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Glorioso mapa electoral que ilustra este artículo. Porque no solo es Bildu ( «plural» macedonia de separratas con dos patas en grados diversos, más o menos criminales, todos criminógenos). Va más allá la vaina. Mucho más. Incluye a todos los partidos – salvo UPyD en su día y hogaño, Vox – en este consensuado y deletéreo patrioterismo genocida. Por ejemplo, el partido/partida más nocivo de la historia de España, el PSOE. El PSOE se entiende y entenderá con ETA, Podemos o quien lo ayude a ganar la Guerra Civil que perdió. No hay más. Y dato relevante pero seguramente no el más significativo: mutación del censo, porque no hay nada como exterminar físicamente a los que no te bailan el agua y expulsar mediante la coacción y la extorsión a los que no te votan para llenar las urnas con los votos de aquellos que se quedan. Aproximadamente 200.000 vascos nos largamos para siempre de la atroz distopía abertzale, de la Gran Vasconia del siglo XXI, del paraíso euskaldún donde un día tomé las aguas, mientras no dejé de limpiarme el ojete con la falsaria y siniestra kakarriña, vulgo bicrucífera.
Y se limpie aquella tierra
Un mapa que vuelva a refrendar la apabullante victoria del nacionalismo étnico. Ya no se trata ahora de construir la «Euzkadi para Dios» del psicópata racistoide de Sabino, ni la «Euzkadi socialista» del nacionalismo revolucionario, sino de la construcción de Euskal Herria, sin más; una nación étnica cuyo único fin es ella misma.
Un mapa que subraya la falta de resistencia a este tsunami soberanista vasco por parte de una sociedad vasca y española, completamente rendida y turulata – incluido el Gran Leviatán que debería haber defendido a ambas ( y jamás lo hizo ni lo hará)- , hondamente anonadadas ante un nuevo y vascongado orden ( basurilla encapsulada dentro del Nuevo Orden Mundial) y cuya aceptación no es excesivamente cara en términos estrictamente individuales, en estas hodiernas y letales calendas de inhumanos tecno-narcisismos.
En fin.
Autor
- Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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El autor sabe de lo que habla y yo no, luego no puedo más que darle la razón. Sólo un detalle me sorprende, a saber, qué criterios van a aplicar para construir su «nación étnica»; no será la raza, teniendo en cuenta la inmigración no precisamente europea y blanca – ojo, no es una crítica, sólo hago constar un hecho – a la que se ha dado la bienvenida pero, ¿tal vez hablar lo que ellos llaman «Euskera», algunos «vasco» y Pío Baroja en «Zalacaín el aventurero», «vascuence»?