal Rouco, Arzobispo de Madrid,  tuviera el máximo relieve de Estado y popular, ya que al mismo acudieron más de 2.000 personas.

Pero, no fue esa la única interrogante de la Reina del Amor, pues oscuras o misteriosas  fueron  también su enfermedad y su muerte, como insinúan algunos de sus biógrafos.

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 ¿Por qué se mintió sobre su muerte? 

Se pregunta José María Zabala en «La Razón» y escribe: “El destino y el error médico, por qué no admitirlo, convirtieron el reinado de María de las Mercedes de Orléans y Borbón en el más breve desde la época de los Reyes Católicos: 154 días exactamente. Cinco meses de felicidad pero, ante todo, de angustia, desde que a finales de marzo de 1878 la salud de la reina empezó a resentirse.

Enamorada hasta el tuétano de su esposo y primo el rey Alfonso XII, con quien contrajo matrimonio el 23 de enero de aquel mismo año en la madrileña basílica de Atocha, la reina Mercedes se apagaría sin remedio como una vela.

Al principio se pensó que su palidez y los mareos y vómitos que la confinaron en sus aposentos privados eran consecuencia del embarazo. Poco después, el doctor Tomás Corral y Oña, marqués de San Gregorio y médico de cabecera del rey, intentó detener en vano la amenaza de aborto. El trance ocasionó un serio disgusto al monarca, preocupado también por verse privado del sucesor que tanto anhelaba”. 

También el Doctor D. Enrique Juncela dudaba y escribía: “La etiología de este aborto es difícil de precisar, pues se presentó al regreso de un largo paseo a caballo, hecho que pudo haber sido puramente casual o bien desencadenante del mismo; o pudo ser también la interrupción gravídica derivada de la infección latente que poco tiempo después había de llevarla al sepulcro”.

Y en «La Gaceta» de Madrid del 18 de junio de 1878, o sea, pocos días antes de su muerte se leía en un parte médico: “Viene aquejada desde fines del mes anterior de las molestias que anuncian algunas veces el principio del embarazo. En estos últimos se ha observado en S. M. una fiebre poco intensa de forma intermitente y tipo irregular, que ha desaparecido en virtud de los medios apropiados; pero persiste la predisposición al vómito y la inapetencia, con el malestar y debilidad consiguientes”.

Pero, llegados aquí, no me resisto a reproducir un resumen del mejor relato que recoge la Historia de aquella tragedia: «El Príncipe Alfonso vio y conoció por primera vez a su prima María de las Mercedes en 1872, en el castillo de Randau cuando fue con su madre a visitar a sus tíos los duques de Montpensier, los padres de la niña. Él tenía 15 años y ella, 12 y no era tan bella como siempre se ha dicho. La infanta era una chica bajita, de cara redondeada, de ojos y cabello negros y nada en sus facciones destacaba por hermosos, pero tenía una gran bondad que resultaba atrayente y se granjeaba la simpatía de todos cuando la conocían…y volvieron a verse en 1873 en París y durante el verano de 1874 , ya con 17 años él y ella, 14 y ya enamorados como dos tortolitos.

Así que en cuanto fue proclamado Rey de España (1-1-1875) ya no lo duda y busca el compromiso formal con su «Mari», como la llamó él siempre: «Mi Mari».

“La boda se celebró el 23 de enero de 1878 en la Basílica de Atocha y la “luna de miel” la pasaron en El Pardo. A su regreso se instalaron en el Palacio Real que a partir de aquel momento se llenó de gente joven, los propios reyes y las hermanas de Alfonso, las infantas Pilar, Paz y Eulalia. La nueva Reina no era en absoluto protocolaria y le gustaba ocuparse de que todo estuviera en orden para su «querido Alfonso». Junto a sus cuñadas acudía en persona a realizar obras de caridad y justo es reconocer que se ganó con estos actos y con su cercanía a la gente, el cariño de los madrileños.

Pero esta contínua felicidad en la que vivían los reyes estaba a punto de romperse. A finales de marzo se inician los primeros síntomas de la enfermedad de la Reina que no fueron claros, náuseas, vómitos, palidez y falta de apetito, todo lo cual es atribuido por el médico de cabecera del Rey el doctor Corral y Oña, marques de San Gregorio a un incipiente embarazo que desencadenó en aborto. Aunque no sabemos la fecha del mismo lo cierto es que el 2 de abril el duque de Montpensier escribe a su yerno: «Después de este malparto, toda precaución ha de ser poca». A la Reina se le practicó un legrado.

