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El juzgado de primera instancia de San Feliu de Llobregat (Barcelona), hizo público el siguiente edito el 20 de enero de 1838:

Siendo muchos los ayuntamientos de este partido que no han cumplido con lo que previene en la circular de 20 de diciembre último expedida a consecuencia de la de S.E. el tribunal pleno de la audiencia territorial de fecha 15 del mismo mes sobre que bajo su responsabilidad me remitiesen las oportunas relaciones en que resulten las oportunas relaciones en que resulten los que de sus términos hayan sido sacrificados por el tirano de Cataluña el ex conde de España con lo demás que en dicha circular se expresa: prevengo a los Alcaldes y ayuntamientos contestando a dicha circular lo verifiquen dentro el preciso término de 4 días bajo su más estrecha responsabilidad, sin perjuicio de ponerlo en conocimiento de la superioridad”.

¿Quién era el conde de España? Carlos José Enrique d’Espagne, de Courserans, de Cominges, y de Foix, Cabalby, d’Espras, Orbesan y Dupac, era el hijo menor del marqués don Enrique Bernardo d’Espagne. Nació el 15 de agosto del 1775 en el castillo de Remefort (Ariége). En su casa paterna se formó en instrucción y cultura. En 1791 el castillo fue asaltado por los revolucionarios. Después de la prisión de Luis XVI, su padre se ofreció para constituirse junto con sus tres hijos en rehenes, más denegada la solicitud por la Convención, supo que iba a ser preso por lo que el marqués con sus hijos emigró a Alemania entrando en el llamado Ejército de los Príncipes, siendo destinado el joven Carlos a la Compañía de Nobles mosqueteros, en la Brigada que mandaba su padre. Disuelto el Ejército de los Príncipes, pasaron el padre y los tres hijos de Holanda a Inglaterra y, mientras el marqués se dirigía a España para entrar en el servicio de Carlos IV, los tres hermanos Andrés, Arnaldo y Carlos fueron a servir al Regimiento Francés Royal Emigrants con el que hicieron la campaña del 1793. Poco después el marqués los llamó a España. Arnaldo no quiso dejar Inglaterra, y formó parte del Cuerpo de emigrados franceses que en 1795 desembarcó en Quiberón y en aquella infausta jornada murió. Mientras esto ocurría, Carlos con su padre y su hermano Andrés hicieron la guerra del Rosellón contra la república francesa, siendo el marqués Coronel agregado de la Legión Real, Cuerpo de emigrados franceses, y los dos hijos tenientes del mismo regimiento, que luego fue batallón de la reina. Al firmarse la paz, Carlos fue nombrado Capitán en el regimiento de Borbón donde estaban los emigrados franceses, y su hermano pasó a la caballería. Habiendo sido trasladado el regimiento de Borbón a Mallorca, Carlos d’Espagne casó con doña Dionisia Rossiñol, de Desplá y Comellas, de aristocrática familia mallorquina.

En Mallorca fue ayudante del Capitán General Juan Miguel de Vives. Estando en este destino fue comisionado para la evacuación de los ingleses de Mahón, conforme a la paz de Amiens, habiendo conseguido que se llevara a cabo con unos días de anticipación a la fecha que debía efectuarse. Al estallar la guerra de la Independencia el general Vives fue nombrado Capitán General de Cataluña, acompañándole su ayudante que ya utilizaba oficialmente su apellido castellanizado de Carlos de España. Tomó parte en la campaña del Principado y al ser trasladado el general Vives a la Capitanía general de Castilla le siguió, habiendo sido ascendido a Teniente Coronel, confiándosele luego el mando del batallón de Tiradores de Castilla. Por su comportamiento en las acciones de Barba de Puerco, Alcántara y Puerto de Baños, ascendió a coronel y después de la batalla de Tamames y ataques de Fresno, Medina del Campo, Alba de Tormes, Puerta de Pico y Cáceres ascendió a brigadier en 1810. Al frente de su brigada estuvo en la acción de Trujillo, asistió al combate de la Roca, asaltó la Alcoleta, participó en la acción de Abrantes y fue herido en el asalto de Badajoz. Estuvo luego en la acción de Evora y en la famosa batalla de Albuera recibió una lanzada. En recompensa de sus méritos le fue concedida la faja de Mariscal de Campo.

