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La izquierda en España ha alcanzado siempre el poder de forma obscura. Lo recordó Aznar hace unos días, y eso generó malestar en LaSexta y otros ambientes de baja catadura moral, lo que suele ser sinónimo de una verdad: el golpe de mano del 23F; el golpe de mano del 15M; y el golpe de mano de la moción de censura en la que Rajoy y el PP no se defendieron, como en esa escena de Toro Salvaje en la que vemos como Jake la Motta (De Niro) baja los brazos y se deja vapulear sin ambages por su némesis, Sugar Ray Robinson.
El Dictum de Lord Acton proclama: “El poder corrompe; El poder absoluto corrompe absolutamente”. La razón de ser de la separación de poderes tal y como la concibió uno de sus más importantes progenitores, Montesquieu, se debe a la siguiente concepción antropológica del hombre y su relación con la detentación del mando: “Todo hombre que tiene poder se inclina a abusar del mismo; él va hasta que encuentra límites. Para que no se pueda abusar del poder hace falta que, por la disposición de las cosas, el poder detenga al poder”. Desde hace unos días, la izquierda viene repitiendo sistemáticamente el mantra de que el problema catalán es un problema político y no jurídico. Como si un político tuviera impunidad por su condición de político y no pudiera ser ni inhabilitado ni encarcelado al saltarse la ley, por su condición de político. Ese ha sido el pensamiento detrás del uso del término “presos políticos”, como si no pudiera haber “políticos presos” en una democracia. Ábalos ha dicho: “Hacen más mal dentro de la cárcel y más favor al independentismo que fuera. Enormemente más. Se acaba la imagen del estado represor, de que aquí no hay democracia y se les acaba la campaña internacional”. Errejón ha hablado de un “conflicto de naturaleza política que necesita soluciones políticas”. En un artículo del periódico de cabecera de la progredumbre española, LoPaís, hemos podido leer: “Mantener a unos políticos en prisión es inutil socialmente”. Apartar de la sociedad a un criminal es de utilidad social, por eso existen las prisiones y el sistema penitenciario; de la misma forma, tener separación de poderes evita que los políticos cometan delitos impunemente o que, de hacerlo, se vean sometidos a la ley en igualdad de condiciones con cualquier ciudadano.
De esta forma tan simpática lo que la izquierda española ha propuesto, ejecutado y está ahora justificando con todo el poder mediático que posee es la abolición de lo que Montesquieu propuso. El fin de la separación de poderes y la vuelta del absolutismo. Nada, por otro lado, que no hubiese anunciado Alfonso Guerra décadas atrás: “Montesquieu ha muerto”. Solo que por fin terminan de enterrarlo a dos metros bajo tierra. La izquierda es, en esencia, antidemocrática: aunque propone la igualdad, la libertad y la fraternidad, los valores de La Ilustración, antepone a cualquiera de ellos sus objetivos de ingeniería social que considera superiores a la libertad de elección del prójimo: su modelo de Ilustración es, ha sido y será siempre el Despotismo Ilustrado. Obviar los mecanismos que salvaguardan la separación de poderes, el buen funcionamiento de la democracia y que se mueven en el límite de la legalidad no es un problema, sino un medio. Y como Maquiavelo su actuación denota que “el fin justifica los medios”: Sánchez solo quiere seguir ostentando el poder, en una huida hacia adelante en la que destruir la Unidad de España o acabar con la democracia son daños colaterales o incluso piezas cobradas para adornar futuras vitrinas.
Bertrand de Jouvenel, uno de los pensadores políticos más relevantes del siglo XX, escribió en su libro Sobre el poder: “La justicia, desarmada ante el Poder no perdió sólo su independencia, sino también su función. La Revolución (Francesa) despojó a la justicia de la función que antes ejercía de defender al individuo contra las extralimitaciones del Poder. Así como la Revolución desbarató los cuerpos cuyo poder era capaz de limitar al Estado, así también privó al ciudadano de todo medio constitucional de hacer valer su derecho contra el derecho estatal. Trabajó por el absolutismo del Poder”. El poder absoluto de la izquierda.
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