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En 2013 el periodista Javier Montilla publicó Los muros de Cataluña. Un libro que debate sobre la independencia de Cataluña ha alcanzado una inusitada intensidad después de 30 años de autonomía. Que el nacionalismo radical intentaba dominar la batalla ideológica con mitos, falsedades, manipulaciones y adoctrinamiento. A Montilla aún le quedaba por ver los sucesos de 2017, que fueron muy intensos para todo. Sin embargo, so muy interesantes estas reflexiones:

“Madrid es corresponsable por defecto” del despotismo nacionalista en Cataluña. La visión egoísta y cortoplacista de los partidos nacionales ha permitido que el 8% de los votos condicionara la política nacional. Vendiendo su apoyo en Madrid, el nacionalismo ha ido obteniendo el poder absoluto en Cataluña. Por eso, “los mismos que ahora se llevan las manos a la cabeza, dan lecciones de españolidad y emplazan a plantar cara ante el desafío, son tan culpables de la decadencia de España como los que hoy llaman a la secesión.

“El nacionalismo es una religión laica.

“Para el nacionalismo, el idioma está por encima de las personas, y la “construcción nacional por encima de los derechos individuales”. “La Cataluña oficial es toda una obra de arte del totalitarismo.

“La ley en Cataluña sólo sirve si está al servicio de una ideología.

Se han impuesto ya multas por rotular en castellano por valor de casi 4 millones de euros, a pesar de las sentencias contrarias del Tribunal Supremo”.

Los medios subvencionados, que en Cataluña son todos, hacen seguidismo y no seguimiento del activismo nacionalista. Ómnium Cultural ha recibido 13 millones de euros en 2011 y 2012. TV3 nos ha costado 2.500 millones en los últimos 5 años.

El separatismo es en realidad la cobertura del fracaso nacionalista. Quiere ocultar el incremento de paro de 210.000 personas, la destrucción de más de 15.000 empresas, el crecimiento del 42% de las listas de espera, la corrupción rampante, o la deuda pública de 50.000 millones. La solución es echarle la culpa a España”.

Ideologización de la enseñanza: la calidad educativa y los contenidos quedan subordinados a la identidad catalana, es decir, nacionalista. Lo identitario prima sobre lo pedagógico.

Fracaso de la enseñanza nacionalista: la inmersión obligatoria en catalán provoca que sólo el 33% de los alumnos catalanes sepa escribir en castellano correctamente, mientras la cifra alcanza el 51% en el resto de España.

El nacionalismo tergiversa 3 acontecimientos de la historia: la guerra de los Segadores, la de Sucesión, y la época de Franco.

El nacionalismo ha esparcido la falsa idea de que ser catalán equivale a ser nacionalista.

El nacionalismo agota el dinamismo económico de Cataluña. El PIB de Cataluña no ha crecido como debería: en los 80 era 4 puntos superior al peso de Madrid en España; en 1995 sólo 2 puntos. A partir de 2009 se igualaron, y ahora está ya por detrás.

Cataluña ya no puede pagar sus pensiones. En 2011 los ingresos por cotizaciones eran de 18.300 millones de euros, mientras los gastos ascendieron a 19.400 millones.

El Estado ha tenido que rescatar a Cataluña con más de 12.000 millones para evitar su quiebra.

Una Cataluña independiente debería hacerse cargo de una deuda de 150.000 millones de euros, lo que equivale a la suspensión de pagos. El PIB catalán podría caer más de un 20%.

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El catalanismo dominante “ha hecho creer a toda una sociedad que el nacionalismo es la única forma de supervivencia de Cataluña”.

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