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Seguimos hoy, dentro de la serie «El otro Franco» que Julio Merino viene escribiendo para «El Correo de España» con la publicación del «Trabajo fin de Grado» del escritor asturiano Daniel Lumbreras titulado «Francisco Franco, articulista de incógnito», (Universidad Carlos III de Madrid) por su interés histórico y su gran novedad. Lumbreras, dirigido por los catedráticos Don Carlos Sánchez Illán y Doña Matilde Eiroa San Francisco, ha conseguido localizar, con todos los inconvenientes de la España de hoy, los 91 artículos que el que fuera Caudillo y Jefe del Estado Español publicó en el diario ARRIBA entre 1945 y 1960, con los seudónimos de «Hispánicus», «Jakim Boor» y «Macaulay».
Labor periodística que, como hace unos días publicó «El Correo de España», le valió a Franco el nombramiento de Periodista por parte de las Asociaciones de la Prensa de España y la entrega del Carnet número de los periodistas en un acto que se celebró en el Pardo (21-6-1949) con la presencia de los Directores de los Periódicos más importantes de aquellos años.
«Hispanicus»:
«Lo político, lo económico y lo social»
Autor: Daniel Lumbreras
(3)
El título de esta segunda categoría, que se trata en otro apartado por razón de su relevancia y extensión, está tomado de un artículo del propio Hispanicus, «Lo político, lo económico y lo social», en el que propugna que se deben abordar las tres cuestiones a la vez para mejorar España y defender el Imperio social y católico (HISPANICUS 1947e: 1). Esta categoría tiene de particular el que solo es abordada por los seudónimos Hispanicus y Macaulay (y este solamente para asuntos internacionales), nunca por Jakim Boor. Su importancia cuantitativa es menor que la de la primera categoría (31 artículos de los 91, el 34 %) y menos tratada por la literatura sobre Franco, pero a veces igual de combativa en sus escritos. Por la falta de fuentes sobre estos apartados, y por la extensa contextualización de la economía española en el capítulo del marco teórico–histórico, los comentarios aquí serán muy someros.
El comentario de política internacional es la variable central de esta categoría, con 23 repeticiones (74 %). Aquí Franco se permite a veces digresiones en tono pacífico, como la de «Sistemas políticos», en la que analiza las diversas formas de gobierno que sucedieron a la Gran Guerra y las complejidades de los pueblos; termina dictaminando que hay que juzgar a los regímenes por su naturaleza moral y no por contiendas bélicas (HISPANICUS 1947a: 1). No falta espacio para criticar la soberbia inglesa que en su decadencia arrastra a los demás países (MACAULAY 1947c: 1). Ocasionalmente Franco ejerce de arbitrista, convocando al mundo occidental para liberar a las naciones sometidas al yugo del comunismo (HISPANICUS 1948: 1) o incluso dar lecciones de política 85 económica a Estados Unidos, cuyo proteccionismo juzga beneficioso para Rusia (HISPANICUS 1949: 1,6).
Los artículos de Franco nacen defendiendo el régimen vigente en España, que acumula 15 ítems en esta categoría (un 48 %), siendo la apologética del franquismo la segunda variable más significativa. Ya en «Política clara», el primero de ellos, reivindica la revolución de la que se lamenta la vieja política y que es mejor que el parlamentarismo anterior. Dice Hispanicus que el suyo es un programa nacional con instituciones orgánicas, sin distinciones de izquierda o derecha (HISPANICUS 1945a: 1, 4). En «Meditación» se congratula de la pureza espiritual de una revolución que camina «por el Imperio hacia Dios» (HISPANICUS 1947d: 1). Opina también sobre la llevanza de las finanzas estatales, por ejemplo, en «El progreso económico», en el que defiende la necesidad ocasional del déficit público y reclama una nueva ley tributaria (HISPANICUS 1947g: 1).
Las digresiones sobre el pasado son la tercera variable más repetida en esta categoría, con 14 ítems (un 45 %). El Caudillo escribe no sólo sobre la historia de su país, también la extranjera: en «‘Memento'» desarrolla la efemérides de la invasión de Finlandia por parte de Rusia, que no pudieron parar los voluntarios anglosajones (MACAULAY 1947b: 1, 3). Franco recoge numerosas afrentas contra la España que el defiende, como las cometidas por Inglaterra en los últimos 100 años (MACAULAY 1948b: 1). Una exposición del juicio del Generalísimo sobre la Historia de España reciente puede hallarse en el artículo «Nuestra revolución»: la Restauración estuvo plagada de políticos ineficaces que perdieron la oportunidad de construir un Imperio, la Dictadura de Primo de Rivera fue beneficiosa para el país y la República fue poco menos que el Apocalipsis, dando lugar a que se empoderasen grandes enemigos de la Patria como las logias, el comunismo y el ateísmo (HISPANICUS 1947b: 1).
Nombre del artículo
Día
Mes
Año
Hispanicus
Política clara
9
Marzo
1945
Hispanicus
Comentario al sindicalismo internacional
19
Marzo
1945
Hispanicus
La crisis del comunismo
22
Marzo
1945
Hispanicus
¡España es la que acusa!
