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7 º En la España de Franco, la juventud estudiaba para aprender un oficio, sacar una carrera, trabajaba en la empresa familiar o en casa ayudando a sus padres y hermanos y para poder comprar un piso o una casa y casarse y formar una familia católica, es decir, normal. Se preparaban en un seminario o quedaban solteros dándose y sirviendo a familia y amigos, se divertían bailando hasta una hora prudencial y respetando a las chicas (que, por cierto, se hacían respetar, como debe ser, a bofetones si uno se propasaba, para burla y cachondeo de los que contemplaban la escena típica de baile y humillación del fresco), no conocían las drogas (salvo los círculos de ricos progres, esos que acabarían siendo los arribistas demócratas de toda la vida y que «nos trajeron» la maldita transición) y apenas se emborrachaban. Los noviazgos acababan en una rápida ruptura y cada cual por su lado (sin daño ni mácula) o eran prudencialmente largos (para discernir la Voluntad de Dios para con cada cual) y acababan en boda y matrimonio fiel hasta la muerte, como siempre ha sido lo normal en la gente de bien, porque el matrimonio no es un yugo, sino una bendita vocación y un don, y porque no es bueno que el hombre esté solo (por eso la mujer es un regalo del Señor, aunque los desalmados no lo vean así) y lo que es duro, la vida, lo es igual para el soltero, el consagrado y el casado, no librándose nadie de sufrir, como todo ser maduro entiende perfectamente (en la Cruz está la Vida y el Consuelo, y sólo ella es Camino para el Cielo, como diría nuestra querida santa y sabia Santa Teresa de Jesús). Y, en fin, los jóvenes de entonces tenían más los pies en el suelo, procuraban prosperar, ver cumplir sus sanos proyectos en paz y ser felices sin hacer daño a nadie. 

 

