Probablemente usted, lector, como la mayoría de ciudadanos con hijos, sobrinos o nietos escolarizados no sea consciente del peso de los llamados “Departamentos de Orientación” en los institutos de Enseñanza Secundaria de toda España. No obstante, seguramente habrá oído hablar de ellos y, si acaso, tendrá la idea de que ayudan a los chicos con dificultades.
Sin embargo, desde la incorporación masiva de psicopedagogos a las plantillas de los centros educativos a principios de los años noventa, el peso de “Orientación” va mucho más allá de su propia actividad en colegios e institutos. Su influencia se manifiesta, sobre todo, en la introducción de una jerga pseudocientífica que ha permeado al profesorado, los libros de texto y el discurso en torno a la educación, y que condiciona cualquier iniciativa en este campo.
Los psicopedagogos pretenden ocuparse del alumno identificando nuevos problemas de aprendizaje y empleando un lenguaje “técnico” bien oscurecido por acrónimos1. Empezando por referirse a los chicos con cualquier dificultad como ACNEE (Alumnos con necesidades especiales) o con DEA (Dificultades especiales de aprendizaje); pero también explicando los malos resultados como patologías exógenas, lo que exime de responsabilidad no sólo al propio alumno, sino a padres y profesores. Recuérdese cuando se identificaba a los malos estudiantes como víctimas de TDAH (Trastorno de déficit de atención con hiperactividad)2… y ahora estamos con los TEA (Trastorno de espectro autista)… Mientras, aparte de bajar el nivel de los alumnos en todos los índices de medición de la calidad educativa –empezando por la comprensión lectora–, crece el número de víctimas de “dislexia”, al torpe en matemáticas se le diagnostica de “discalculia” y para quien no pone tildes ni haches donde debe, ahora han inventado una nueva patología: “disortografía”3. De forma que se ampara no saber sumar o escribir mal y sin reglas, y se exoneran de responsabilidad al vago o al que prefiere jugar en lugar de atender en clase.
En la misma línea, por cierto, de quienes defienden que no deben corregirse como “incorrectos” los malos usos verbales y escritos de los gitanos porque son “rasgos propios o idiosincráticos”. Sí, han leído bien. Los gitanos no sólo no cometen faltas de ortografía, sino que, por el contrario, detectarlas y corregirlas es un gesto autoritario – una imposición con tintes racistas– por parte del profesor que hace su trabajo. Una tesis abrazada por no pocos “educadores” que se rigen por el principio de “no exijas a los demás lo que no quieres que te exijan a ti”.
Dicho esto, quizá sea injusto o exagerado afirmar que todos los psicopedagogos son unos farsantes, en general malos estudiantes en su juventud, o niñatos con ínfulas pero sin capacidad. Tal vez tan inadecuado como decir que algunas carreras universitarias son depósitos de inútiles y, como bien ilustra Argentina, agentes y heraldos de su decadencia. Producto inevitable, en definitiva, de las sociedades prósperas sin referentes sólidos. Lo que sí podemos decir es que en la actualidad, en España, los psicopedagogos están sobrerrepresentados en puestos de responsabilidad en el ámbito educativo, tanto a nivel Nacional (Ministerio de Educación) como autonómico (Consejería homónima) y que, de forma inversamente proporcional a su ascenso, se ha producido un deterioro evidente del nivel cultural en nuestro país. Y no diremos que lo último es consecuencia de lo primero. Obviamente, existen otros factores coadyuvantes al embrutecimiento de la población como, por ejemplo, la adicción a las pantallas y la pérdida del hábito de lectura; pero es un hecho que el nivel cultural de los psicopedagogos y maestros es lamentable y su dedicación a la “implementación de nuevas metodologías” ha ido en detrimento de su propia formación.
Sí, sí, ya sabemos que no tiene por qué darse la disyuntiva entre el “cómo” y el “qué”; pero lo cierto es que, por desgracia, el tiempo es finito y se dedica mucho más a estar al día en “metodologías” que motiven al alumno y retengan su atención, que a ampliar los conocimientos en la propia materia de especialización o en otras. Resultando que dichos conocimientos son progresivamente menores en profesores y alumnos.
