21/11/2024 15:52
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El equipo de gobierno del ayuntamiento barcelonés ha fomentado la permisividad y la impunidad ante al incivismo, el robo reiterado, la delincuencia y el terror.

Ada Colau ha tenido la desgracia de convertir Barcelona en un estercolero a su medida. Salta a la vista la miseria y la podredumbre de las fanáticas políticas discriminatorias, donde la ciudadanía no proclive al independentismo sigue bajo la bota de la represión, las formas dictatoriales y el desgobierno municipal. «¡Disfruten lo votado!», dicen los más. Lo más doloroso es que entre todos los barceloneses tendrán que comerse el monstruo que han creado unos pocos: nacionalistas, golpistas, independentistas y «cuperos».

La activista social y política, Ada Colau, no parece asumir ninguna responsabilidad por los disturbios en los macrobotellones. El equipo de gobierno del ayuntamiento de Barcelonés ha fomentado la permisividad y la impunidad ante al incivismo, el robo reiterado y la delincuencia. Ahora no hay quien frene a los antisistema, grupos de la extrema izquierda y bandas magrebíes. Hablamos de los componentes del «tsunami democrático» que se gestó con las negociaciones de Carles Puigdemont, en un claro acto de alta traición al Estado español.

¿Quiénes fueron los paranoicos que afirmaban que quemar contenedores no era violencia? Pues tendrán que explicar la verdad a esos cachorros de terroristas antes de que Barcelona sea el polvorín en que pretende convertirla la extrema izquierda antisistema e independentista y progolpista. Incluso al partido del «botifler», Gabriel Rufián, se le ha ido de las manos y hasta los propios incendiarios le echan de las concentraciones con ese grito de guerra.

Barcelona está más que degradada como consecuencia de los políticos que dicen gobernar, entre ellos la actual alcaldesa. A este paso no va a acudir a esa ciudad ningún turismo atractivo; tan sólo llegarán okupas. Manteros, carteristas, antisistema y gentuza de esa calaña. Ada Colau ha sido la gran incendiaria, pero no la única, porque las huestes de Puigdemont han fomentado el vandalismo, incluso desde Waterloo se ha incentivado el terrorismo urbano. Lo que ahora hay que averiguar es si para ello se ha utilizado dinero público o de las Cajas de Resistencia.

En el macrobotellón de playas y plazas de Barcelona se han repetido escenas de vandalismo, borrachera, terrorismo incendiario, robos con violencia y actos vandálicos de todo tipo. La capital catalana empieza a convertirse en reclamo para prácticas de vandalismo de fin de semana y de confrontación con la Policía. Acabarán haciéndose crónicos esos actos, tanto de la propia juventud barcelonesa como de antisistema llegados allende nuestras fronteras. Estamos ante un cóctel explosivo compuesto por miles de jóvenes dispuestos a demostrar la fuerza del grupo desde el anonimato.

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Ada Colau tiene lo que merece. Lo que no es de recibo es que paguen todos los barceloneses por la incompetencia de esta mujer que «mea de pie» y cuyo caballo de batalla ha sido denostar, amedrentar y eliminar dotaciones a la guardia urbana mientras consentía ingentes barbaridades a delincuentes, carteristas, manteros e ilegales. Han campado a sus anchas por las calles y lo que ahora vemos es el resultado de unas políticas cobardes pensadas contra el contribuyente. Es el momento del rechinar de dientes en el que ni siquiera le van a permitir entonar el «mea culpa». Sembró mal y recoge ahora los frutos.

La imagen que hoy proyecta Barcelona en el exterior es de inseguridad ciudadana, enfrentamientos encarnizados, peligro callejero y desprotección policial. Hace tiempo que perdió su imagen de icono del turismo como consecuencia de las nefastas políticas del equipo de gobierno, su evidente incompetencia y ruindad hacia los principios democráticos. Hasta en el plano económico ha quedado desvencijada y hoy cientos de empresas emigran de Cataluña por la inseguridad que genera el independentismo, el vandalismo y el propio gobierno de la Generalidad.

Ada Colau –fiel a su habitual cobardía– sigue mirando para otra parte, en vez de construir políticas activas para la ciudad y tomar ejemplo de buenos gestores, como Díaz Ayuso, recibida por casi todos los grandes fondos de inversión estadounidenses, además de premiada en numerosos foros europeos, dada su acertada gestión de la pandemia y sus políticas económicas frente a las reiteradas negligencias del Gobierno central de Pedro Sánchez.

La señora Colau ha tenido el deshonor de convertir una de las capitales más importantes del mundo en un estercolero a tu medida. Hace tiempo que ha perdido el control.

Autor

Jesús Salamanca Alonso
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