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ME pides, amigo mío, que te defina la situación actual y que te saque de dudas con respecto al futuro inmediato de España. Me preguntas y te preguntas si merece la pena seguir defendiendo la idea de Patria que hasta ahora hemos tenido. «¿Por qué -te preguntas y preguntas- vamos a seguir erre que erre hablando de la Unidad de la Patria si la mayoría del pueblo español parece aceptar de buen grado este «Estado de las Autonomías»?, ¿por qué vamos a seguir insistiendo en los males del marxisrno si la mayoría del pueblo y hasta los banqueros más significados lo votan y están dispuestos a colaborar con un gobierno socialista-marxista?» Te preguntas y me preguntas: «¿por qué vamos a seguir alertando de lo que nos espera si el pueblo español sólo piensa ya en los mundiales y en las vacaciones?, ¿por qué vamos a seguir llorando la muerte de nuestros mejores hombres en el Norte si la mayoría del pueblo ya empieza a ver incluso con simpatía los ideales políticos de la ETA?…, ¿por qué vamos a seguir criticando el sistema democrático y pluripartidista si la mayoría del pueblo español parece estar satisfecho y esperanzado?…, ¿por qué vamos a seguir hablando de la corrupción de los ayuntamientos democráticos si el pueblo les sigue votando a la hora de las urnas?…, ¿por qué vamos a seguir defendiendo la idea de familia que siempre hemos defendido si las propias familias españolas luego apoyan a quienes defienden el divorcio, el aborto, el amor libre y la total libertad sexual?… ¿No será -te preguntas y me preguntas- que hemos perdido la brújula y que nuestro rumbo ya no es el rumbo del pueblo español?».

 

Te aseguro, amigo Nieto, que tus dudas han conseguido infiltrarse en mi alma y que mis ideas están, ahora mismo, enturbiadas por la fuerza de los hechos. Tanto, tanto que si mis convicciones no fueran tan firmes y mi fe tan grande… hoy mismo optaría por el abandono, pues tratar de rescatar a la princesa de las fauces del monstruo, cuando la propia princesa se siente «encantadísima» en su secuestro, me parece absurdo, vano y antidemocrático.

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Te aseguro, amigo Nieto, que si no fuese porque aún sigo creyendo que la España inmortal tendrá que despertar un día de este letargo en que la han sumido la verborrea y las promesas… ¡ahora mismo recogía mis papeles y hacía las maletas del destierro! Porque nadar contra corriente nunca es fácil ni rentable…

«¿Entonces?» me preguntas lleno de incertidumbre y casi aterradoramente.

 

—Entonces… -te respondo con el corazón en la mano- que no hay más remedio que seguir adelante. ¿Qué cómo? Al estilo de Unamuno. Lee lo que dice don Miguel:

«¡Poneos en marcha! ¿Qué adónde vais? La estrella os lo dirá: ¡al sepulcro! ¿Que qué vamos a hacer en el camino mientras marchamos? ¿Qué? ¡Luchar! ¡Luchar!, y ¿cómo?… ¿Cómo? ¿Tropezáis con uno que miente? gritarle a la cara: ¡mentira!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que roba? gritarle: ¡ladrón!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que dice tonterías, a quien oye toda una muchedumbre con la boca abierta?, gritarles: ¡estúpidos!, y ¡adelante! ¡Adelante siempre!».

¿Sabes cuál ha sido nuestro pecado? ¿sabes por qué se nos persigue?…, ¿sabes por qué, ni tú, a veces, nos entiendes?…

 

Sencillamente: porque nos adelantamos en el tiempo; porque supimos ver lo que iba a ocurrir en España… ¡porque hemos dicho siempre la verdad… aunque duela!

 

Ese ha sido nuestro pecado: leer el futuro y tener el valor de decirlo. Adivinar los «planes» del enemigo y denunciarlos en la plaza pública… sin miedos y sin tapujos.

 

Y perdona que te recuerde algunas cosas:

 

¿Quién dijo abiertamente que el señor Suárez -cuando todos le aplaudían y le alababan- no era el hombre idóneo para hacer la transición y que llevaría a España implacablemente al desastre? ¿Quién dijo que la UCD no era un partido y que se hundiría en el fango en cuanto peligrasen las prebendas de sus miembros?… ¿Quién dijo que el Centro nunca podría ser en España una opción mayoritaria?, ¿quién dijo que sin «autoridad y orden» la democracia nos llevaría al desastre?; ¿quién dijo que no era bueno para la Monarquía que el Rey se identificase pública y ostentosamente con el señor Suárez?; ¿quién vaticinó que detrás de las aspiraciones autonomistas había claros objetivos separatistas y de independencia?…, ¿quién dijo que en la Democracia era fundamental dominar los medios de comunicación?, ¿quién dijo que el texto constitucional llevaba dentro el germen de la división, el caos empresarial, la ruptura de la Unidad y el casi seguro triunfo del marxismo?

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Pues ahí están, amigo mío, las páginas de aquel «IMPARCIAL» que yo dirigí y aquí están las páginas de este «HERALDO» que a duras penas sobrevive.

 

¡Ese ha sido nuestro pecado: intuir, ver y denunciar lo que, necesariamente, iban a hacer con España!

 

(Heraldo Español Nº 98, 2 al 8 de junio de 1982)

 

 

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.