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Manuel María Eduardo Ramón Mauricio de Paula Jesús Benito Rafael Juan Luis Gonzaga Francisco Ildefonso Vicente Antonio Ricardo Fructuoso Sebastián Fabián Pablo de Llanza y Pignatelli de Aragón Hurtado de Mendoza y Esquivel, fue el séptimo hijo del matrimonio formado por don Benito de Llanza y de Esquivel y María de la Concepción Pignatelli de Aragón y Belloni. Nació en Barcelona el 25 de enero de 1858, en el Palacio de Centelles, situado en la bajada de San Miguel número 4. Fue bautizado el 25 de febrero de 1858 en la Catedral de Barcelona, siendo su padrino don Manuel María Aguilar y Manrique de Lara y su madrina María de los Dolores de Llanza y de Esquivel.

 

Estudió el bachillerato en el colegio Tarrasense y la carrera de derecho en la Universidad de Barcelona. Ostentó la jefatura territorial del Carlismo catalán. Fue, a lo largo de los años, vicepresidente primero del Círculo Tradicionalista de Barcelona; presidente honorario del Circulo Tradicionalista de Zaragoza; presidente honorario del Círculo Tradicionalista de Manlleu. Debido a la estrecha relación que siempre tuvo con Carlos VII, fue invitado a la boda de Blanca de Borbón -hija de Carlos VII- con el archiduque Leopoldo Salvador. Fue diputado a Cortes por Vic en 1891 y Senador por derecho propio, aunque se tendría que decir, porque él así lo consideraba, más un deber que un derecho. También se presentó por Huesca, teniendo como rival a Emilio Castelar. El duque de solferino perdió las elecciones. También perdió las celebradas en 1893. Manuel de Llanza fue un prohombre del Carlismo.

 

Manuel de Llanza fue un hombre austero y profundamente religioso Lo obligaron, por su condición social, a casarse contra su voluntad, pues él deseaba ser monje benedictino en el Monasterio de Montserrat. Fue miembro de la Archicofradía de la Inmaculada Concepción; de la Archicofradía de San Luis Gonzaga; de la Juventud Católica; de las Conferencias San Vicente Paúl; de la Junta Diocesana Barcelonesa del Jubileo Sacerdotal de León XIII. Este Papa le concedió la cruz Pro Ecclesia et Pontifice. Asistió a la peregrinación en honoro a Santa Teresa en Roma y a la de Sant Francesc s’hi moria en Vic.

 

Manuel de Llanza es, sin duda, la más importante personalidad que ha dado el Carlismo catalán. No sólo por la incansable labor que realizó, sino porque en él se yuxtaponía una tradición histórica y la más portentosa acumulación de títulos nobiliarios que un prohombre del Carlismo haya tenido jamás. Fue un prohombre de los de antes y, como tal, vivió y convivió. Eso sí, siempre bajo los principios de la austeridad, la religiosidad y el deber hacia los demás. No ha habido nadie, en la historia del Carlismo, con tanta raigambre ni nobleza sobre sus espaldas.

 

Ostentó los siguientes títulos nobiliarios de Duque de Solferino, Duque de Monteleón, Marqués de Coscojuela de Fantova, Marqués del Valle de Oaxaca, Conde del Castillo de Centelles, Príncipe de Castiglione, Príncipe del Sacro Romano Imperio, Barón de Alcarrás: Barón de Canoves; Villalba Saserra; Samalús, en Cataluña, Barón de El Huerto, Permisan, Angavieso, Almuniente, Las Casetas, Peralta, en Aragón, Barón de Bressi, Sant’Angelo, Paripayda, Belice, Pertrabolice, Capulla y sus nueve feudos, en Sicilia, Señor del: Valle de Juanetas, Monte Frula, Señor de la Torre de Godmar. Jefe y pariente mayor de la Serenísima casa de Gonzaga en Mantua, Jefe y pariente mayor de la Serenísima casa de la Arborea en Cerdeña, de las de Urries, Diéz de Auz, Ximénez Cerdá y Gurrea en Aragón.

 

Casado con María de la Asunción de Bobadilla y Martínez de Arinzala, tuvieron 6 hijos: María Josefa, Carlos -que falleció a los pocos meses de nacer y era gemelo con María de la Concepción-, Luis Gonzaga, Francisco de Borja, María de la Concepción e Ignacio. 

 

Antes de seguir hablemos de otro personaje. Miguel Burro Fleta nació en Albalate de Cinca (Huesca) un 28 de diciembre de 1893. De familia humilde, se dedicó durante los primeros años de su vida a conrear el campo. Allí desarrolló empezó a cantar. Esa afición pronto se convirtió en el pasaporte para poder dejar la dura faena del campo. Miguel Fleta, que suprimió el apellido paterno se trasladó a Barcelona y empezó a recibir clases de canto y solfeo en el Conservatorio de Barcelona.