3
Noviembre
1946
Hispanicus
Alerta
6
Diciembre
1946
Jakim Boor
Masonería y comunismo
14
Diciembre
1946
Hispanicus
Un cuarto a espadas
12
Diciembre
1946
Hispanicus
El hecho social
24
Diciembre
1946
Jakim Boor
Política internacional
4
Enero
1947
Jakim Boor
¿Democracia?
5
Enero
1947
Hispanicus
Sistemas políticos
14
Enero
1947
Hispanicus
Nuestra revolución
15
Enero
1947
Hispanicus
Economía e inflación
29
Enero
1947
Hispanicus
Meditación
30
Enero
1947
Hispanicus
Especuladores
31
Enero
1947
Hispanicus
Lo político, lo económico y lo social
1
Febrero
1947
Jakim Boor
La masonería, signo liberal
5
Febrero
1947
Macaulay
«Memento»
6
Febrero
1947
Hispanicus
El progreso económico
9
Febrero
1947
Macaulay
Rectificación necesaria
28
Febrero
1947
Jakim Boor
Tradiciones masónicas
1
Marzo
1947
Macaulay
Comentario
2
Marzo
1947
Hispanicus
Errores económicos
9
Marzo
1947
Macaulay
Serenidad
26
Agosto
1947
Hispanicus
Huelga, justicia y libertad
11
Diciembre
1947
Hispanicus
Actualidad
28
Enero
1948
Hispanicus
Ante el comunismo una política
13
Febrero
1948
Hispanicus
Ante el comunismo la situación
15
Febrero
1948
Hispanicus
Posiciones claras
10
Marzo
1948
Hispanicus
Único camino
21
Marzo
1948
Jakim Boor
El gran secreto
4
Abril
1948
Hispanicus
El mal que nos hacen
13
Abril
1948
Macaulay
Constancia
18
Abril
1948
Macaulay
«La malquerida»
9
Julio
1948
Macaulay
En el fango
14
Noviembre
1948
Jakim Boor
Los que no perdonan
16
Febrero
1949
Hispanicus
Socialismo y comunismo
18
Febrero
1949
Jakim Boor
Un secreto desvelado
2
Marzo
1949
Hispanicus
Dilema
25
Junio
1949
Hispanicus
Realismo
15
Julio
1949
Jakim Boor
El gran odio
16
Julio
1949
Jakim Boor
El gran fraude democrático
6
Agosto
1949
Jakim Boor
Alta masonería
9
Agosto
1949
Jakim Boor
Bajo la dictadura masónica
19
Agosto
1949
Jakim Boor
Conspiraciones masónicas
31
Agosto
1949
Macaulay
Albión
4
Diciembre
1949
Jakim Boor
Masonería
11
Diciembre
1949
Macaulay
Dialéctica fácil
18
Diciembre
1949
Jakim Boor
Una frase lapidaria
12
Febrero
1950
Macaulay
Servicios secretos
19
Febrero
1950
Jakim Boor
Enemigos eternos
22
Febrero
1950
Jakim Boor
Crímenes de las logias
19
Marzo
1950
Jakim Boor
Grados y pruebas
26
Marzo
1950
Jakim Boor
Historia masónica
2
Abril
1950
Jakim Boor
Persecuciones religiosas
9
Abril
1950
Jakim Boor
Masonería anticatólica
16
Abril
1950
Jakim Boor
Las logias son políticas
23
Abril
1950
Jakim Boor
Maquinaciones bélicas
30
Abril
1950
Jakim Boor
Internacionalismo
17
Mayo
1950
Jakim Boor
Asociaciones y congresos
21
Mayo
1950
Jakim Boor
La diplomacia del triángulo
28
Mayo
1950
Jakim Boor
La «ferrerada»
4
Junio
1950
Jakim Boor
Conspiraciones antiespañolas
11
Junio
1950
Jakim Boor
Masonería española
18
Junio
1950
Jakim Boor
Las grandes conjuras
25
Junio
1950
Jakim Boor
Aclaración a un artículo
27
Junio
1950
Jakim Boor
De Yalta a Potsdam
2
Julio
1950
Jakim Boor
Maniobras masónicas
9
Julio
1950
Jakim Boor
Acciones asesinas
16
Julio
1950
Jakim Boor
Daños a España
23
Julio
1950
Jakim Boor
Filosofía masónica
30
Julio
1950
Jakim Boor
Batallas políticas
6
Agosto
1950
Jakim Boor
Revolucionarismo y ateísmo
13
Agosto
1950
Jakim Boor
Un decreto antimasónico
20
Agosto
1950
Jakim Boor
El motín de Esquilache
27
Agosto
1950
Jakim Boor
Infiltración masónica
3
Septiembre
1950
Jakim Boor
Contra la Compañía de Jesús
10
Septiembre
1950
Jakim Boor
Actividades en Francia
17
Septiembre
1950
Jakim Boor
Crímenes
24
Septiembre
1950
Jakim Boor
Campaña antijesuita
1
Octubre
1950
Jakim Boor
Política y traición
8
Octubre
1950
Jakim Boor
«La causa de El Escorial»
22
Octubre
1950
Jakim Boor
La masonería, contra el ejército
5
Noviembre
1950
Jakim Boor
La masonería actual
3
Mayo
1951
Hispanicus
Marruecos
13
Septiembre
1953
Macaulay
Siempre Gibraltar
21
Febrero
1954
Macaulay
Ocaso de Gibraltar
28
Febrero
1954
Macaulay
Visita inconveniente
7
Marzo
1954
Macaulay
El único camino
14
Marzo
1954
Macaulay
Comentario
16
Mayo
1954
Macaulay
Gibraltar y la masonería
4
Agosto
1955
Jakim Boor
La masonería no descansa
27
Marzo
1960
La economía, como se verá a continuación, es otra de las grandes temáticas de esta categoría. Las finanzas públicas se encontraban en un estado pésimo: en los años 40 déficit público aumenta, la deuda sube, las divisas se agotan y la producción se estanca (BAHAMONDE y MARTÍNEZ 54–55, VELARDE 1995: 75). La señal más clara del fracaso de la política económica es que habrá que esperar a 1952 para que la renta per cápita en pesetas constantes de 1935 alcance los valores de este último año (BAHAMONDE Y MARTÍNEZ 1999: 54).