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En 1814 mandaba la División española que entró en Francia, batiéndose todavía contra los franceses en la acción de Bayona. Durante la guerra de la Independencia, al ser recuperado Madrid por los españoles, fue Comandante General y jefe político de dicha provincia. En 1815 pasó destinado a mandar una división que debía intervenir en Francia durante el período conocido por los “Cien días”, pero la victoria de los aliados en Waterloo hizo innecesaria su actuación. Comandante general de Tarragona antes de recibir dicho mando, volvió al mismo destino cuando los temores de restauración del Imperio en Francia quedaron disparados.

En 1818 fue segundo cabo en la Capitanía General de Cataluña de cuyo cargo fue depuesto al triunfar la revolución constitucionalista iniciada por Riego en Cabezas de San Juan. La regencia de Urgell, teniendo en cuenta que en 1815 había ascendido a teniente general y en 1818 le había conferido Fernando VII el título de Conde de España, y conociendo su fidelidad inquebrantable al Rey, sus convicciones antiliberales y su capacidad militar, le nombró Virrey de Navarra, tomando el mando de las tropas de vanguardia de la expedición franco-española del duque de Angulema en 1823. Triunfante el régimen absoluto de Fernando VII, fue en 1824 nombrado Capitán general de Aragón. En 1825 reprimió la misteriosa sublevación del general Bessières, cumplimentando estrictamente las órdenes recibidas de Madrid, y en ese mismo año fue nombrado comandante de la Guardia Real de Infantería.

En 1827 pasó a Cataluña con el cargo de Capitán general. El conde de España, fiel siempre a los deberes de su cargo y a las órdenes recibidas, desplegó el mismo rigor contra los realistas puros que contra los liberales. En esa época, sobre la severidad del Conde, llegó a escribirse: La historia culpa al Conde de España; nosotros aseguramos que fue sólo el instrumento tan obediente como sumiso, tan rígido como militar, y militar de otro siglo. Fue destituido 11 de diciembre del 1832.

La Junta Carlista de Berga, iniciaron conversaciones con él para que se adscribiera al Carlismo. Los primeros contactos se produjeron en el 1835. El Conde tenía que entrar, desde Francia por la frontera catalana. Impensablemente se dejó detener por los gendarmes. De allí fue trasladado a Lille. Permaneció confinado en esta Ciudadela hasta que pudo salir de ella fingiendo estar loco y enfermo. El 4 de julio del 1838 ya estaba en Cataluña, donde ocupó el cargo de Capitán general del ejército carlista. A parte de su vertiente militar, durante la guerra de los siete años, el conde de España posibilitó la creación de la Universidad carlista de San Pedro de la Portella. Con el tiempo la Junta de Berga consideró que se había excedido en crueldad, sobre todo en Olvan, Gironella y Berga. Esto provocó su detención y destitución. Un rápido juicio ordenó su ejecución. Sus mismos compañeros lo estrangularon y lo lanzaron al río Segre. Su asesinato se produjo en Coll de Nargó el 2 de noviembre del 1839.

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¿Qué le ocurrió a su testa? En el año 1840 una tal María Roset, hija de un médico y catedrático de la Universidad de Cervera, que a la sazón fue amigo del conde de España, su hermano José Roset, el señor Caba, un pariente de éstos, y dos sirvientes, decidieron ir a la feria de Orgañá. Al pasar por el Coll de Nargó, uno de los criados les mostró el lugar donde había sido muerto el Conde de España y su tumba. José Roset, que era médico como su padre, deseó tener un recuerdo del que fuera gran amigo de su padre. Según parece, ayudado por sus compañeros de viaje, abrieron la tumba del Conde, cogió la testa, la depositó dentro de una bolsa y se marcharon.

Los Roset poco después de cometer el robo del cráneo, fueron sorprendidos por una cuadrilla de ladrones. Durante ocho días permanecieron en manos de estos criminales, sin que nadie los reclamara. Los cautivos consiguieron huir y regresaron a Igualada, su ciudad natal, con la testa del conde de España. José Roset deseaba hacer un estudio frenológico del cráneo. Años después marchó a las Filipinas y, según cuentan, la cabeza del Conde viajó con él. Alguna enfermedad tropical acabó con la vida del médico. Malas lenguas opinaban que la maldición del Conde había matado al insigne doctor. La ignorancia de la gente crea mitos y leyendas poco creíbles. En carta testamental, José Roset legó a su hermana Antonia, todos sus bienes. Así pues, hizo traer desde las Filipinas muebles joyas, efectos personales y el cráneo, de nuevo, a Igualada.

Antonia Roset depositó el cráneo en la iglesia de San Agustín, donde se estableció la Congregación de la Buena Muerte. ¡Que nombre tan adecuado para nuestra historia! Antonia Roset, al morir, dejó como herederos del cráneo a estos religiosos.

Autor

César Alcalá