En la España democrática de hoy, los jóvenes, pues como los adultos, mayoritariamente, pasan insensatamente de Jesucristo Nuestro Señor y no van a misa ni los domingosse hacen autorretratos con sus móviles (narcisismo y egolatría desenfrenados que les lleva a no saber amar a nadie, salvo a sí mismos, como los políticos demócratas sin excepción, de lo contrario no se meterían en política), quieren ser estrellas de pop y rock (de fútbol no porque les cansa correr), masterchefs (anda que si cuando éramos niños a alguien se le ocurre decir que quiere aprender a cocinar como un chef famoso, tiene que cambiarse de barrio e iniciar una nueva vida. Lo anormal entonces, hoy es algo «corriente» y demócrata, claro), y no se que otras mamarrachadas, se hacen tatuajes para ser el centro de atención, como los cuadros del Prado pero en «grafiti» hortera, macarra carcelario y chapucero, se meten en redes sociales en busca de atención, pues su soledad es lógicamente creciente, y dejan bien patente su analfabetismo y faltas de puntuación y ortografía, fruto de su deficientísima educación democrática y decadente (ni en 8º de EGB te toleraban los maestros de entonces lo que hoy se da por «bueno» en bachillerato burocrático LOGSE, tan democrático él). Además, y esto medido estadísticamente, miran sus móviles (sus verdaderos poseedores o amos y no al revés) una media de 150 veces al díaabusan con gran peligro de ese medio de incomunicación social que llega no pocas veces a provocar accidentes y destruye la comunicación, incluso familiar. Ahora el «smart» (inteligente) ya no es la persona, vaga redomada que no conoce el lápiz, el bolígrafo y el papel (curioso que los hijos de los amos de las grandes empresas tecnológicas lleven a sus hijos a colegios privados carísimos y tradicionales sin ordenadores ni tablets y que algunos magnates de telecos, como p. ej. Alierta, expresidente de Telefónica, lleven móviles tipo siglo pasado, sin internet ni fotitos), sino el móvil, buen vasallo, pésimo señorPero señores, ¡qué más da!, ¿no vivimos en una democracia? Pues todo «solucionado». Y para qué hablar de sus conductas sexualesNo es de extrañar que luego no quieran ni puedan formar una familia como Dios manda. Para ellos solo existe el «derecho a», el derecho a tenerlo todo ya, sin sufrimiento ni esfuerzo ni sacrificio, sin mérito alguno. Sin obligaciones ni responsabilidades. Así han sido criados. La malcrianza causa estragos y luego pasa lo que pasa: abortos, ETS, violentas frustraciones muy difíciles de curar (a nadie normal le gusta ser el «enésimo plato» del otro u otra, pues no genera confianza, y la promiscuidad es propia de quien no es nada recomendable para ser padre o madre y mucho menos para formar una familia, por mucha consideración materialista y económica que entre en juego. Y si no, piénsese en si a los hijos e hijas normales les va a parecer bien que su padre y su madre sean infieles el uno del otro, con las horrorosas consecuencias que ese proceder tiene no solo para los afectados, sino para todo el conjunto del mundo), etc. Todo ello es el mejor camino para la autodestrucción personal y de toda una generación. ¿A alguien le sorprende esto?¿Quiénes tuvieron y tienen la horrorosa idea de retirar de las aulas la enseñanza religiosa católica?¿Nos creíamos ingenuamente que ello no tendría consecuencias?. Estas generaciones demócratas, en su inmensa mayoría, no han cogido un pico, una pala o un fusil en su puñetera vida. Desconocen lo que es levantarse a las 6 de la mañana y no han subido a un andamio, ni han sacado carbón de las entrañas de la tierra, no han arado, sembrado ni recogido, no han trabajado ni ganado el pan con el sudor de su propia frente en sus vidas. Los jóvenes demócratas de hoy, eso sí, abusan de todo tipo de drogas (incluidas las más dañinas en todos los sentidos, el tabaco y el alcohol) como jamás se ha abusado antes. Se emborrachan en un porcentaje mucho mayor, a edad más temprana, fuman porros como nunca, y consumen cocaína, heroína y otras drogas de diseño como jamás antes se ha visto. La degradación de la juventud actual es alarmante. Y los que luchan por quedarse fuera de ese infernal cúmulo de sustancias, quedan excluidos y marginados, como si fueran bichos raros, cuando son los únicos normales. Y, aunque acabar con el satánico mercado de todas las drogas y de la prostitución en el mundo es perfectamente factible a corto plazo, con daño a reputación de demandantes, provisión sanitaria bajo estricta supervisión médica en el caso de las drogas y compromiso y tratamiento de desintoxicación, las autoridades no quieren hacerlo ni en broma. Les va una millonada en ello (el narcotráfico, mueve un elevadísimo y creciente porcentaje del PIB mundial, tiene atrapado no solo a narcotraficantes y millones de consumidores, sino también a políticos de toda índole nacionales, regionales y locales, burócratas y funcionarios, jueces, policías, autoridades de todo tipo, en un macabro y multimillonario negocio de la muerte y de la destrucción humana). Para los marxistas y los mercaderes liberales y conservadores democráticos del tabaco, el alcohol, el cannabis, etc., la «libertad» de «elegir» drogarse genera muchos puestos de trabajo (nunca evalúan los costes 10, 100, 1000,… veces superiores a esos supuestos e inmorales beneficios, para ellos todo vale, incluso destruir la humanidad inmadura a cambio de beneficios). 

 

