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Cuando comúnmente pensamos qué es un Rey o una Reina, generalmente pensamos en alguien que por nacimiento o por méritos está revestido de una serie da atributos, cualidades y virtudes que le hacen un ser especial.

    Los Reyes, se piensa, tienen mucho poder, disfrutan de muchos beneficios y prebendas, son muy ricos, casi siempre guapos y muy educados, y se casan con quienes son iguales a ellos para que de esta forma todo lo antes dicho se prolongue en el tiempo… Imagen de lo que permanece.

    Ahora bien, al Rey o a la Reina también se les llama Soberanos, lo que tienen una significación mayor, puesto que el Soberano o la Soberana es aquella persona que tiene poder sobre su reinado, AUTORIDAD, esto es, que puede tomar sus propias decisiones y lo puede hacer porque tiene libertad para hacerlo.

    Pues déjenme decirla a Leticia Ortiz Rocasolano, que CRISTO ES REY. Tiene autoridad real sobre el Cosmos y sobre todo lo que hay en él, y autoridad sobre la Historia, porque Todo lo ha recibido de Dios Padre. Rey que no vino a ser servido sino a servir. De ahí la contestación que le da a la madre de Santiago y Juan cuando se le acerca a pedirle un lugar importante para sus dos hijos en el Reino que vino a anunciar: “El que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos” (Mc. 10, 43).

    Una Reina no puede mentir, abjurar o desdecirse de sus compromisos, porque entonces nada de lo que diga o haga será creíble. Siendo así, que sí se casó por la IGLESIA para ser “reina”, creyera o no creyera en lo que hacía, fue una servidumbre a la que está obligada a servir hasta el día que deje de serlo. Le vendría bien reflexionar sobre esto… Que piense, entonces, qué hubiera pasado si no se hubiera sometido a casarse por la Iglesia Católica. Por otra parte, ¿se descalzaría si entrase en una mezquita?

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    En todo caso, y para ser más coherente con su ateísmo irredento… Que en la próxima festividad o acto religioso la sienten en un banco de la sacristía.  

NOTA. Sepan los monárquicos de pacotilla, o mejor de baba, que con esta colaboración he terminado de dar la caña que he creído que el asunto merecía.

Autor

Pablo Gasco de la Rocha