20/05/2024 03:41
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Es esta una época de hombres pequeños, de homúnculos. De unos enanitos agarrados a las ubres de la patria, de la que viven y a la que paradójicamente desean destrozar. Enanos estatales, autonómicos, provinciales, municipales… Todos separatistas, antifranquistas activos, traidores… Antiespañoles, en definitiva. Y malvados. Son una carcoma. Unos okupas instalados en puestazos o puestecillos, en los medios informativos, en los chollos de la cultura, en eventos varios, en ministerios y tribunales, en despachos policiales o militares, en las universidades… 

Viven de la patria que odian, del sudor de los trabajadores que aún se esfuerzan y a los que humillan. Y últimamente también de multar a los que circulan a 109 Km/h por autovías con repentinos tramos limitados a 100 km/h. Porque necesitan el dinero para sus gastos personales y para los gastos de sus condicionales, a los que hay que pagar los servicios prestados. 

Gente que parasita gracias al vasto nepotismo que nos invade y corroe. Todos amiguetes, familiares, amantes, cuñaos… Todos inútiles, vagos, fracasados -funcionarios o no- que en su vida las han visto más gordas. Todos resentidos con los luchadores que se ganan las lentejas sin parcialidades ni amiguismos. Todos ellos, individuos con dos caras que, afiliados al partido de turno, andan sueltos como diablos y con el rabo trenzan subvenciones y esquilman los filones de España. Gente que corta diariamente el cuello a la excelencia, por rencor, y para que no les prive de la carnada. 

Personajillos de la política, en fin, o sus afines; asesores, consejeros, políticos de la casta que se esfuerzan por mantener las apariencias, sabiendo que el mundo -los electores- les darán crédito para todo lo demás. Pero no se le puede dar veneno a la serpiente, que es lo que llevan haciendo los españoles hace décadas: engordar a esta caterva, sus dilectos delincuentes públicos. Locura es correr en la oscuridad, en esa oscuridad que es hoy España, como es locura esconder la cabeza bajo el ala cuando se derrumba un monte sobre nosotros. Y que esta época es un tiempo triste y mutilado está claro, pues malos tiempos son aquellos en los que es preciso proclamar lo obvio. 

No hay justicia suficiente para juzgar y condenar unas faltas como las de nuestros políticos traidores y codiciosos, y las de su cohorte. No es casualidad, sino farsa falaz y estratégica propaganda la formación y proliferación de tantas tertulias televisivas o radiofónicas vendidas al Sistema. Hay que ser muy sectario o muy venal para participar con gente entregada a organizar e integrar semejantes debates, porque querer oír o colaborar con lo que en ellos se dice es querer una bajeza. 

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El caso es que, España, sumida en la oscuridad, arriesga a cada instante perderse; pero, tal vez, de modo inconsciente, en estos días de indiferencia e ignominia, los esclavos estén esperando al Hombre; y el Hombre llegará, con mirada plácida y rebelde. No es este su mundo, en el que hay miseria, gentes sufrientes y niños violados en plena inocencia o asesinados antes de nacer, y muchachos y doncellas vendidos al vicio de los ricos. 

Este Hombre, que quiere la paz, tendrá que encender la guerra, porque el más santo no puede mantenerse en paz cuando no le place al vecino malvado. Condenará a los traidores y dignificará a la patria, redimirá a los perseguidos por la venal justicia, pero no podrá resucitar a los muertos que se cobraron las instituciones globalistas y sus secuaces aprovechando las provocadas pandemias, ni podrá cambiar finalmente la naturaleza de los redimidos que, al cabo, le han de señalar con el dedo para que lo eliminen los enemigos, o han de contemplar su ejecución, inertes y en silencio. 

Morirá, una vez más, con mil heridas, ofreciendo su sangre a la verdad, dirigiendo sus ojos a los escasos compañeros que se sacrificaron o lucharon junto a él, para que prosigan esa inacabable marcha hacia la utópica redención del ser humano. E, instantes antes de su muerte, recordará a Dante en su Comedia, y lo parafraseará amargo y afligido, viendo como las ovejas ignorantes van al pasto y vuelven del pasto repletas de inexistencia, de ignominia.   

«Cristo no dijo a sus primeros seguidores: “Andad y predicad patrañas al mundo”, sino que les dio como sustento la verdad y esta apareció en sus labios como escudo y lanza. Ahora, para predicar se abusa de los engaños y de las bufonadas, y los papagayos se hinchan de orgullo. Si el vulgo lo quisiera ver no admitiría las indulgencias ni las humillaciones de manos de aquellos por cuya culpa ha crecido tanto la necesidad, la perversión y la traición en la tierra. Así engordan los puercos y otros muchos que son peores que puercos, pagando en moneda no acuñada».

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Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.