8º En la España de Franco, la educación, a todos los niveles, era muy exigente y de la más alta calidad en comparación a los demás países del mundo. Cuando se salía de Primaria, se salía con todo lo necesario para poderse desenvolver con solvencia en la vida. El Bachillerato, tanto elemental y superior primero, como el BUP y COU, después, eran realmente buenos (la gente que estudió en USA resolvía ecuaciones polinómicas lineales de segundo grado en el mismo curso en el que aquí ya se resolvían derivadas, por poner un solo ejemplo, pero ¡claro!, era franquista, una buena educación y eso no convence a los demócratas de ayer y hoy, no vaya a ser que el «populacho» sepa mucho). La disciplina en el aula era mucho mayor, la autoridad del profesor era total, así como la admiración que despertaba su labor en toda la población (especialmente entre los padres de los alumnos), fuera cual fuera el nivel educativo. Los títulos universitarios no se regalaban a nadie. Los catedráticos y profesores universitarios eran de prestigio mundial y admirados por toda la comunidad educativa. Había que sudar tinta para ser médico, ingeniero, abogado, economista, filósofo, historiador, maestro de primaria, físico, matemático, biólogo, etc. Y se suspendía sin contemplaciones al que no demostraba tener nivel. Y se encontraba, como es lógico, empleo en lo que uno había estudiado, prueba de la alta valoración que las empresas daban a los títulos. La formación profesional en las llamadas universidades laborales, del gran Girón de Velasco, el «león de Fuengirola», ministro falangista excelente, era de un nivel altísimo hoy completamente desconocido. Y, aunque no había casi becas, el bachillerato y la universidad fueron cada vez, como en todo el planeta, más accesibles incluso para los más humildes. 

 

En la España democrática de hoy, la educación está en vías de extinción a todos los niveles. Hoy hay adoctrinamiento marxista, anticatólico y antiespañol en centros públicos o liberal conservador, anticatólico y/o antiespañol también en centros privados. El maestro o profesor, cada vez más desautorizado y desacreditado, se ha convertido en un mero burócrata o funcionario que aprueba igual al genio que al vago o analfabeto, porque le obligan a no generar «desiguardá» con las notas. No enseña, se limita a cubrirse las espaldas de toda responsabilidad. No pocas veces es agredido, ¡por los propios padres de alumnos! cuando sus hijos no resultan aprobados o recibe quejas de ellos (porque para algunos padres sus hijos son unos santos hagan lo que hagan y el profesor es siempre culpable). Ni las autoridades educativas, ni los departamentos pedagógicos y psicológicos, ni la dirección de los centros, altamente burocratizados, le prestan el más mínimo auxilio en las más de las veces, con lo que acaban por «quemarse» y pasar de todo, quitándose responsabilidad cuanto antes. No exige y no es respetado ni por alumnos ni por la población, promoviéndose la figura del «profe colega», letal para dicho respeto. El mérito, el esfuerzo personal, la adecuada evaluación y el aprendizaje ya no se valora por nadie en la comunidad educativa actual. Y las universidades se han convertido en pocilgas marxistas (las públicas) y en logias masónicas (las privadas), con una corrupción descomunal, donde solo la adscripción política o sindical, la relación de parentesco con personas poderosas, ciertos «favores», sobornos y demás corruptelas, dan lugar a la expedición de títulos de grado, master y doctorado, cada vez más devaluados (excepto los privados, carísimos y fuera del alcance de los pobres, aunque tampoco sean de calidad buena) en el mercado de trabajo, con grave daño para todo el sistema educativo. Es este un delito corruptamente impune que daña especialmente a los más pobres, a los que se decía hace décadas que se les iba a facilitar el acceso a la educación superior (el hijo del obrero, a la universidad, cantaban los majaderos estafadores de entonces), cuando se les ha engañado vilmente con la falsa ilusión de tener una supuesta cualificación de la que solo los de familia rica pueden sacar partido, aunque sean medio subnormales. Además, los rectores, catedráticos y profesores universitarios con valía y profesionalidad, o bien han sido desplazados y expulsados, o bien sobreviven marginalmente dentro de los departamentos con una dificultad cada vez mayor, en unos centros que han hecho de la autonomía, un refugio sectario de políticos de la peor raza, caudillos de auténticos chiringuitos de la estafa educativa. Por último, la llamada vergonzosa de señoritos privilegiados «bien situados» en favor de la FP (para los demás, claro), para retrotraernos a lo que nuestros padres y abuelos querían evitarnos, sacrificando sus pocos ahorros para que fuéramos a la universidad y saliéramos de la no cualificación como ellos, es decir, trabajar subidos en andamios, con arados y bueyes, como albañiles, fontaneros, electricistas, barrenderos, en talleres, etc.clama al Cielo. Normal que se les quiera fusilar a todos. Menudos hijos de p. «Educación» de comisarios comunistas ateos o de acaudalados materialistas y señoritos liberal conservadores. Esta es la «educación» en la democracia. 