Doña Mercedes tras pasar dos semanas recluida en sus habitaciones, inicia de nuevo sus actividades pero continúa sintiendo cansancio y a pesar de que ella minimiza su situación por no alarmar a su “querido Alfonso “ lo cierto es que las actividades de la Semana Santa, donde llega a participar en el lavatorio de pies de doce mujeres pobres, la dejan extenuada. Se decide entonces que lo mejor es un cambio de aires y Doña Mercedes se traslada al Palacio de Aranjuez acompañada por sus cuñadas. El Rey que la visita con frecuencia se siente cada vez más alarmado por la palidez y falta de energía de su esposa pero los médicos atribuyen estos síntomas a un nuevo estado de gravidez de la Reina.

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De nuevo en el Palacio Real, Doña Mercedes sigue intentando ocultar la realidad de su estado de salud y acompaña al Rey a los actos oficiales pero su palidez y tristeza no pasan desapercibidos a la gente y en las calles empieza a correr el rumor de que la Reina está gravemente enferma. Sin embargo no será hasta el 18 de junio que La Gaceta de Madrid publica el primer parte médico que viene a decir que además de los síntomas propios del embarazo la Reina sufre altas fiebres. 

El 21 de junio y por indicación del Rey, se celebra una consulta de médicos en la Real Cámara. El rumor de que la Reina sufre fiebre tifoidea se extiende por Madrid y el pueblo llano comienza a llenar la plaza de Oriente a la espera de noticias. Los políticos, los militares de rango y los grandes de España llenan el Palacio. El Rey consternado e incrédulo no se mueve del lado de su esposa. Los duques de Montpensier han sido llamados el día anterior ante la gravedad de Doña Mercedes.

Según ha quedado escrito en los Anales de La Real Academia de Medicina, «la fiebre se ha hecho contínua, la Reina tiene vómitos y la frecuencia de su corazón oscila entre las 100 y las 130 pulsaciones al minuto, se le administra valerianato de quinina pero no se consigue la remisión de los síntomas». Al final de la tarde del día 22 la Reina Mercedes sufre una hemorragia intestinal, su pulso se debilita y la piel esta fría.

La Gaceta empieza a emitir tres partes diarios sobre el estado de la Reina que son firmados por el médico de Cámara marqués de San Gregorio. Los madrileños hacen colectas para ofrecer un donativo a la Virgen de La Paloma a fin de lograr su intercesión y salvar a la Reina. La plaza de Oriente sigue atestada de gente que espera con tristeza y esperanza las noticias.

María de las Mercdes en un retrato oficial.

Las hemorragias intestinales se repiten y la Reina entra en sopor, la fiebre se eleva a 40 grados de temperatura. El doctor Federico Rubio es llamado a consulta, pero nada puede hacer. Parece ser que algún médico de los que la asisten llega a considerar que la infección ha sido provocada por el legrado que se le había practicado dos meses antes pero, si lo pensaron, nada de esto quedó escrito. 

Los partes médicos son cada vez más pesimistas, el parte del día 25 por la noche dice: «La vida de S.M. la Reina nuestra Señora se halla en peligro inminente». Cortés Cavanillas, en su biografía sobre Alfonso XII, dice: «Alrededor de la cama se encontraba arrodillada toda la Real Familia. don Alfonso tenía entre sus manos las de la moribunda sin separar ni un momento la vista de su pálida y consumida cara».  

Doña Mercedes de Orleans y Borbón muere el 26 de junio a las doce horas y quince minutos. Acababa de cumplir 18 años. Fue Reina de España durante 154 días.  

La Gaceta de Madrid del día 27 publica el parte médico firmado por el Marqués de San Gregorio que entre otras cosas dice «S.M. la Reina ha fallecido a consecuencia de una fiebre gástrica nerviosa, acompañada de grandes hemorragias intestinales». 

El Rey no desea que su esposa sea enterrada en el Panteón de Infantes como las demás Reinas que han fallecido sin dar sucesión a la Corona así que, dispone que sea enterrada en un nicho en una capilla del propio Monasterio del Escorial con una lápida de mármol blanco y un epitafio cargado de amor: «María de las Mercedes de Alfonso XII, la dulcísima esposa». 

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.