Por otra parte, no está de más saber que, aparte de las Facultades de Educación, responsables de otorgar un título sin contenido real a los futuros maestros, existen órganos “especializados” y “respetables” –como la editorial Octaedro o la revista Bordón– encargados de difundir las “investigaciones” en el campo de la psicopedagogía. Esto es, dedicados a inflar los currículos de un montón de inútiles otorgando a sus escritos un código ISBN o ISSN y un DOI “científico”4. O, dicho de otra forma, un marchamo que dota de valor, reputación e índice de impacto “científico” a textos pseudocientíficos escritos, con demasiada frecuencia, por cretinos redomados y analfabetos.
Tampoco se trata aquí de maltratar al lector con ejemplos de lo apuntado, así que me limitaré a dejar para quien quiera el enlace del último número de la Revista Bordón5, publicado este 29 de diciembre de 2023. Una fuente de artículos gloriosos como el titulado: “La competencia digital docente. Estudio documental mediante la cartografía conceptual”, donde también podemos encontrar la recensión de libros señeros de la citada editorial Octaedro como, por ejemplo: “La pedagogía de la alteridad. Un compromiso ético con otro modo de educar”. Auténticas joyas de la pseudociencia pedagógica que recogen la esencia de lo apuntado anteriormente.
Por cierto, y por último, no quiero olvidarme de la otra razón por la que las Facultades de Educación son un problema y un peligro público. Más allá de la incompetencia de sus profesores y la ignorancia de sus titulados, resulta obligado denunciar la vocación sectaria de quienes habiéndose apropiado de las cátedras y departamentos de la universidad pública, se sirven del púlpito académico para adoctrinar a sus alumnos, futuros maestros y “educadores” de las próximas generaciones. Traigo aquí un ejemplo elocuente de la aludida función adoctrinadora, publicado por su autora, la profesora de Didáctica de la Historia en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, Aurora Rivière, en la revista Con-Ciencia Social: “Historizar (sic) y deconstruir los conceptos políticos y sociales que manejamos implica […] subrayar el carácter contingente y precario de sus significados, lo que constituye una premisa esencial si pretendemos abordar una enseñanza crítica de la historia y propulsar la autoconciencia política en los jóvenes estudiantes”6. (¡!) Líneas deudoras, como se reconoce en la bibliografía empleada, del omnipresente Enzo Traverso7 y su obra La historia como campo de batalla: interpretar las violencias del siglo XX8.
Y todavía habrá quien se extrañe de que el profesorado no se haya movilizado contra la imposición a los chavales, por ley, de una historia falseada…
Feliz Año 2024 a los amables lectores de ÑTV ESPAÑA.
Filípides 30-12-2023
1 El deseo de un estatus respetable explica que el psicopedagogo se comporte como un nuevo druida de la posmodernidad y se sirva de una neolengua misteriosa que lo distinga de los no iniciados. El empleo recurrente de acrónimos es un rasgo tanto de hermetismo como de pereza.
2 Según el psiquiatra Daniel Amen, existen hasta siete tipos de TDAH que explican la dificultad para mantener la atención, la desorganización, la ansiedad, el aburrimiento, la apatía, la irritabilidad, el desinterés o la impulsividad.
3 Definido como un trastorno de la capacidad de escritura, muchos “expertos” la definen abiertamente como una enfermedad. Léase: https://www.topdoctors.es/diccionario-medico/disortografia
Nótese la contradicción en el término, al parecer no advertida por sus muñidores y divulgadores: si es “dis”, no es “orto”.
4 Para las revistas, International Standard Serial Number. Para los libros, ISBN: International Standard Book Number. El DOI (Digital Object Identifier) singulariza e identifica cada artículo de una revista científica.
5 Bordón. Revista de Pedagogía. Trimestral. Vol 75, nº 4: https://recyt.fecyt.es/index.php/BORDON/issue/view/4493
6“La Historia de los conceptos para una ciudadanía crítica. Un proyecto de transferencia de la Begriffgeschichte al ámbito educativo”, Con-Ciencia Social (segunda época), nº 3/2020, pp. 175-184, p. 177. Idea reiterada de forma casi literal en la conclusión (p. 183): “Analizar históricamente los conceptos implica el reconocimiento de la contingencia constitutiva de los lenguajes políticos y de la naturaleza precaria de los significados […] La historia de los conceptos podría considerarse de esta manera como propedéutica de una acción ciudadana y política crítica y reflexiva”.
7 Profesor en la neoyorquina Universidad de Cornell. Autor de títulos de marcado tinte comunista: Melancolía de izquierda. Marxismo, historia y memoria. Editorial Fondo de Cultura Económica, 2018.
8 Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2012.
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