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9º En la España de Franco existía un ejército de verdad, de reclutas de reemplazo no remunerados «Todo por la patria», que mantuvo la paz en España todos los años del régimen (excepción de Ibi Ifni y pocas revueltas más de los moros rápidamente solventadas), junto con suboficiales, oficiales y generales a sueldo, muy barato y eficaz. Se trataba de una institución respetada y admirada, victoriosa en nuestra cruzada 1936/1939 contra el marxismo (socialismo y comunismo apoyados por y subordinados a Stalin, y anarquismo), que no contra «la república» (véase memorias de Azaña para ver el engaño de los propagandistas rojos actuales)) y contra la masonería liberal conservadoraEra un ejército de todos los españoles, independiente de organizaciones supranacionales como la OTAN, aliado del bloque occidental contra el comunismo pero sin someterse a él, volcado en exclusiva a defender España y sus intereses, en el que los que jóvenes de todas las provincias convivían y ayudaban al sagrado deber de defender nuestra gloriosa patria (esto tiene un valor incalculable para la unidad de España que los necios, los mercaderes o los pusilánimes no supieron estimar en su momento), como hicieron nuestros padres, abuelos, bisabuelos,…, donde todos podían ascender en función de su valor y valía si elegían la vida castrense como vida profesional de sacrificio por España (como previamente lo había hecho el propio Franco, Muñoz Grandes, Alonso Vega,…y un largo etcétera de humilde condición). 

 

En la España democrática, lo poco de ejército que aún queda, son burócratas y aprendices de oficios que buscan cualificación para la posterior vida civil, sin la más mínima adhesión por la patria ni conocimiento de ella, así como un número decreciente de verdaderos profesionales, con un armamento mayoritariamente anticuado, constreñido a unos recortes presupuestarios enormes y sometido totalmente a los piratas de la Pérfida Albión, amos de Gibraltar, y sus jefes de la OTAN. Se trata de un ejército de «Todo por la nómina» que ya no sirve a España, prueba de ello es su Alta Traición respecto al golpe de Estado en la región catalana, al no hacer cumplir el artículo 8.1. de la constitución infame que les obligan a jurar defender al acceder hoy a sus cargos militares, aunque no tengan impedimento alguno en forma de autorización política según consta en dicho precepto. Es un ejército que hoy gasta lo que no tiene defendiendo la integridad de la patria de los países bálticos frente a Rusia (provocación peligrosa) y por orden de Trump y demás misiones internacionales (Irak, por ejemplo), poco «rentables» para España, como se ve en el respeto que semejante jefe (excelente para su país) tiene por los productos agrícolas españoles, penalizados con aranceles casi en exclusiva en lo que a productos agropecuarios de la UE se refiere. Y si malo es el ejército de mercenarios de la OTAN de Trump que tenemos, ¿qué decir de sus generales como «Julio el rojo», elegidos a dedo por los políticos, sin ninguna consideración de profesionalidad o servicio a la patria y sí por servicio a ideologías, las más de ellas enemigas de Dios y de España?¿Y qué decir de los ministros o ministras indolentes de defensa y de exteriores, que nada hacen salvo cobrar suculentos sueldos públicos, pasar olímpicamente de nuestra patria y no aprovechan la ocasión para pedir a USA, nación mando de la OTAN, la devolución VACÍA (ojo, vacía, sin «aberchales» gibraltareños con acento andaluz; que se vayan a la Pérfida Albión, ya que dicen ser ingleses) de Gibraltar, última colonia de Europa, a cambio de esa pertenencia a la OTAN, tan cara para España y los españoles (incluso involucrando a Argentina y las Malvinas, para ganar fuerza)?¿Quién demonios defiende a España en lugar de defender su patrimonio financiero en el paraíso fiscal gibraltareño?¿Aprovechan, además, la oportunidad que tenemos ahora con la salida de UK de la UE?¿Quién salvará a España y Europa entera de los musulmanes (mucho más acostumbrados a la vida dura, a sufrir y mucho más aguerridos y fanatizados) cuando de aquí a menos de dos décadas sean más del 50% de la población y nos quieran imponer el estilo de vida que hoy hay en Irán, por ejemplo? ¿No se perseguirá, en realidad, la destrucción de nuestra querida patria, vendida por treinta monedas de plata por los políticos de todo signo? Pero da igual, vivimos en democracia. La democracia es tolerancia con los malvados y castigo para los buenos. 

