25/11/2024 08:04
Getting your Trinity Audio player ready...
La historia se explica en el volumen III de la exhaustiva obra » La Guerra silenciosa y silenciada. Historia de la campaña naval durante la guerra de 1936-1939″, de Fernando y Salvador Moreno de Alborán, publicada en 1998.
 
Durante la Guerra Civil española, el 28 septiembre de 1937, el Estado Mayor de la Armada Nacional, ordenó en un mensaje de radio a los cruceros Canarias y Baleares, los dos buques más potentes de la escuadra nacional, que se dirigieran con urgencia a la costa catalana para colaborar con una importante misión de bombardeo, que aviones de combate italianos y alemanes, aliados de la Aviación Nacional, con base en Palma de Mallorca, iban a llevar a cabo.
 
Se trataba de destruir una fábrica  en las proximidades de Alella, la fábrica denominada Masnou, que contaba con laboratorios, donde el servicio de información nacional había obtenido la información de que por orden del gobierno de la República se estaban inoculando bacilos de la peste bubónica y del cólera en ratas. Estas ratas infectadas iban ser lanzadas en aviones, sobre la zona nacional. No sobre tropas sino al parecer sobre la población civil.
 
Era un intento rudimentario si se quiere, pero que hubiera podido ser trágicamente efectivo, de esparcir graves epidemias sobre la población de la zona nacional. 
 
Los cruceros Canarias y Baleares no pudieron tomar parte en la misión de destruir la citada fábrica ya que en esas fechas se encontraban cumpliendo misiones de escolta de convoyes de buques mercantes con material de guerra, desde Mallorca hasta la zona del Estrecho y Cádiz. Finalmente aviones de combate italianos y alemanes destruyeron totalmente la fábrica de Alella en misiones de bombardeo llevadas a cabo los días 29 y 30 de septiembre.
 
Así terminó este intento, ocultado hoy en día, por parte del gobierno de la República de lanzar ataques de guerra no convencional y esparcir epidemias sobre la población española.

Autor

Rafael María Molina
LEER MÁS:  Mis recuerdos del 23F en Gerona. Por Jaime Serrano de Quintana
Últimas entradas