Un fenómeno económico al que el Caudillo económico dedica cierta atención (aparece en cinco de los 31 artículos de temática político–económica, el 31 %) es la inflación. En «Economía e inflación» Hispanicus explica que no es lo mismo la inflación y el alza de precios y que no se debe «encadenar la economía con el mito de la circulación» del dinero. Apunta a que esta inflación se debe a la crisis internacional y a los especuladores (HISPANICUS 1947d: 1). A éstos últimos dedica un duro artículo en el que los acusa de actuar bajo el signo liberal tanto en el terreno agrario como en el inmobiliario, y llama al gobierno a aprobar una nueva ley de Sociedades Anónimas (HISPANICUS 1947d: 1). Según el economista Juan Velarde, Franco creía que el aumento del gasto público no conllevaba necesariamente inflación, una idea absurda. Quería mantener alto el tipo de cambio, pero odiaba la inflación, y más tarde en su régimen terminó aviniéndose a una devaluación de la peseta para contener este fenómeno.
El nivel de vida de la población es una preocupación mayor en los artículos, con nueve entradas de 31 (el 29 % de la categoría). La preocupación está plenamente fundamentada: «España era uno de los países más pobres y subdesarrollados de Europa (junto con Portugal y Grecia) y sus niveles de bienestar social y consumo público eran incluso inferiores a algunos países latinoamericanos» (MORADIELLOS 2000: 114) Sin embargo, la colaboración «El hecho social» argumenta de manera optimista que lo político ha dado paso a lo social y que para mejorar las condiciones de vida de la gente es preciso el intervencionismo en las empresas, opuesto tanto al liberalismo como al marxismo (HISPANICUS 1946d: 1). Esta intervención, necesaria debido a la acción de los perniciosos especuladores que escapan al gobierno, explica Velarde que se concretaba en organismos como la Fiscalía de Tasas o la Comisaría de Abastecimientos y Transportes, empleados para paliar la escasez agravada por el aislamiento internacional. Después del corporativismo inicial la economía española vuelve hacia cierto liberalismo económico en 1950 (VELARDE 1995: 74), y consecuentemente Franco deja de escribir sobre esta materia.
Fiel defensor de la política económica del gobierno, Hispanicus alude en cuatro ocasiones (un 13 % de la categoría) a la falta de conocimiento del público en materia económica. Verbigracia, en «Un cuarto a espadas» afirma que durante la Dictadura –la de Primo de Rivera; la suya es el Régimen o la Revolución– los estudios en Economía fueron desatendidos y ello contribuye a la decadencia del país (HISPANICUS 1946c: 1). Esta colaboración tiene la peculiaridad, no observada en ninguna otra, de ir precedida de un antetítulo: «Verdades españolas».
Franco aborda muy escasamente el mundo del trabajo, que aparece únicamente en tres artículos (el 9 % de la categoría). El dictador se muestra muy conservador en este aspecto: rechaza la huelga y la acción directa, porque entiende que la huelga es la ley de la selva; propone en su lugar la solución judicial de los problemas laborales en conjunción con las leyes sociales y el Fuero de los españoles (HISPANICUS 1947f: 1). El Caudillo muestra cierta preocupación por la carestía que afecta al país y alaba la resistencia del pueblo español, al que llama al esfuerzo colectivo para solucionar la situación (HISPANICUS 1946b: 1). El profesor Velarde apunta a que las preocupaciones de carácter social pudo infundírselas a Franco uno de sus directores de ejercicios espirituales, el padre Llanos, capellán de Arriba y después miembro de Comisiones Obreras. Las condiciones de los trabajadores en esta época eran de una «rígida disciplina laboral y una drástica fijación de salarios» (GARCÍA DELGADO 2008: 208); se estima que los salarios reales cayeron a lo largo de la década un 50 % (BAHAMONDE y MARTÍNEZ 1999: 55)
Críticas, alusiones y repercusión de los artículos periodísticos de Franco
Se aborda en este apartado la recepción de los artículos por parte de los expertos que lo han estudiado, si la prensa se hacía eco de ellos o no y su posible recepción internacional. Se responde así a la pregunta ¿con qué efecto? del paradigma de Lasswell, el cual ha inspirado el título de este y los anteriores apartados de este capítulo.
