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Lo sucedido el otro día en la Comisión de Interior del Congreso de los Diputados pone de manifiesto, una vez más, que más allá de cualquier otra consideración, siempre desfavorable, el Partido Socialista Obrero Español es un partido felón.
Un partido que le importa muy poco traicionar a quien sea, vender lo que sea y a quien sea siempre que ello le sirva para perpetuarse en el poder. Ciertamente, este es un axioma fácilmente demostrable a la vista de los hechos reiterados y de manera especial con respecto a la venta, más bien el saldo al que está sometiendo a España en connivencia con los golpistas catalanes, los herederos de la banda asesina etarra, la podemía malvada y el separatismo aldeano.
Pero pese a conocer sobradamente las intenciones malévolas de estos indignos socialistas, al igual que su corrupción galopante y sus mentiras permanentes, a veces cuesta creer como alguien, por muy indigno que sea, pueda llegar a ser tan felón.
Parece ser que, en la citada Comisión de Interior, los representantes del Partido Popular propusieron que se otorgase una Cruz del Mérito Policial, con distintivo blanco, a todos aquellos integrantes de los Cuerpos policiales -Cuerpo Superior de Policía y Cuerpo de la Policía Nacional- que prestaron sus servicios en la denominada Zona Especial del Norte (ZEN) durante los llamados “años de plomo”.
Sin embargo, pese a contar con los votos favorables de VOX, Ciudadanos y Foro Asturias, la propuesta no salió adelante al votar en contra la canalla proetarra de Bildu, la malvada podemía, los golpistas catalanes y, cómo no, el PARTIDO SOCIALISTA OBRERO ESPAÑOL en un gesto más de vil entreguismo a los socios que lo mantienen en el machito y en otro episodio de traición a España y a los que siempre la hemos defendido tanto de sus enemigos interiores, como exteriores.
Quizás muchos de los lectores, ignoren lo que fueron aquellos “años de plomo”, yo se lo voy a explicar brevemente.
Estos años, que giran alrededor del principio de los 80 del pasado siglo, fueron los de mayor virulencia del terrorismo marxista etarra, asesinando, de forma vil, traidora y miserable a muchos y muy buenos españoles -policías, guardias civiles, militares e incluso paisanos-, cuyo único delito consistía en ser fieles servidores de España.
Fueron años en los que, todos aquellos que estuvimos destinados en las provincias Vascongadas y Navarra, sentíamos a diario el dolor que producía cada zarpazo asesino de la canalla etarra que se llevaba por delante a amigos y compañeros de promoción.
Años en los que muchos de nosotros fuimos advertidos de la peligrosidad que entrañaba concurrir a tal o cual local, ya que estábamos en el punto de mira del marxismo separatista asesino.
Años en los que teníamos que medir las amistades y las personas con las que nos relacionábamos, ajenas a nuestros Cuerpos, por temor a que uno de ellos, como sucedió en algunos casos, fuese cómplice o colaborador necesario de los asesinos.
Años en los que para salir de casa para dirigirnos a nuestro lugar de destino teníamos que adoptar todo tipo de precauciones en evitación de ser objeto de un atentado criminal, lo que a muchos les provocó graves problemas psicológicos causados por la incertidumbre de no saber si habría un mañana.
Años en los que nuestras madres, padres, esposas o novias eran incapaces de dormir con tranquilidad y se negaban a coger el teléfono por temor a que, desde el otro lado de la línea, alguien les dijese que las ratas etarras, con las que ahora pactan los socialistas, nos habían asesinado con un tiro en la nuca o con una bomba colocada en los bajos de nuestros vehículos.
Años en los que muchas ciudades y pueblos españoles se vistieron de luto para recibir los cadáveres de sus hijos vueltos a casa en una caja de pino, tras haber regado con su valiosísima sangre las tierras del norte de España, víctimas del odioso y criminal terrorismo etarra.
Años en los que los funerales y los entierros de nuestros caídos se hacían casi en secreto para que el pueblo español no pudiese conocer la cruda realidad de lo que estaba sucediendo.
Eran aquellos años en los que los ahora socios de este miserable gobierno socialista-comunista asesinaban también, sin piedad, a niños, mujeres embarazadas, ancianos y a todo aquel que se le pusiese por delante, a fin de cuentas, para aquella chusma, eran daños colaterales.
Sin embargo, todos nosotros, los que estábamos destinados en aquella tierras de España -policías, guardias civiles y militares-, seguimos cumpliendo fielmente con nuestro deber, con nuestra obligación para con España y la sociedad a la que servimos, sin importarnos la ideología de los que reclamaban nuestra ayuda y protección, incluso a sabiendas que tras una llamada de auxilio podía aguardarnos la bomba o el tiro asesino.