 

10º En la España de Franco, los medios de comunicación de masas, televisión, radio, periódicos y revistas, tenían una profesionalidad y objetividad hoy inalcanzable en cualquier ámbito, tanto de ocio como académico. Apenas hablaban de política y su variedad de programas y artículos, así como la calidad de los mismos, era fantástica. Y, desde luego, el odio y la «siembra de cizaña» era completamente ajeno a aquellos medios, que si bien hacían publicidad, sin atosigar al lector o espectador, de los logros del régimen, también sabían meter la cuña crítica respetuosa. Y si no lo creen, vean el NODO, los periódicos y revistas y el cine de entonces, especialmente a partir de los años sesenta, aunque poco había que criticar, la verdad, salvo obviedades. Las personas que acudían a los espectáculos deportivos no insultaban al árbitro ni a los jugadores o afición del equipo contrario y se limitaban a aplaudir o a exhibir pañuelos blancos, pero nada de fanatismos, con la caballerosidad y la deportividad por norma, tanto dentro como fuera del estadio y del propio campo (como quedó bien patente en aquella victoria de 1964 contra los soviéticos en Madrid, la más valiosa de cuantas se han ganado). Y la chanza y bromas entre seguidores de equipos rivales no pasaba de la rabieta pasajera de los más forofos y de la aceptación generalizada con el afán de devolver las bromas pronto al «adversario». Sin más. El cine y el teatro, de una calidad en valores católicos familiares y tradicionales excepcional y exentos de la chabacanería y degradación moral actuales, servían para lo que fueron concebidos, para divertir y entretener sin fomentar malos sentimientos en absoluto, con unos actores de los que ya no hay en cuanto a grandeza real. Los espectadores pasaban unos días comentando escenas divertidas para carcajada general, y así, las salas se llenaban habitualmente. De entonces, películas de un valor incalculable hoy censuradas: Raza, Sin novedad en el Alcázar, Embajadores en el Infierno, etc., además de las comedias populares que vendrían después, como las de don Alfredo Landa, por poner solo un ejemplo, que hicieron y hacen reír a millones de españoles sin ningún tipo de odio ni mal sentimiento. Por supuesto que en la España de Franco no se vivió un «páramo cultural», como han afirmado los «hocico perro» y «hartos de sopa» marxistas y liberal conservadores, sino un periodo de riqueza literaria, teatral, científica y cultural no vista desde el denominado Siglo de Oro español. Y en lo que respecta a la censura, ojalá hoy gozásemos de la libertad de publicaciones de la que se gozó durante el régimen de Franco. Entonces la censura solo afectaba a todo intento de envenenar a la población con odio a la propia España, a la Iglesia Católica y los propios españoles y católicos. No se permitía la pornografía ni lo que atentase contra el orden moral católico. 