La mayor parte de la crítica es implacable con el objeto de estudio de este trabajo. Así, en Todo Franco, se dice que el escarceo de Franco con el periodismo «fue una continuación de su gestión política, ya que se concentró en criticar severamente la masonería, una de sus grandes obsesiones, y el liberalismo. Luego esos artículos los publicó en un libro titulado Masonería, que apareció en 1952. De esta manera, Franco confirmó que se puede escribir sin leer más que severos informes burocráticos. Otra cosa es escribir bien» (BARDAVÍO y SINOVA 2000: 24).
El conocido sociólogo Amando de Miguel, en su biografía del dictador escrita al año siguiente de su muerte, censura toda su obra: «Franco no fue lo que se dice un escritor original (si bien fue autor de un guion cinematográfico), ni un orador destacado (aunque por oficio hubiera de pronunciar miles de discursos), ni tan siquiera un tratadista conocido de temas militares (por más que fundara y dirigiera la Academia Militar de Zaragoza). Lo suyo no fue nunca articular conceptos, manejar ideas, sino mover peones en el tablero del ajedrez periodístico. Terminó por ser lo que siempre odió: un político profesional» (DE MIGUEL RODRÍGUEZ 1976: 46)
Enrique de Aguinaga tampoco le otorga habilidad literaria al Caudillo: Está en una retórica plana, directa, de pater familias (…) Franco era primario. (…) son unos artículos planos, de sentido común. No recuerdo que se comentasen».
El historiador Juan Pablo Fusi se muestra atónito ante Jakim Boor, al que niega la mayor: «Masonería era un libro sorprendente, incomprensible. Lo era que un jefe de Estado de un país moderno, militar brillante y estadista cauteloso, tuviese una visión del mundo y de la política internacional basada en una formidable y obsesiva superchería: en la idea de que toda la historia contemporánea no era sino el resultado de una gigantesca conspiración masónica» (FUSI 1995: 128–129).
Paul Preston, muy crítico en su biografía del Generalísimo, le otorga no obstante cierta destreza con la pluma al hablar de Jakim Boor: «Los artículos estaban redactados en un estilo más desenvuelto que otros escritos y discursos contemporáneos del Caudillo. Se ha sugerido que el amigo de Franco y escritor Joaquín Arrarás le ayudó a elaborarlos, aunque el estilo podría reflejar la falta de inhibiciones que prestaba a Franco el uso del seudónimo» (PRESTON 2004: 614).
Sin concederle capacidad retórica –»No resulta un autor de textos profundos, complejos, elaborados y sutiles»–, Enrique Moradiellos califica el estilo comunicativo de Franco como «eficaz. Simple y sencillo, maniqueo y efectista. (…) no era ningún ignorante, ni como comandante de tropas a las que sabía arengar, ni como periodista ocasional. Tenía un conjunto de ideas simples y sencillas, muy firmemente asentadas, que utilizaba a conciencia en textos de estructura muy clara, lógica, muchas veces maniquea y falta de complejidad. Pero efectiva, me parece. Son conocidas sus frases cortas y secas para dar a conocer su opinión: «Orden, contraorden, desorden»; «Un hombre es esclavo de lo que dice y dueño de lo que calla»; «Yo jamás seré una reina madre». En los contextos donde se pronunciaban, esas sentencias parecían reflexiones filosóficas de hondura a los partidarios y simplezas a los adversarios. Pero todos comprendían su sentido».
Mucho más benevolente es la crítica publicada en ABC sobre el libro de Masonería, en la que se dan por buenas y bien documentadas todas las elucubraciones de Boor sobre la acción masónica causante de la pérdida del Imperio español. El académico Fernández Almagro alaba el patriotismo y la religiosidad del autor y afirma que los artículos más circunstanciales «adquieren un sentido orgánico» al unirse a los demás. Termina diciendo: «Contra la amenaza de la masonería y del comunismo se alza J. Boor, con autorizada pluma, en este libro de claro juicio, animada prosa y firme dialéctica» (FERNÁNDEZ ALMAGRO 1952: 15).
Asimismo es benévolo en su juicio el biógrafo del Caudillo Luis Suárez, cuyas palabras recalcan la continuidad en el estilo del dictador a la hora de escribir: «Los que he leído me parecen buenos; no diferentes del estilo empleado en los publicados ni en las revistas militares a me he referido [la Revista de Tropas Coloniales]».