 

Una vez terminados sus estudios en Barcelona, marchó a Italia para perfeccionarlos. En el año 1919 debutó en Trieste con el rol de Paolo de la ópera Francesca da Rimini de Zandonai. Poco después debutó en España, concretamente en el Teatro Real de Madrid con la ópera Carmen de Bizet. En el año 1923 cruzó el charco, debutando en el Metropolitan Opera House de Nueva York con Tosca de Puccini y L’amico Fritz de Mascagni. La carrera de Fleta ya no tenía límite. La Scala de Milán lo eligió para que estrenara Turandot, la ópera póstuma de Puccini. Era el año 1926.

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Antes del estreno milanés, Fleta debutó en el Liceo de Barcelona con la ópera Carmen. Era el 5 de noviembre de 1925. El éxito fue absoluto y desde esa fecha hasta 1933 cantó ininterrumpidamente en el Liceo. Es más que conocida la pugna que se creó en el Liceo entre los partidarios de Miguel fleta y los partidarios de Hipólito Lázaro. Miguel Fleta murió en La Coruña el 30 de mayo de 1938.

 

¿Qué relación tiene Miguel Fleta con el duque de Solferino? La verdad es que Miguel Fleta se lo debe todo. Fleta era mulero en las propiedades que Manuel de Llanza tenía en Huesca. En uno de sus viajes oyó cantar al joven Fleta. Convencido de que aquel muchacho podía llegar lejos, le pagó los estudios en Barcelona e Italia. Así pues, puede decirse que el duque de Solferino le abrió las puertas a Fleta hacia su posterior carrera operística.

 

Sigamos con el duque de Solferino. Durante la I Guerra Mundial hubo disparidad de posicionamientos en el seno del Carlismo. Don Jaime se inclinó hacia el bando aliado. Ahora bien, la amistad y el parentesco que tenía con los Habsburgo hizo que se declarara neutral. La posición de don Jaime era lógica. Era de origen francés, había recibido el apoyo de los legitimistas franceses, era pariente de Enrique V, conde de Charmond, y, finalmente, su servicio de armas en el ejército ruso, son claves para comprender que fuera francófilo y no germanófilo. A excepción de un reducido grupo de carlistas, el resto de la Comunión Tradicionalista se posicionó del lado germanófilo.

Como consecuencia de la guerra, don Jaime quedó incomunicado, no pudiendo ejercer sus funciones. Fue la Junta Suprema la que llevó, durante esos años, la dirección del Carlismo.

 

Una vez concluida la guerra, don Jaime publicó un manifiesto donde, entre otras cosas, pedía cuentas a los dirigentes que, de forma pública, habían defendido los Imperios Centrales, esto es, se habían posicionado germanófilos. Don Jaime quería depurar responsabilidades contra todos aquellos que habían traicionado su confianza.

 

Ante aquella reacción de don Jaime, un grupo de carlistas lo fueron a ver a París. Don Jaime no los recibió, pues estaban en la lista negra. Ante la reacción del pretendiente, Juan Vázquez de Mella publicó un manifiesto en el cual, a parte justificar su posicionamiento germanófilo, atacó abiertamente a don Jaime. El ataque se centró en acusarle de absolutismo, cesarismo y en reprocharle su actitud europeísta, muy contraria a la que hubiera tomado Carlos VII. Don Jaime reaccionó disolviendo la Junta Suprema -partidaria de los postulados de Vázquez de Mella- y nombrar a Pascual Comín como secretario general. El peso, dentro de la Comunión Tradicionalista, de Vázquez de Mella era muy fuerte, pero, la obediencia al rey hizo que muchos, aunque partidarios de las tesis mellistas, se mantuvieran fieles al monarca.

 

Siguieron a Vázquez de Mella el duque de Solferino, el marqués de Valdespina, el marqués de Cerralbo, Tirso de Olazábal, Luis Lezama Leguizamón, Pedro Vives Garriga, Ricardo Oreja y Víctor Pradera, entre otros.

Como ocurrió con la escisión integrista, varios periódicos siguieron fieles a don Jaime. Estos fueron: El Correo Catalán, El Correo Español y El Pensamiento Navarro. Los mellistas fundaron un periódico, El Pensamiento Español, que tenía que servir como plataforma para dar a conocer sus ideales. Dirigido por Miguel Fernández Peñaflor, el primer número apareció el 16 de septiembre de 1919 y dejó de publicarse en 1922.

El mellismo en poco vario de los postulados marcados por don Jaime. Eran dos partidos cuya única diferencia radicaba en ser o francófilo o germanófilo. Así, los puntos programáticos del mellismo se pueden resumir en siete puntos:

 

La unidad católica.
La constitución interna de la monarquía con Cortes, Consejos y Rey.
La autonomía del municipio.
El reconocimiento jurídico de la región y de las instituciones históricas de los reinos de España.
La reclamación de Gibraltar.
Formar una confederación con las antiguas colonias transoceánicas.
La defensa del orden social y las instituciones tradicionales.

 

Una vez finalizadas las elecciones de 1919, los mellistas se presentaron ante la opinión pública como Partido Católico Tradicionalista. Jaime del Burgo escribe que “su separación de don Jaime fue puramente ocasional y no lo condujo, como a otros, a aberraciones de conducta ni oposiciones contradictorias con su manera de pensar no con su pasado”.