 

En la España democrática, los medios de comunicación pasaron en su inmensa mayoría a ser apéndices de los partidos políticos aunque les sangrase la lengua de expresar su supuesta independencia. Son medios de propaganda política, subvencionados con dinero público y publicidad de los que no sirven a nadie más que al dinero y son mercaderes completamente inmorales. Son pésimos en cuanto a calidad, programación, propagadores de odio, sensacionalistas, embusteros sin tasa, generadores de todo tipo de cizaña, ruinosos para todos los españoles que son saqueados con impuestos para financiarlos, aunque se propague a través de ellos el odio contra España, la Iglesia Católica y los propios españoles y católicos, con una censura a la oposición contra la democracia total e implacable. Y si alguien objeta contra ellos, su persecución es propia de tiempos de la policía política de la URSS contra todo disidente, «enemigo del pueblo», «contrarrevolucionario» o boicoteador capitalista fascista. Son medios al servicio de la mentira, y, por lo tanto, una auténtica plaga que hay que eliminar sin contemplaciones y sin complejos de todo hogar sano. Y el cine y el teatro, mejor ni ir a verlos. Son basura, un puro excremento «cultural» subvencionado con dinero de los impuestos que de otra manera no podría sobrevivir. Sus temáticas son siempre las mismas, lo «malos» que somos los católicos y los españoles, lo «malo» que era Franco y lo «buenos» que eran los milicianos rojos, los etarras, los enemigos de España, etc. Con ridiculización de nuestra historia y argumentos totalmente inventados que exceden incluso las leyendas negras. Sus guiones son siempre antiespañoles o anticatólicos o ambos. Con unos bufones y arlequines (que no actores) al servicio de la internacional socialista y comunista y sus agentes (directores) y con emolumentos multimillonarios de dinero robado con los impuestos a los españoles vilipendiados, por servicios políticos propagandísticos prestados (anti-educación marxista) que no se recuperan casi nunca en las taquillas. De la literatura mejor no hablar, una puñetera m… Así es la democracia, aliada fiel de la mentira y del excremento cultural, censora extrema de la verdad. 

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Y en los campos de fútbol, los energúmenos campan a sus anchas, con gritos e insultos contra España totalmente impunes, aunque el racismo es castigado con clausura de estadios, con la excepción del racismo y la xenofobia contra los españoles en la propia España, lo nunca visto en cualquier otro lugar (los equipos vascos llevan la bandera de Sabino Arana, la ikurriña, en sus camisetas, para insulto, manifestación de odio eterno y vejación a todos los españoles. Es de locos. Esa bandera, por mucho que se diga lo contrario es, para los españoles de verdad, como la del III Reich para muchos europeos judíos o pro judíos anticristianos. Y no hay paliativos que valgan. A los futbolistas, que son mayoritariamente analfabetos perdidos y bufones multimillonarios, no se les puede exigir que lo entiendan, pero a las autoridades de la Liga y de la RFEF era como para mandarlos a tomar por saco pero ya. ¡Qué vergüenza que muchos de ellos vayan a la selección que lleva el nombre de nuestra amada patria y luego, en su equipo, lleven la ikurriña o promuevan las causas de los que nos llaman bestias por nuestro idioma!), que está totalmente impune e incluso promovida del modo más salvajemente subnormal (caso de finales de copa con basura infrahumana antiespañola vasca y catalana ladrando y rebuznando contra el himno nacional español y el pusilánime jefe de Estado actual, que parece no tener sangre en las venas, ni dignidad propia del «símbolo de la unidad y permanencia de la patria», ni nada, para marchase, como Dios manda, y mandar al jardinero del estadio, con mono de trabajo puesto, a que entregue la copa al ganador por delegación real. Eso sería el respeto que esa hidra merece).  