La prensa aludía de vez en cuando a los artículos de Franco. Como ya se ha dicho al hablar del contexto periodístico, la Prensa del Movimiento solía copiar a Arriba, e incluso la prensa privada reprodujo alguno de los artículos del Caudillo (HISPANICUS 1953: 22–23, MACAULAY 1955: 1). El propio periódico donde se publicaban las colaboraciones de los distintos seudónimos también recogía la repercusión de las mismas fuera del país. Así, Arriba cita, no sin cierta perversidad e ironía –dado que se trata de un enemigo del régimen– un extracto de la obra de Salvador de Madariaga España en la que se culpa al comunismo internacional de instigar la Guerra Civil (ARRIBA 1946). Más adelante, durante la serie de artículos de Macaulay sobre Gibraltar (1954), el corresponsal Guy Bueno informó de cómo los diarios londinenses publicaban extractos del cuarto de ellos, con titulares llamativos como «La paciencia de España está agotada» o «El caso de Gibraltar es grave» (BUENO 1954: 1). En alguna ocasión, estas colaboraciones eran retransmitidas también por la radio (HISPANICUS 1946a: 1).
En cuanto a la oposición al régimen, Raanan Rein señala: «Las fuerzas políticas antifranquistas lo usaban [el escarceo periodístico de Franco], como era de esperar. A los gobiernos/grupos/fuerzas políticas que tenían interés en colaborar con la España franquista, les convenía que estos textos no estuvieran firmados con el nombre del Caudillo, así que lo ignoraban».
Como revela la lectura de diversos documentos depositados en la Fundación Nacional Francisco Franco, el Caudillo se mantenía informado de lo que se comentaba en el extranjero de sus artículos a través del Ministerio de Asuntos Exteriores, especialmente gracias a la Oficina de Información Diplomática. Se reproducen a continuación algunos de los comentarios mecanografiados, muy ilustrativos de cómo se percibían en el exterior las colaboraciones del Generalísimo y cómo se las tomaba la prensa internacional. Frente a la casi abulia que despiertan los artículos en los expertos españoles, para los periódicos extranjeros constituían ataques furibundos. Las notas diplomáticas proporcionan también claves para el entendimiento de estas obras de Franco complementarias a las proporcionadas en el apartado anterior. En la Fundación también se conservan unas pocas cartas de lectores entusiasmados de los artículos.
El 15 de noviembre de 1948, un ministro en Oslo envía a Madrid un telegrama: «Diarios comentan artículo ARRIBA domingo [se trata de «En el fango», publicado el día anterior], que según dicen ataca Gran Bretaña y Secretario General ONU, firmado por seudónimo, que diarios afirman se dice que es el empleado en artículos escritos por propio Generalísimo». Debajo del texto mecanografiado aparece manuscrita la palabra Macaulay entre paréntesis, seguido de «Lo hemos traducido al inglés y se envió a [nombre propio que empieza por M, ininteligible] donde parece que ha interesado mucho: se reparte también en París [continúa garabato ilegible]
Alan Walker, corresponsal del Daily Telegraph (en el margen aparece anotado a mano «católico y enemigo de España»), escribe unas «Observaciones sobre ciertos puntos del artículo sobre la francmasonería de HakinBoor aparecido en el número de «Arriba» de 16–2–49 [se trata de «Los que no perdonan»]»82 fechadas el 24 de febrero de 1949 en Madrid en una carta cuyo destinatario es desconocido. El documento respalda la idea conspiranoica de Franco, llegando incluso a decir que «la francmasonería ha sido durante mucho tiempo y sigue siendo (como dijo Dostoyewski de los judíos) una «influencia desintegrante» en la política mundial». Por otra parte, Walker realiza varias matizaciones de gran interés a ciertos argumentos exagerados de Boor, la primera de ellas que es imposible que haya seis millones de masones en Escocia cuando años atrás la población no llegaba ni siquiera a cinco millones de almas. Tampoco pueden existir nueve millones de masones en la Gran Logia de Inglaterra «ya que, de ser este el caso, la entera población masculina estaría formada por Masones». La carta, conservada con subrayados, prosigue esbozando las posibles relaciones de la masonería inglesa con otras ramas de la organización.
En diciembre de 1949 encontramos diversas informaciones de agencias. La entrada del día 5 refiere una información del moderadamente indignado Times: «Bajo el título de «Albión» y con el pseudónimo Macaulay, el cual se cree oculta un oscuro personaje quien se esconde bajo el nombre de Hispanicus y que se halla muy relacionado con las esferas oficiales más altas, el periódico Arriba consagra en el 57 aniversario de Franco la mitad de su primera página al más violento y extenso editorial contra Inglaterra que haya publicado ningún periódico falangista o haya sido radiado desde que Hitler perdió la guerra».
