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Siempre hemos sabido que el PP es un partido cobarde, un partido sin ideas, sin principios y sin el menor respeto a quienes lo votan. Lo sabían hasta quienes, con gráfica expresión, lo votaban «con la nariz tapada».
Pero si quedaban dudas, el señor Casado dio pruebas evidentes hace unos días, al votar negativamente la moción de censura presentada por Vox. Era de suponer que no votaría «si«, dado que hacerlo supondría la conformidad a Santiago Abascal como Presidente del Gobierno. El PP no podía avenirse a tal cosa, y por lo tanto no podía votar afirmativamente. Pero la violencia dialéctica de Pablo Casado respecto a Vox, incluso en engallamiento de matón de patio de colegio con el desafío a Abascal de que retirase el apoyo a los gobiernos del PP en Madrid, Andalucía y Murcia, estaba fuera de lugar. Máxime, cuando tanto interés pusieron en la colaboración al ver que los votos de Vox eran imprescindibles para asentarse en los sillones de mando, por mucho que ahora digan que «no somos sus rehenes.«
Casado jugaba con la ventaja de que los electores de Vox no verían bien que en esas Comunidades se abriera la puerta al frente popular Sánchez-Iglesias. Y con esas cartas marcadas, el señor Casado se permitió ser insolente, maleducado y bravucón. Y dejó claro que, en la disyuntiva VOX – PSOE, prefiere el socialismo.
¿Y todo para qué? Pues para hacerse grato al Gobierno bolchevique de Sánchez e Iglesias; para obtener una palmadita en la espalda y que dejen de llamarlo -¡qué horror!- «fascista». El señor Casado es, evidentemente, un necio. Y los propensos a rasgarse vestiduras, que visiten antes el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, porque necio es quien ignora lo que debería saber, y el señor Casado debería saber que, para los comunistas, siempre es «fascista» quien no se avenga a lo que ellos mandan.
Y esto -ese deseo de convertirse en el caniche al que el socialismo acaricie como buen perrito- es lo que caracteriza al PP. Ya lo dijo, no se si Zapatero o Rubalcaba: el PP siempre acaba donde estuvo el PSOE diez años antes. Así sucedió con temas como el divorcio, el aborto, el «matrimonio» homosexual, etc.
De esta forma, el PP, en su corrimiento hacia el «centro,» va situándose cada vez más a la izquierda, puesto que el PSOE también se va radicalizando, no tanto para evitar que le quiten votos a su izquierda, sino porque realmente es el pensamiento del socialismo español: radical, ultraizquierdista y guerracivilista.
Todo esto ya era sabido. Pero ahora el PP ha tenido la desfachatez de confesarlo. Ni siquiera actúa ya de ocultón, no; lo confiesa abiertamente, lamentándose de que el Gobierno no haya apreciado su «giro» hacia la moderación, y se queja -«nos han orillado«- de no encontrar reconocimiento por parte del Gobierno a su ruptura con Vox.
Es decir: lo que le importa al PP es estar a buenas con el socialcomunismo; que le dejen salir en las fotos y -si acaso- que le dejen algún trocito de pastel. Le interesa desmarcarse de VOX; es decir, de los más de tres millones de españoles que lo han votado. Le interesa que socialistas y comunistas y otras gentes de mal vivir le hagan carantoñas.
Y cuando eso no ocurre; cuando el bolchevismo monclovita sigue rechazándolo, se muestra dolido, lloriqueando como amante despechado y como niño malcriado y llorón: Seño, que Pedrito no me ajunta…
Eso es el PP.