11º En la España de Franco, uno podía viajar y mudarse a cualquier provincia española sin trabas, estudiar en cualquier provincia en español, ser atendido en centros de salud (casas de socorro, entonces) y hospitales en español, ser atendido en cualquier ayuntamiento, diputación y organismo público en español, no importaba donde estuviese ubicado (de Gerona a Pontevedra, de Vizcaya a Melilla, de Santa Cruz de Tenerife a Mallorca). Las leyes eran iguales para todos los españoles independientemente de donde se encontraran. No existían privilegios locales, provinciales o regionales y el intervencionismo legal era mínimo y respetado de modo prácticamente unánime. Y no se retenía a nadie dentro de nuestras fronteras, como sí se hacía en la URSS y satélites, incluso a nivel local. La España de Franco era lo más lejano que había a un estado policial. La emigración española al extranjero duraba pocos meses por término medio, pues se solía ir con un entusiasmo y unas expectativas que pronto quedaban defraudadas (¡y eso que se trataba de Alemania, Bélgica, Suiza, Francia, etc., no los países del este, auténticos infiernos reconocidos por los propios rojos, en la mayoría de sus testimonios y memorias, vueltos aquí «rosados» como mucho) y acababan con el retorno a la tan añorada patria, con todo y aún no tan rica, mejor que cualquier otro país. No todo era dinero y aquellos lo comprobaron en sus carnes. A la España de Franco se le ha acusado de corrupción, claro que por parte de gentes como Jorge Pujol, el bandolero catalán de la familia más mafiosa de toda Europa. Veamos: Se suele achacar que el racionamiento mediante cartillas (casi ningún país de Europa se libró de ese error propio del analfabetismo económico imperante por entonces en toda la tierra) enriqueció a muchos mediante el estraperlo o mercado negro tolerado con sobornos a las autoridades. Es verdad, pero su impacto negativo fue insignificante en relación al que dicha mala práctica tuvo en el resto de Europa occidental, ¡y para qué hablar en la del Este bajo cadenas y yugo soviético, donde no había racionamiento, sino terror, hambre ilimitada, crimen, genocidio (anti-judío principalmente, el «verdadero» «holocausto», aunque se oculte hoy), encarcelamiento, ausencia de libertad hasta en la intimidad del hogar, etc.!. Solamente UK, uno de los países que más ayuda obtuvo del Plan Marshall y que menos destrucción sufrió, eliminó el racionamiento después de España. Pero ¡claro!, UK era una democracia, racista en extremo, pero democracia. Y, a tenor de la caída en picado de las muertes por hambre en los 40 (testigo de lo cual fue incluso el mundialmente famoso filósofo republicano arrepentido y escéptico, Ortega y Gasset) aún teniendo en cuenta la lamentable situación en que Stalin y su lacayo Negrín dejaron a 10 millones de españoles y el aislamiento de España en esa década, no puede juzgarse al racionamiento sino como poco lesivo, excepto para los que acostumbran a colar el mosquito y tragar el camello. Se acusa también, a la España de Franco, de favoritismo con los afiliados a FET de las JONS, muchos de ellos arribistas. Verdad. Pero haber caído y arriesgado la vida en frentes, haber servido en retaguardia y haber sido mutilados o heridos, bien merecían un premio por el bien supremo logrado (hoy se premia la heroicidad de muchos militares en misiones internacionales y a muchas víctimas del terrorismo, y solo a los malvados molesta este reconocimiento merecido). Más valdrá premiar a un culpable que dejar sinpremio a cien inocentes, ¿verdad?. Pero, quizá, lo peor de la etapa franquista, fue los últimos 2 años de régimen en los que el Caudillo, ya bastante anciano y débil, falto de vitalidad y energía, abandonado hasta por la Iglesia postconciliar, sabedor de que vendría la infame democracia a sucederle (como le revelaría a Vernon Walters), no pudo impedir que los arribistas de última hora, falsos como Judas Iscariote, que pasaban olímpicamente de la historia de España, de la propia España y de su Cruzada liberadora contra el marxismo y el antiespañolismo (en la que no tomaron parte), buscaran situarse bien para pasar en poco tiempo de «católicos» y «patriotas» «fervientes»  cantando el Cara al Sol con el saludo romano, a ser demócratas ateos amorales y materialistas de toda la vida, ávidos de riqueza y poder, al frente de toda la herencia impagable y pasando de la ley a la «contraley». Y ese fue el fracaso del franquismo, una isla en el mundo que pretendió hacer de España, una reserva espiritual siempre fiel a su historia y a Dios, una, grande y libre, católica y patriota, y que, contra la voluntad de los de buen corazón y derrotada por la oposición de todo un mundo, acabó arrastrada por el secularismo materialista y ateo circundante y global. Solo Dios puede, ningún hombre, solo Dios. 