La diplomacia recoge una interesante información del New York Times –periódico del que Franco calificó en una ocasión como «baluarte de la masonería internacional» (FRANCO SALGADO 1976: 255) – fechada el 18 de diciembre sobre España: «Existe una evidente y creciente resentimiento en los círculos oficiales sobre la negativa de las Naciones Unidas a cambiar su actitud. España no quiere embajadores a menos de estar segura de su buena fe, así se expresa el periódico del partido de falange «Arriba» en un editorial que lo publica en primera plana y en el que ataca la política británica y en menor grado la de Estados Unidos [se trata de «Dialéctica fácil», aparecido ese mismo día]. Bajo la firma de Macaulay –cuya identidad nunca ha sido rebelada [sic] pero se rumorea ser el mismo Caudillo o alguien inspirado directamente por él– este editorial es todavía más fuerte y violento que el editorial publicado hace una semana». Tras un resumen del artículo, la «Dama Gris» menosprecia su importancia: «Estas declaraciones del periódico «Arriba» no tienen importancia en cuanto se refiere a su influencia en la opinión pública, pues solamente tiene una tirada de unos pocos miles de ejemplares, pero es importante en cuanto reflejan el pensamiento y el deseo de los gobernantes españoles y lo que ellos quieren divulgar». Al lado de este último párrafo está anotado a mano: «En vista de ello se pide a otros diarios que lo reproduzcan» y una inicial como firma que se asemeja a una A. Ese mismo día, la United Press reproduce parte del Macaulay y sin glosarlo «señala que la persona que se esconde tras el pseudónimo de Macaulay puede ser Franco o un colaborador íntimo».
La siguiente nota la contextualiza Luis Suárez en el marco de la relación entre la masonería, la religión y el franquismo: «Si en el caso del protestantismo se ve con claridad que el deseo del Gobierno se orientaba hacia mayores concesiones, siendo frenado por los obispos y, en definitiva, también por las leyes de la Iglesia, en el de la masonería la oposición radical partía del propio Franco. El 27 de marzo de 1950, el New York Times dio la noticia de que la nueva serie de artículos firmados por Jakin Boor en Arriba constituían la intención de su autor, pero constituye una hipótesis plausible que se tratara más bien de una reacción a lo que estaba sucediendo en Argentina y a la resistencia denodada de Truman al establecimiento de relaciones con España, cuestiones ambas aparentemente ligadas al poder de la masonería en ambos países» (SUÁREZ 2005: 389–390). El Christan Science Monitor no veía explicación: «Lo que intriga a los observadores extranjeros es por qué la España de Franco provoca la enemistad con una organización de tanta influencia como la masonería». Glosa Suárez: «Hemos de admitir, como un hecho fuera de toda duda, que el Generalísimo veía en la masonería un enemigo con el que no cabía ningún entendimiento» (SUÁREZ 2005: 389–390).
El último despacho consultado no tiene fecha; la Fundación Franco lo data sin seguridad en 1951. En ella se informa que el director de A voz de Lisboa, Pedro Correia Marqués, ha mencionado en un editorial a un artículo de J. Boor. En dicho editorial se congratula de la libertad y el orden que reinan en una España que ha rechazado a las logias y ha superado los problemas económicos creados por masones y comunistas mezclados.
Aceptando, como decía Mirta Núñez, que Arriba era el vocero oficial del régimen, podemos seguir la tesis de la profesora Elisa Chuliá donde explica «la fuerza del discurso oficial en una sociedad grumosa y cerrada» (CHULIÁ 1997: 192). La autora defiende que «la propaganda no fue probablemente ni tan exitosa como desearon los nuevos gobernantes, ni tan ineficaz como, en alguna ocasión, se ha indicado. Su efectividad no fue la misma a lo largo de los distintos períodos que atravesó el régimen, y no penetró por igual en todos los grupos de la sociedad» (Ibídem: 193). Chuliá sostiene que en la primera etapa del régimen, que ella llama de implantación (1936–1948) no es plausible que la población se opusiera activamente al discurso oficial por cinco causas: el hastío del conflicto civil, la represión de la postguerra que infundió un enorme miedo y aislamiento social, los premios concedidos por hacer exhibición de adhesión al franquismo, la similitud del mensaje emitido por los distintos medios y formas de expresión artística (la censura vetaba cualquier discurso opuesto al oficial) y casi total ausencia de prensa extranjera debido al aislamiento internacional. Solamente los grupos más ideologizados (vencidos en la Guerra Civil) o las familias más librepensadoras que contaban con una tradición política o bibliográfica en su casa distinta de la del régimen buscaban medios de comunicación, ya fueran los tolerados por el régimen (por ejemplo el parte en español de la BBC durante la Segunda Guerra Mundial) o incluso los prohibidos, como Radio España Independiente, más conocida como La pirenaica (Ibídem: 193–198).
La historiadora Mirta Núñez refuerza la tesis de que la represión posbélica forzó el apoliticismo y la falta de interés por el discurso oficial: «Después de la Victoria en el 39 el terror se adueña del país y sobre todo de aquellos que han sido vencidos, que son maltratados de palabra y de oba, envilecidos, aterrorizados… En ese sentido no creo que mirasen mucho al Arriba. La gente que estaba buscando sobrevivir tenía que ver por dónde iba el régimen. El adversario ideológico hay que estudiarlo, pero eso es ese pequeño sector que plantea una lucha contra el régimen; y en este caso, desde dentro, hay que resaltar y ser justo con el Partido Comunista, que es el que toma el testigo y que el Partido Socialista [Obrero Español] queda aplastado, va a ser más tardíamente cuando resurja». La inmediata posguerra fue el llamado «tiempo de silencio»; la Falange realizaba campañas de propaganda social a sus anchas y el hecho de que la población estuviese amedrentada y hambrienta «hizo extraordinariamente difícil la labor de reconstrucción interior de la oposición política y sindical, a la par que reducía a nada los esfuerzos de la oposición exiliada (MORADIELLOS 2000: 81, 89, 91).
