20/09/2024 20:29
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Salgo de casa, a estirar las piernas, pues voy a acabar como un cuatro, de tanto estar sentado, y para asistir a la Santa Misa dominical, que en tiempos de incertidumbre es cuando más nos acordamos de Dios.

¡Imposible! Las tres o cuatro Iglesias cercanas a mi casa están todas cerradas a cal y canto, con una hoja en la puerta donde dice algo así como que –escribo de memoria- “Siguiendo instrucciones de la Conferencia Episcopal, y del Arzobispado, la Iglesia permanecerá cerrada hasta nuevo aviso, y se suspenden todas las misas y actos litúrgicos”.

Excuso decirles que tampoco se facilita un teléfono de urgencias, para dar la extremaunción en los casos que lo necesiten, llevar la Comunión a personas impedidas o desvalidas, que no puedan salir de sus domicilios, etc.

En la puerta trasera de una de estas Iglesias, dónde está Cáritas Parroquial, hay otro letrero en dónde dice que se suspende indefinidamente la atención a las personas necesitadas hasta nuevo aviso.

Es decir, los que no tengan para comer, etc., ¡que se jodan!

Hermosa” solidaridad de la Iglesia con las personas necesitadas…

Empieza a notarse la presidencia de Omella, tan preocupado por recibir dinero del gobierno, a cambio de no crearles el mínimo problema.

Convendría que los católicos recordemos que la Iglesia nos ha dejado solos, a los pies de los caballos, cuando más la necesitábamos…

Pero es que además, para más inri, la postura de la Iglesia, cerrando todas sus dependencias, y pasando de todo, es todavía más radical que la normativa legal dictada al respecto, y que dice textualmente lo siguiente:

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Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declara el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19”:

Artículo 11. Medidas de contención en relación con los lugares de culto y con las ceremonias civiles y religiosas.

La asistencia a los lugares de culto y a las ceremonias civiles y religiosas, incluidas las fúnebres, se condicionarán a la adopción de medidas organizativas consistentes en evitar aglomeraciones de personas, en función de las dimensiones y características de los lugares, de tal manera que se garantice a los asistentes la posibilidad de respetar la distancia entre ellos de, al menos, un metro”.

Espero que los católicos “ejercientes” recordemos esta “no actuación” de la Iglesia cuando llegue la próxima declaración de la renta, pues yo no acostumbro a regalar mi dinero a quien ningún servicio me presta…

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Ramiro Grau Morancho
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