 

En la España democrática, el interés político ha prevalecido sobre todo lo sagrado y lo no sagrado. En la infame constitución, tan defendida por los hoy llamados a sí mismos «constitucionalistas», se estableció un privilegio intolerable (que contradice el principio de igualdad ante la ley, aunque los jueces del Tribunal Constitucional no tengan la dignidad ni la decencia para reconocerlo, corruptos como son todos sin excepción y elegidos a dedo por los políticos, que no por su profesionalidad que jamás han demostrado, como tampoco en el caso del aborto) que solo beneficia a las Vascongadas y Navarra, regiones españolas ricas que no ayudan al resto de españoles como sí hace ejemplarmente y como debe ser, Madrid. Esa constitución maldita de 1978, dividió (que no unió, porque antes sí que estaba unida) España en comunidades autónomas, dando mucho poder a los antiespañoles caciques regionales instigadores de odio metastásico a España, a costa de cesiones y más cesiones políticas de marxistas y liberal conservadores, que ellos, los antiespañoles catalanes y vascos y sus concesores llamaron siempre «diálogo», cuando es evidente su continuo carácter de chantaje político al que se subyugan los políticos amorales y antipatriotas de uno y otro signo. Supuso un engaño masivo a los españoles y sin alternativa, pues la mayoría de los que la votaron tenían la buena fe, ingenuidad propia de quien no conoce bien la historia de España o la ignora insensatamente, de que ese panfleto nos igualaría a las naciones más avanzadas del mundo. Craso error. En la España democrática de hoy, cientos de miles de personas han huido de sus hogares amenazados de muerte por ETA y por los antiespañoles de Vascongadas y de Cataluña. En la España democrática de hoy, hay regiones que no respetan el deseo de estudiar en español, de atender y ser atendidos en centros sanitarios en español, de atender y ser atendidos en ayuntamientos y organismos públicos locales y regionales en español, de poder expresarse en la lengua común, el español. No se respeta una ley igual para todos en todas las regionesSe crean privilegios para unos a cuenta de los demás. Se emplean lenguas regionales como arma política de división. Se pone continuamente en peligro la paz y se incita al odio y a la guerra civil con total impunidad. Además, todo ello se hace con la connivencia de los políticos nacionales irresponsables y degenerados morales sin límite, que no defienden a España y los españoles, sino sus propios intereses y los del grupo o grupos de presión (mercaderes y chiringuitos, por ejemplo) que le tienen a sueldo o a cambio de prebendas futuras, y que ceden en todo a cambio de votos cada vez más exigentes. Y la maraña inacabable de leyes, decretos, reglamentos, disposiciones, etc., generan tal complejidad legal e incoherencia que ni los propios jueces, abogados, procuradores y juristas se aclaran (normal que promuevan su desidia). La arbitrariedad legal por capricho político es una plaga en nuestros días, lo que conducirá inexorablemente a la falta de respeto por todo tipo de ley y a potenciar la corrupción sin límite alguno. Y con respecto a la corrupción en la actualidad democráticaprevaricación, arbitrariedad fiscal y del gasto público, compra de votos, malversación de caudales públicos, recalificación de terrenos, incluso expropiados, a cambio de sobornos multimillonarios, contratos de obras inútiles, financiación multimillonaria de entidades financieras públicas o políticas (cajas de ahorros en manos de políticos, sindicalistas y empresarios de todo tipo y pelaje), desvío masivo de fondos en ayuntamientos, autonomías y ministerios,  chiringuitos que solo pagan nóminas, ongs idem, fraudes y estafas de entidades públicas con total impunidad, etc. Sería imposible cuantificar en billones de euros la corrupción de los últimos 45 años. Si hay una palabra que define bien a la democracia, esa es corrupción. Corrupción con ausencia total de temor de Dios, Juez justo, y por su impunidad en un régimen que no es de libertad, sino de permisividad de todo tipo de mal. 

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REDACCIÓN