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El locutor de RAC1, del Grupo Godó y marcadamente independentista, en una entrevista a un digital cercano al procés llamado Vilaweb ha declarado que “cuando analizas la historia de Cataluña, te caen los cojones al suelo”. Y apunta “si te lees la historia de Cataluña, que me la he leído bastante, te das cuenta de que Cataluña toda la vida ha sido esto. Nunca hemos hecho nada más porque somos un país de imbéciles. Siempre nos damos de ostias nosotros mismos. Cuando hemos de ir todo a la uno, siempre pasan por encima los intereses personales. Y así nos va”.

Las declaraciones de Clapés son interesantes. No hace falta ir muy lejos para darse cuenta de que tiene toda la razón. Esto ya lo expresé en el libro El seny y la rauxa en Cataluña. Desde el siglo XIII Cataluña ha ido a contracorriente de todo lo que estaba sucediendo no solo en España, sino en Europa.

El compromiso de Caspe fue una manifestación de cordura. Los Trastámara se coronaron reyes de la Corona de Aragón y esa transición después de la muerte de Martí l’Humà fue un camino de rosas. En cambio, durante la Renaixença se dijo lo contrario. Personajes como Antonio de Bofarull o Víctor Balaguer vieron en la dinastía Trastámara un ataque contra Cataluña. Sin embargo, el obispo Torras y Bages argumentó que “el Compromiso de Caspe es una de las mejores glorias de la historia de la monarquía aragonesa; un episodio rarísimo y casi sin ejemplo en los pueblos más avanzados”.

El ataque contra Cataluña era una falsedad. Fernando I de Aragón, el primer Trastámara, era hijo de Leonor de Aragón, hermana de Martí l’Humà. Con lo cual, el nuevo rey era sobrino del fallecido. No se buscó una dinastía extraña, sino que es la misma línea dinástica. Como dice Clapés “esto lo definió muy bien mossèn Ballarín. Cataluá es el país de los gemelos. Me encanta esta descripción. Es así. En el Barça hay los nuñistas y los cruyfistas, en un pueblo hay el ateneo y el casal; la colla vella dels Xiquets de Valls, la colla jove dels Xiquets de Valls…”.

Y esta dualidad se manifiesta en hechos que demuestran que el fracaso estaba marcado antes d iniciarse. Durante la guerra dels Segadors un personaje llamado Pau Claris decidió no estar supeditado a los designios de España. Por eso decidió nombrar al rey de Francia como conde de Barcelona y que Cataluña fuera francesa. El cardenal Richelieu se frotó las manos. Claris se equivocó y vivieron durante un tiempo bajo el yugo francés. Al final Cataluña volvió a formar parte de España. La contrapartida fue perder la llamada Cataluña Norte. El Rosellón y la Cerdaña. Claris no pudo darse cuenta de su error porque murió antes.

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Cuando la guerra de Sucesión pasó lo mismo. Cataluña se enrocó en seguir con la lucha, mientras las potencias europeas liquidaron la guerra en 1713. Los dos pretendientes se repartieron lo que se tenían que repartir y los países europeos movieron las piezas necesarias para no perder poder. El tratado de Utrech y Rastatt se firmaron, mientras los catalanes aún esperaban ver coronado al archiduque Carlos. Un personaje que ya era Emperador de Sacro Imperio Romano Germánico y que no le importaba demasiado España. Cuando decidieron rendirse, el 12 de septiembre de 1714 -celebrarlo el 11 es otra de las mentiras de la historia catalana- pidieron poder parlamentar y decidir su futuro a través de un tratado. Berwick aún está riendo.

Lo mismo ha pasado ahora con el procés. Empujan muy fuerte y luego todo se desvanece como un castillo de naipes. La storytelling independentista ahora se la creen cuatro hiperventilados. Aquellos que aún viven de ella y unos cuantos que aún no se han dado cuenta de la tomadura de pelo. Estos mismos los encontramos junto a Pau Claris o luchando para defender Cataluña en 1714.

Y es que la historia de Cataluña ya la empezaron a escribir con renglones torcidos. Dicen que en el lecho de muerte Guifré el Pilós le pidió a Carlos el Calvo un escudo de armas. El soberano puso sus dedos en la herida del moribundo e hizo resbalar sus cuatro dedos por el escudo. Así se creó la senyera.

Bien, todo esto es falso. Carlos el Calvo difícilmente pudo estar presente en la muerte de Guifré el Pilós, porque murió 20 años antes. Los escudos de armas empezaron a usarse en el siglo XIV y Guifré el Pilós falleció en el 897. La dualidad ha permitido tergiversar e inventarse la historia y muchos se la han creído y la han trasmitido a sus hijos. Por eso no nos extraña que a Clapés se le caigan sus partes al suelo cuando lee una historia de Cataluña escrita con rigor.

Autor

César Alcalá