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A Nancy Pelosí, la octogenaria presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, proabortista radical, el Arzobispo de San Francisco, mons. Salvatore Cordileone, después de varios intentos para ayudarla a entender el grave mal que está perpetrando, el escándalo que está causando y el peligro en el que pone su alma, la ha prohibido comulgar por su público y persistente apoyo al aborto.
El comunicado del Arzobispo es claro, contundente y de acuerdo con el Derecho Canónico: “La señora Pelosi, actualmente la mujer católica con más poder político en Estados Unidos, no debe ser admitida a la Sagrada Comunión hasta que repudie públicamente su apoyo al derecho al aborto, se confiese y reciba la absolución por su cooperación con este mal en el sacramento de la Penitencia”.
A monseñor Salvatore se le han unido algunos pocos obispos de Estados Unidos, en donde hay 400 obispos… Mons. Samuel Aquila, de la diócesis de Denver, que se expresó en los siguientes términos: “Apoyo y felicito a mi hermano obispo por tomar esta decisión valiente, compasiva y necesaria”. James Conley, de la diócesis de Lincoln, que le felicitó “por su valiente pastoral”. Michael Barber, de la diócesis de Oakland, que “alabo su postura heroica y compasiva”. Joseph Stricklan, de la diócesis de Tyler (Texas), que en carta pastoral que hizo pública para sus feligreses, termino con las siguientes palabras: “Gracias, gracias arzobispo Cordileone por amar a Nancy Pelosi en la Verdad de Jesucristo”. Son algunos ejemplos de los prelados estadounidenses que han salido públicamente a defender y apoyar la decisión del arzobispo Cordileone. Una decisión no está exenta de polémica dentro y fuera de Estados Unidos, “prohibir comulgar”, incluso excomulgar, a los legisladores que legalizan el aborto, así como a los jefes de Estado que con su firma, como requisito necesario para que las leyes entren en vigor, lo propician
Aunque la decisión tomada contra Nancy Pelosí no afecta a todas la diócesis de Estados Unidos, no cabe duda que es una decisión importante. Importante, no solo porque es una decisión coherente con el Derecho Canónico, sino porque monseñor Salvatore y el resto de los obispos que le han apoyan de sobra saben que la decisión desafía el consejo del papa Francisco, que tras recibir con evidentes muestras de simpatía en el Vaticano al presidente de Estados Unidos, Jo Biden, y a la misma Nancy Pelosí, ambos católicos, saliendo al paso de los comentarios que en la curia se hacían sobre la condición proabortista de ambos, advirtió que los obispos “tomaran decisiones pastorales y no políticas”. Que es otra de las frases desconcertantes de Francisco.
Es público y notorio que Francisco no puede caminar como consecuencia de una “rotura de ligamentos” en su rodilla derecha, dolencia muy dolorosa que le están tratando con infiltraciones y una técnica que potencia y estimula la reparación biológica. Pues bien, ahora más que nunca debería desengancharse de lo políticamente correcto y pensar en el agónico sufrimiento de los bebés asesinados en los vientres de sus madres.
Y si no lo tiene claro, alguien debería decirle a Francisco, cardenal Jorge Mario Bergoglio, argentino, elegido Papa el 13 de marzo de 2013 en la quinta votación efectuada durante el segundo cónclave, que nada se parece más a Cristo que la infancia sufriente.
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