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¿Qué extrañas razones determinan la gloria o el olvido literario? ¿Qué motivos arcanos llevan a algunos autores al Olimpo de los elegidos, y a otros al limbo de los olvidados? Estas preguntas tienen difícil respuesta. Hay autores que resisten el paso de las generaciones de lectores y críticos y otros a los que arrolla el tiempo. En la literatura española del siglo XX hay algunos casos de olvidos escandalosos. Quizá el más sangrante sea el de Eugenio d’Ors. No existe -que yo sepa- una antología asequible de sus Glosas. Las obras de este pensador capital de nuestra cultura son hoy rarezas bibliográficas. Otro olvido injusto es el de Pemán. Aunque las razones de este abandono sean complejas, voy a aventurar tres, que pueden arrojar alguna luz sobre el problema.
a) La primera razón es ideológica. Los ideales católicos y monárquicos y conservadores de Pemán no ayudan ciertamente a difusión de su obra. Este prejuicio no sólo es español, sino universal (mejor, occidental). Se le perdona a Neruda y Sartre su comunismo, pero no a Pound sus coqueteos con el nazismo. Se le da el Nobel a García Márquez, reconocido entusiasta de la dictadura cubana, pero no al conservador y escéptico Borges. Se convierte a Lorca en un mártir de la cultura, pero su amigo y compañero de generación José Mª Hinojosa, asesinado 4 días después del granadino, es casi un muerto anónimo más. Hay que reconocer que la izquierda tiene la primacía en el prestigio intelectual. Pemán, que nunca fue un claro franquista y, mucho menos, fascista, es otra víctima de este prejuicio tan arraigado y, parece, inevitable.
b) La segunda causa reside en su misma obra. Pemán fue un escritor prolífico, quizá demasiado. Sele ha llamado “oceánico”. Su obra es enorme en cantidad, en diversidad y (¡ay¡), a veces, irregular. Una obra tan amplia tiene, necesariamente, valles y cimas. Como Lope de Vega, como Pla, como Azorín, Pemán es uno de esos magos que todo lo que toca lo convierte en literatura, que sabe moverse en los más distintos registros, géneros y temas. En el caso de Pemán, esta diversidad de registros va desde el tratado de doctrina política al teatro popular, desde la narrativa breve al discurso académico, desde el ensayo religioso al costumbrismo andaluz. No se le identifica (como a Cervantes o Defoe) con una obra maestra. Su extensión y heterogeneidad le perjudican casi tanto como su conservadurismo.
c) Y hay una tercera razón. Pemán no es clasificable en ninguno de los grupos canónicos que la crítica y la industria cultural han inventado: 98, Generación del 27, Novecentismo, novela de postguerra, etc. Estos esquemas se perpetúan en la enseñanza, en la universidad, en los medios de comunicación y publicación. Parece que los que quedan fuera de estos cotos son más propensos al olvido. ¿En que “capítulo”, en que “generación” de la literatura española situar a Pemán?
Sólo cabe esperar que el tiempo borre olvidos y prejuicios y vuelva las cosas a su lugar. El tiempo, decía Borges, escribe magníficas antologías.