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Día 12 de julio. Año, 1979, Hotel Corona de Aragón, 78 personas fallecidas. Incluso la viuda de Franco y a alguno de sus allegados más próximos pudieron morir ese día. Versión oficial, incendio. Falsa, obvio. Ya fuese por cuenta propia o por “exógena” inducción, como en el asesinato del 20 de diciembre de 1973 contra Carrero Blanco, la banda asesina Eta escogió el escenario y la fecha con indudable sentido estratégico, «militar» digamos, si lo que pretendía era rebosar la “tensión” dentro de las fuerzas armadas. 

Orden del gobierno Suárez: Eta no fue

Desde ese momento, sórdida Operación de Estado, como todas: silenciar a toda costa la autoría de Eta, quehacer este último al que se aplicó con rastrero y absoluto denuedo el gobernador civil de Zaragoza, Francisco Laína, que luego sería premiado con la subsecretaría de Interior. En ese sentido el demoniaco – repito, demoniaco – Francisco Laína García consiguió que no se publicara la llamada de Eta a la prensa maña atribuyéndose explícitamente la autoría de tamaña salvajada. Y el gobierno de Suárez se encargó de que no trascendiera en territorio español la reivindicación hecha posteriormente por Eta a Radio Bayona

Y, no hace falta decirlo, el gobierno – con Gutiérrez Mellado de Gran Muñidor – entorpeció por todos los medios a su alcance, que eran muchos – todos los propios de las innúmeras cloacas del Leviatán – el turbulento senderear judicial hasta arribar al tribunal supremamente injusto que años más tarde hubo de admitir la existencia de «causas exógenas» en la génesis del “incendio”. 

Orden del gobierno de Míster X: Eta no fue

19 de Febrero de 1985. Boeing 727 de Iberia que hacía la ruta Madrid-Bilbao. Vuelo 610, bautizado como «Alhambra de Granada», se estrella en el vizcaíno  Monte Oiz. Murieron 141 pasajeros y 7 tripulantes. Entre sus pasajeros, Gregorio López Bravo, antiguo ministro de Franco. Al mismo tiempo, otros destacados políticos, preferentemente del PNV, habrían confirmado su decisión de no tomar dicho vuelo, lo cual levantó profusas sospechas y suspicacias al respecto. Entre ellos, Francisco Fernández Ordóñez, en esos momentos presidiendo el Banco Exterior, antes de incorporarse a los gabinetes de Felipe González. 

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Y poco antes de la salida del avión cancelaron el viaje. Habían recibido una llamada desde Barcelona advirtiéndoles de que si tomaban el avión corrían serio peligro sus vidas. Tal cual. La llamada la realizo presumiblemente un ex gobernador de Guipúzcoa que había mantenido contactos con la banda asesina Eta mediante una periodista que probablemente fuese su amante. 

Y se halló un lanzagranadas…

No olviden tampoco el denominado Efecto Titanic, por el cual un importante número de personas declaran haberse salvado en el último momento, al no tomar un avión, no subirse en un barco, o no comprar un billete de tren. Además, recordemos, que el cuerpo de López Bravo fue uno de los ocho que aún que permanece sin identificar. 

Y La Malamérita, vulgo oscurísima guardia civil, encontró un lanzagranadas en una loma cercana a la usual línea de descenso de los aviones con destino a Bilbao. Y ahora, necesarios interrogantes sobre el viajero más ilustre de aquel vuelo, López Bravo. 

¿Estaba dispuesto a sacar a la luz muy graves secretos que conocía? ¿Acaso lo sabía alguien importante al que las eventuales revelaciones del ex ministro podían afectarle? ¿Y qué decir del célebre tercer reportaje del diario Ya que jamás pudo ver la luz en el que se iban a revelar algunos datos suficiente y ampliamente explícitos sobre el avión que fue derribado? Y, zascandil, el motor fue entregado precipitadamente al servicio secreto israelí, el Mossad, para su posterior análisis. Hasta hoy. 

Palabra de espía, creíble, muy creíble

Mikel Lejarza, El Lobo, confidente de ETA. En su reciente libro autobiográfico Yo confieso, 45 años de espía. Pg.119. » Me fastidió tanto como que en 1979 Eta no reconociera que ellos habían provocado el incendio del hotel Corona de Aragón. Más tarde lo asumieron  de alguna manera, pero los distintos gobiernos que se sucedieron no lo aceptaron, creo, por minimizar los actos terroristas. También me molestó que los etarras no quisieran reconocer en 1985 que el avión estrellado en el monte Oiz lo derribaron ellos con un lanzacohetes casero, pues el avión pasaba por allí casi a ras de suelo y en la caja la negra el comandante más experimentado de todos los de Iberia decía. «¡Nos derriban, que nos derriban!«. 

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Palabras del Comandante Patiño antes de estrellarse. Nos derriban, que nos derriban. El incesante e injustamente denigrado, su honor por los suelos durante aquellos días, José Luís Patino.

Negros, muy negros, abismos sin fondo

Corona de Aragón. Monte Oiz. Asesinato de Luis Carrero Blanco. Montejurra. Matanza de Atocha. Intento de asesinato de Antonio Cubillo, líder del MPAIAC. Sala de fiestas Scala. Asesinato de Josu Muguruza. El autogolpe de Estado del Rey Elefante. 11-M (¿algún  tipo de implicación etarra?). Colza/Síndrome Tóxico (que, por cierto, tantas similitudes guarda con nuestra actual falsa pandemia, OTAN/Cesid y FARMAFIA/Bayer mediante: guerra química). Y nuestro JFK: Alcacer. Alcàsser, si prefieren. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.