 

Por lo que respecta al duque de Solferino, seguir a Vázquez de Mella le supuso una ruptura con el aparato político del Carlismo catalán. El 14 de marzo de 1919 El Correo Catalán publicó una carta firmada por Pascual Comín, donde admitía la dimisión presentada por el duque de Solferino como miembro de la Junta Regional. Comín nombró una nueva Junta encabezada por Miguel Junyent. Asimismo, dejó de ser presidente del consejo de administración de El Correo Catalán, siendo sustituido por Octavio Doménech. Así pues, el duque de Solferino rompió su vinculación con El Correo Catalán, cuya presidencia ostentó desde que el periódico fue adquirido por el Fomento de la Prensa Tradicionalista. Hay que mencionar lo siguiente. A pesar de la disidencia del duque de Solferino, El Correo Catalán y su director, Miguel Junyent, jamás se publicó nada en contra del duque o de Vázquez de Mella. Las únicas referencias aparecidas en el diario son la carta comentada de Comín y una editorial de Junyent en la cual explica su posicionamiento al lado de don Jaime. Con esto se deduce que, a pesar de las diferencias, el respeto hacia la figura del duque de Solferino permaneció intacto.

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¿Por qué el duque de Solferino siguió a Vázquez de Mella? Se podría decir que por amistad. Recordemos que el duque y Mella eran grandes amigos. Gran parte de la obra de Mella fue escrita en la Torre Godmar, propiedad de Solferino. Puede parecer lógico que lo respaldase como amigo. Ahora bien, el duque de Solferino siempre fue germanófilo. Por ejemplo, sus hijos tenían una institutriz alemana que les enseñaba este idioma. Por lo tanto, la decisión del duque no fue pasional sino por convicción.

 

Solferino quedo postergado como político carlista. Únicamente conservó su escaño en el Senado. Esa fue su vinculación política hasta 1923. Desde esa fecha hasta su muerte no ostentó ningún cargo público. Una persona que tanto había hecho por el Carlismo no sólo en Cataluña, sino en España, fue desvinculada de toda actividad por el simple hecho de haber seguido a Vázquez de Mella. Dicho de otra manera, por haber sido fiel a sus principios. Como hemos visto anteriormente, la única diferencia entre unos y otros era su posicionamiento germanófilo o francófilo. 

 

¿Traicionó el duque de Solferino a don Jaime? Sería fácil decir que sí, pero, no estaríamos diciendo la verdad. Solferino nunca traicionó a su rey, sólo pensaba diferente que él. Si bien es cierto que se apartó de la vida política, nunca abandonó sus ideales. Nunca se apartó del Carlismo. Nunca dejó de ser lo que había sido a lo largo de su vida. No se traicionó a sí mismo y, por lo tanto, no pudo traicionar a su rey. Esto queda perfectamente resumido en el telegrama que envió don Jaime a la familia del duque cuando éste falleció. En él don Jaime decía que “siento inmenso pesar por la pérdida del fiel amigo y me asocio a vuestro intenso dolor”. A pesar de todo y por encima de todo, don Jaime siempre tuvo en Solferino un amigo fiel. Esto es lo único que importa. Y lo mismo podemos decir de Vázquez de Mella. Por lo tanto, no hubo traición sino discrepancias de pensamiento.

 

Después de dejar su cargo como senador por derecho propio, la vida pública del duque de solferino se redujo mucho. El motivo es claro, al haber seguido a Vázquez de Mella y, por derivada, abandonar la disciplina de partido, le fueron retirados todos los cargos públicos. Además, el mellismo no tuvo la fuerza que, en su momento tuvo el integrismo. Con esto queremos decir que no se crearon dos grupos independientes. El mellismo se desvaneció en el momento que Vázquez de Mella desapareció de la vida política española. Manuel de Llanza y Pignatelli de Aragón falleció en Barcelona el 18 de julio de 1927 como consecuencia de una embolia pulmonar, tal y como se desprende de la partida de defunción:

 

Al conocerse la muerte, Jaime de Borbón envió a la familia el siguiente telegrama: “Siento inmenso pesar por la pérdida del fiel amigo y me asocio a vuestro intenso dolor. Doy mi representación a la Junta Regional. Jaime”. El secretario de Alfonso XIII, Emilio María de Torres y González-Arnao, marqués de Torres de Mendoza, hizo llegar a la familia del finado el siguiente telegrama: “S.M. el Rey, respetando sentimientos de lealtad e ideales políticos del duque de Solferino creyó más delicado no hacerse representar en el entierro, pero agradecerá que en su real nombre transmita a V. E. familia su más sentido pésame por fallecimiento de éste buen patriota a quien tanto apreció por sus cualidades y por haberse mostrado dispuesto a servir a los intereses de España y la causa del orden”. Ambas dinastías reconocieron a este prohombre que, como ellos, salía en el Almanaque de Gotha.

Autor

César Alcalá