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“Que lo sepan la izquierda marxista y los que esconden bajo el disfraz de las autonomías ambiciones separatistas. Que lo sepan esos que escudados en la moderación sólo se comprometen con sus intereses y sus mentiras. Una sola palabra: España.” 

Juan Carlos I

 

«Si el valor puede demostrarse -ha dicho su Majestad el Rey con motivo de la Pascua Militar- en muchos sentidos y de muchas maneras, yo desearía hoy tener presente esa definición de que el valor consiste en buscar la verdad y decirla».

 

…Buscar la verdad y decirla…

He aquí, sin duda, un verdadero mensaje real.

He aquí, sin duda, una lección para la actual clase política española.

 

…Buscar la verdad y decirla… es la máxima demostración de «valor» que puede darse. Tanto, podría añadirse, que la Laureada de San Fernando no sólo debería concederse a quienes realizan un acto de valor supremo en pleno combate, sino también a quienes en la vida cotidiana tuviesen el valor supremo de «buscar la verdad y decirla». Porque ocurre que el hombre (y más si es político) se ha familiarizado de tal modo con la mentira que ya no sabe no sólo lo que es la verdad sino tan siquiera plantearse la necesidad de buscarla. Y así le va a la Humanidad y así le va a España.

 

«Una vez más, repito que confío –siguió diciendo ese mismo día el Rey- ciegamente en que la verdad se abra paso por encima de todo y resplandezca para iluminar hasta los más recónditos entresijos de unos acontecimientos que de manera tan directa afectaron a la vida española en el año 1981″.

 

…Buscar la verdad y decirla…

…Que la verdad se abra paso por encima de todo…

 

Y Unamuno se pregunta: «pero ¿qué verdad?…»

¿Esa verdad que los tomistas dividen desde el artículo primero del capítulo segundo de la sección segunda de su libro primero en metafísica, lógica y moral?

 

«Dejando ahora a Fray Zeferino –sigue Unamuno- digamos que la verdadera verdad, la verdad radical es esta última, la que llama moral. De ella arranca la otra, la lógica… A lo contrario de la verdad lógica se llama error, y a lo contrario de la verdad moral se llama mentira. Y es claro que uno puede ser veraz, decir lo que piensa, estando en error, y puede decir algo que sea verdad lógica mintiendo».

 

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Por eso, viene a decir el gran Unamuno, que no es el error quien mata al alma, sino la mentira. Que es mejor errar creyendo que acertar mintiendo.

 

«Hagamos examen de conciencia -ha dicho el Rey en la reunión celebrada hace unos días con los Consejos Superiores de los tres Ejércitos- y llevemos también a la conciencia de todos la necesidad suprema del cumplimiento de la ley, del respeto a la libertad y del culto a la verdad».

 

…es decir, el único culto perfecto que puede rendirse a Dios… porque el Reino de Dios no es otro que el reino de la verdad.

 

Sólo la verdad os hará libres… porque quien teme a la verdad siempre será esclavo de sí mismo. La verdadera libertad está reñida con la mentira, porque donde hay mentira no puede haber libertad.

 

«Y bien, en resumen: ¿qué es verdad? Verdad es –se dice Don Miguel– lo que se cree de todo corazón y con toda el alma. ¿Y qué es creer algo de todo corazón y con toda el alma? Obrar conforme a ello. Para obtener la verdad lo primero es creer en ella, en la verdad, con todo el corazón y con toda el alma; y creer en la verdad con todo corazón y toda el alma, es decir lo que se cree ser verdad siempre y en todo caso, pero muy en especial cuando más inoportuno parezca decirlo… ¡Decid vuestra verdad siempre, y Dios os dirá la suya!»

 

En verdad, en verdad confieso que me ha sorprendido gratamente que el Rey les hable a los políticos (en este caso a través de los militares) del «culto a la verdad» y de que el verdadero valor es aquel que busca la verdad y la dice.

 

Al menos, creo que ha sido oportuno comenzar el año 1982 hablando de la «verdad». España necesita enfrentarse a su verdad de hoy sin miedo y con valor. Porque quien no se enfrente a la verdad y se lava las manos -como Pilatos- tarde o temprano acaba siendo un esclavo de la mentira. Y en la mentira no puede haber libertad… ni Democracia.

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«Y como resumen de mis pensamientos -terminaba su último discurso el Rey Juan Carlos-, como compendio de mis sentimientos de siempre, una sola palabra: España. Ella nos define y nos engrandece. Con ella debemos sentirnos crecidos y comprometidos. No la defraudemos jamás».

 

Que lo sepan la izquierda marxista y los que esconden bajo el disfraz de las autonomías ambiciones separatistas. Que lo sepan esos que escudados en la moderación sólo se comprometen con sus intereses y sus mentiras. Una sola palabra: España.

 

Hay que buscar la verdad y decirla. Hay que llevar a la conciencia de todos los españoles la necesidad suprema del culto a la verdad.

 

Claro que para un espíritu que navega en la duda, como navega el mío, hablar de la «verdad» es volver al desasosiego y a las sombras. Porque ¿qué es la verdad?… ¿cuál es la verdad, Majestad?

 

Le juro que daría mi alma por saber la verdad de lo que está ocurriendo en España y poderla decir a mis lectores.

 

Y le juro que yo no quiero defraudar a España ni defraudarme a mí mismo.

 

(Heraldo Español Nº 83, 20 al 26 de enero de 1982)

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.