No hay, sin embargo, literatura científica en cuanto a la posible repercusión de los artículos de Franco. Moradiellos aventura que sí calaron, pero él mismo reconoce que es imposible saberlo con seguridad: «Fueron bastante comentados y divulgados. Y creo que llegó a saberse de facto que su autor era Franco, sin mucho problema. Quizá se quiso que así fuera, por vía oficiosa y no oficial. Pero no tengo ningún documento probatorio». No obstante, el profesor de la Universidad de Extremadura sostiene que a Franco no le faltaron apoyos sociales: «es evidente que al menos media España estaba con él o con lo que significaba su régimen: la institucionalización de la victoria en la guerra civil. Suponer que sólo gobernó a base de terror y suerte es una ofensa a la inteligencia indigna de una persona cabal».
En la última etapa de las colaboraciones, que como se ha visto se centraron monotemáticamente en Gibraltar, la paciencia inglesa se agotó, de acuerdo con Miguel Ángel Criado: «El artículo de Macaulay [del 15 de mayo de 1954] tiene un gran impacto entre los británicos. El 20 de mayo tres destacados miembros del Partido Laborista interpelan a Churchill en el Parlamento. Quieren que el primer ministro aclare qué promesas hizo a España en relación con Gibraltar si se mantenía en la Guerra. Churchill rechaza que existiera compromiso alguno» (CRIADO 2006: 21). El periodista continúa diciendo que las acusaciones de Franco en sus artículos eran falsas, pues el ex premier británico nunca prometió al Caudillo que Inglaterra abandonaría el Peñón. «Lo cierto es que la desclasificación en 2005 de una serie de documentos de los archivos nacionales británicos viene a contradecir las acusaciones españolas en 1954: Churchill nunca prometió devolver la Roca» (Ibídem: 23).
Prolongándose en el terreno diplomático, hay que añadir que estos artículos molestaban a José Félix de Lequerica, el representante de España ante Washington, que los consideraba un entorpecimiento de su labor. Así, a mediados de agosto de 1949, después de que el presidente Harry Truman hubiese impedido en dos ocasiones que Estados Unidos auxiliase económicamente a España y dejándolo a él en una situación comprometida –si bien para Franco la culpa era de la masonería, en la que situaba a Truman–, «Lequerica estaba impresionado por la inoportunidad de los artículos de Jakin Boor, que seguían publicándose y cuya autoría, sin duda alguna, él conocía. Señalaba ahora un nuevo camino para incrementar las posibilidades de éxito: facilitar todo lo posible el viaje de senadores y congresistas a España, porque, casi sin excepción, se convertían a su regreso en opiniones favorables a la amistad. El 18 de agosto, por un conducto que calificaba de absolutamente seguro, Martín Artajo supo que el Departamento de Estado estaba negociando en París y Londres una fórmula que, manteniendo la condena del Régimen español, permitiese en cambio el nombramiento de embajadores. De esto Lequerica no estaba informado» (SUÁREZ 2005: 379). Al embajador se le sugirió que tradujera los artículos de Boor al inglés y los repartiese por Estados Unidos, lo cual declinó por inconveniente «a pesar del interés excepcional de los mismos» (SALMADOR 1985: 14).
El profesor Fusi niega asimismo que las invectivas contra la masonería tuvieron mayor trascendencia: «Afortunadamente, esta interpretación disparatada (…) estaba destinada al consumo interno y no llegó a afectar a la diplomacia franquista (hasta es probable que, aparte de algunas mentes piadosas y Carrero Blanco, nadie leyera en serio la tesis de J. Boor)» (FUSI 1995: 130).