Ahora, tras haber soportado en silencio, con gallardía y paciencia, ver como el canalla del pantalón de pitillo y la pluma blanca y todos sus secuaces acercaban a las cárceles vascas a los que nos asesinaban vilmente para que, en breve, pueden disfrutar de un cómodo del tercer grado; ahora que hemos visto como ese gobierno malvado permite que se celebren actos de exaltación al terrorismo y de homenaje a los que nos asesinaron, nos vienen con esto, votando en contra, junto con los demás enemigos de España, a reconocer, con una Cruz al Mérito Policial, el heroico trabajo realizado por los hombres y mujeres que durante aquellos difíciles años cumplimos fielmente con nuestros deberes.
Nada pueden argumentar como excusa para no otorgar esta distinción que está regulada por la Ley 5/1964, de 29 de abril. No sirve como argumento que la concesión de estas Cruces supondría un desembolso para el erario, mentira, además de no llevar aparejada pensión alguna, ni siquiera se verían en la obligación de imponer físicamente la condecoración, bastaría con remitir un escrito a cada interesado. Tampoco, pretender argumentar que este reconocimiento podría suponer la asignación de puntos en el baremo individual de cada uno, mentira, la inmensa mayoría de los que servimos en vascongadas y Navarra durante aquellos años estamos ya fuera de servicio, lo que no supondría ventaja alguna ni agravios comparativos con otros.
La única verdad es que no se atreven a reconocer públicamente que, durante aquellos años un grupo de españoles se enfrentaron, con valentía y honor, a la canalla terrorista hasta ponerla contra las cuerdas y todo ellos por temor a que sus socios bilduetarras les retiren sus votos manchados con la sangre de muchos inocentes, para así seguir en el machito destrozando a España.
Se niegan, por tanto, a reconocer el valor de unos héroes, la mayoría anónimos, que dimos la cara en aquellos graves momentos en los que España, se quiera o no, estaba librando una guerra contra el marxismo terrorista etarra que hoy está presente en las Instituciones.
Una vez más, los socialistas han demostrado la clase de canalla que son; es igual que formen parte o no del gobierno, es igual que formen parte o no de la bancada de palmeros en el Parlamento, cualquiera que posea el carné de ese partido canalla, cualquiera que los vote en los comicios que sean, todos son igualmente corresponsables y cómplices de esta nueva canallada y aquí ya no sirve como excusa decir aquello de que la “guerra es mejor hacerla desde dentro”. Ha llegado el momento de la dignidad, el momento de desvincularse de este partido felón y aquel que persista en ser indigno lo único que merece es el desprecio, el mío ya lo tiene garantizado.
Autor
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José Eugenio Fernández Barallobre, español, nacido en La Coruña. Se formó en las filas de la Organización Juvenil Española, en la que se mantuvo hasta su pase a la Guardia de Franco. En 1973 fue elegido Consejero Local del Movimiento de La Coruña, por el tercio de cabezas de familia, y tras la legalización de los partidos políticos, militó en Falange Española y de las J.O.N.S.
Abandonó la actividad política para ingresar, en 1978, en el entonces Cuerpo General de Policía, recibiendo el despacho de Inspector del Cuerpo Superior de Policía en 1979, prestando servicios en la Policía Española hasta su pase a la situación de retirado.
Es Alférez R.H. del Cuerpo de Infantería de Marina y Diplomado en Criminología por la Universidad de Santiago de Compostela.Está en posesión de varias condecoraciones policiales, militares y civiles y de la "F" roja al mérito en el servicio de la Organización Juvenil Española.
Fundador de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña, del Museo Policial de la J.S. de Policía de Galicia y de la Orden de la Placa y el Mérito de Estudios Históricos de la Policía Española.
Premio de narrativa "Fernando Arenas Quintela" 2022
Publicaciones:
"El Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII. 1908-1931" (Fundación Policía Española)
"La uniformidad del Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII 1887-1931 (LC Ediciones 2019)
"Catálogo del Museo Policial de La Coruña". Tres ediciones (2008, 2014 y 2022)
"Historia de la Policía Nacional" (La Esfera de los Libros 2021).
"El Cuerpo de la Policía Armada y de Tráfico 1941-1959" (SND Editores. Madrid 2022).
"Policía y ciudad. La Policía Gubernativa en La Coruña (1908-1931)" (en preparación).
Otras publicaciones:
"Tiempos de amor y muerte. El Infierno de Igueriben". LC Ediciones (2018)
"Historias de Marineda. Aquella Coruña que yo conocí". Publicaciones Librería Arenas (2019).
"El sueño de nuestra noche de San Juan. Historia de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña". Asociación de Meigas (2019).
"Las Meigas. Leyendas y tradiciones de la noche de San Juan". Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña (2011).
"Nuevas historias de Marineda. Mi Coruña en el recuerdo". Publicaciones Arenas (2022). Ganadora del premio de ensayo y narrativa "Fernando Arenas Quintela 2022".
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