Enrique de Aguinaga, superviviente de la época de la publicación de los artículos, afirma que algunos de ellos sí alcanzaron notoriedad: «De los tres seudónimos, el de Jakim Boor fue el que llamó más la atención. Empezó a correr por los mentideros de Madrid que Jakim Boor era Franco». El periodista afirma que las colaboraciones del Caudillo no formaban parte de las conversaciones de la redacción de Arriba, «ni de la gente. Pasaban sin pena ni gloria, un artículo más. Un señor Hispanicus que habla de no sé qué del comunismo, pues qué bien». Reitera después, como un recuerdo personal, la nula transcendencia de las colaboraciones que él corregía: Insisto en que (…) los artículos no tuvieron repercusión». Su colega Juan Velarde se expresa en términos similares: «Yo creo que no tuvieron especial repercusión. Se sabía que era de él y que opina así. En cuanto a cambio de políticas muy escasa porque ya había llegado el grupo de economistas a la Administración; estaba en marcha el Plan de Estabilización, el pacto con los norteamericanos… Los informes que hacen los norteamericanos sobre la situación de la economía española como pueden ayudar sería una conspiración internacional favorable (Guerra Fría) tras el pacto del 53. Sí hay una influencia de ese mundo internacional, y después ya de entrar en el FMI, etc. Repercutir, realmente, no hubo nada especial»
El Primer Periodista de España y otras historias
Este quinto y último apartado ofrece algunas historias de carácter anecdótico, pero reveladoras de la relación del Caudillo con el periodismo. Franco era el Primer Periodista de España, no solamente porque así figurase en el Registro Oficial de Periodistas: recibió el nombramiento con todos los honores de manos del Director General de Prensa Tomás Cerro Corochano, en un acto al que acudieron los principales directores de medios y otros personajes del mundillo periodístico el 20 de julio de 1949 en El Pardo. No se lo dieron por sus artículos (no se había hecho pública su autoría) sino por su trayectoria periodística de juventud en Marruecos y los discursos de la Guerra Civil (GALINSOGA 1949: 1). Franco recibió, además del carnet profesional –personalizado con su escudo heráldico–, un álbum con los periodistas «caídos por Dios y por España» (ABC 1949: 7–9). En su discurso de aceptación, el Caudillo animó a los periodistas a continuar sirviendo al país en su labor de contar la verdad y alimentar el espíritu de los españoles, y recordó orgullosamente su labor periodística de juventud, ejercida por necesidad (Ídem).
Tiempo después de publicar el grueso de sus artículos, el Caudillo tuvo una idea periodística emprendedora. Al poco de autorizarse la subida del precio de los periódicos de 0’7 a 1 peseta, en 1957, sugirió sacar a la calle un vespertino nuevo, que se llamaría Diario Popular, a precio reducido (50 o 70 céntimos) y que se vendería a la salida de las fábricas, para los obreros. Llegaron incluso a presentarle un número 0, pero el proyecto no llegó a ver la luz (BARRERA 1995: 61).
José Utrera Molina, uno de los últimos ministros de Franco, rememoró tiempo después la importancia que tenía para Franco la prensa, dado que era creadora de opinión pública. En unas maniobras militares en julio de 1959, le confesó al embajador Aznar que él no era partidario de la censura y que tarde o temprano se acabaría aboliendo, manteniendo el respeto a los aspectos esenciales. Para el Caudillo «había tres clases de periodistas: gacetilleros rencorosos, idealistas imaginativos y audaces, y caballeros de la pluma» (UTRERA 2000: 349–360).
Emilio Romero menciona en el segundo volumen de sus Papeles reservados dos artículos de Franco que, según él, le hicieron llegar para conocer sus orientaciones en ciertos temas, y a partir de los cuales alaba la forma de gobernar del dictador. El primero hace referencia a la injerencia de Naciones Unidas en la neutralidad española y el segundo defiende el protocolo Franco–Perón de 1947 (ROMERO 1986: 383–387). Aunque ambos asuntos encajan perfectamente con los habitualmente tratados por el Caudillo, no es así en el caso del estilo, más ágil y sencillo y carente de las habituales alusiones a la masonería. Queda, por ello, al arbitrio del lector la autenticidad de las afirmaciones de Romero.
En una ocasión, el ministro de Obras Públicas (1970–1974) Gonzalo Fernández de la Mora fue a despachar con Franco. Previamente, un diario suizo [el Journal de Gèneve] había publicado un editorial muy positivo respecto al Plan nacional de carreteras recién presentado, que mostró al Caudillo. Franco, al leerlo, preguntó: «¿Cuánto nos ha costado?» A lo que el ministro no le supo responder. Después de una ardua indagación, Fernández de la Mora se enteró de que había sido obra del jefe de relaciones públicas de una de las grandes concesionarias de carreteras. Así se lo hizo saber a Franco, que apostilló: «Una larga experiencia me enseña que en la prensa son muy abundantes las perlas cultivadas, pero rarísimas las orientales» (FERNÁNDEZ DE LA MORA 1995: 219).
Pero, sin duda alguna, la historia más curiosa es la de que la censura se atrevió a tacharle con lápiz rojo un artículo (MACAULAY 1947e: 1) al mismísimo Franco (RODRÍGUEZ 1982: 7). El artículo, en el que el autor hace una particular defensa de los laboristas británicos –nada favorables al franquismo–, recibió del censor dos gruesas tachaduras en el párrafo en el que se defendía a los ingleses y en otro en el que se mencionaba el sistema de consignas de la prensa española. El funcionario nocturno no sabía quién se ocultaba detrás de Macaulay (AGUINAGA 2002: 16–17). El corrector de la galerada –la cual conserva– recuerda que en la redacción todos se rieron a mandíbula batiente cuando volvió marcada con rojo de Monte Esquinza (la oficina de la censura) y naturalmente se publicó tal y como el Caudillo la había enviado. 94 Dato obtenido en entrevista con el autor el 13 de diciembre de 2014.
DANIEL LUMBRERAS
Autor
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Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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