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Hoy me he levantado con ganas de ir al Valle de los Caídos y como muchas veces con las ganas basta, pues dicho y hecho.
Cuando pasados los Juanelos (enormes tubos de piedra puestos en vertical, al inicio del viaducto, llamados así por el nombre de su creador, Juanelo Turriano, ingeniero de Carlos V.), la niebla había cubierto la gran Cruz y parecía una premonición, esa premonición que han dejado entrever desde las filas de Podemos y del resto de los partidos de la izquierda española y que había escuchado en los cursos de verano de la Universidad Complutense en San Lorenzo de El Escorial, este pasado mes de Junio, entre otros, en boca del Secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez López, “ la Cruz había desaparecido”, sólo quedaba el Risco de la Nava.
He contado muchas veces como había sido mi niñez y parte de mi adolescencia desde 1958 hasta 1976 cuando mi familia abandonó el Valle de los Caídos, tras la muerte de mi padre.
Era un nuevo regreso para rememorar mis recuerdos y no parecía haber comenzado muy bien. La Cruz no se veía, pero sí estaban muy presentes los miles de nidos de orugas que cubrían el abigarrado bosque de pinos que había visto crecer desde su repoblación, era más blanco que verde, una gran cantidad de árboles caídos, no por Dios y por España, en este caso, si no por pudriciones, vendavales o escolítidos que se estaban comiendo, literalmente, el mismo.
El abandono me parecía que alcanzaba casi el delito de dejación de funciones por parte de la administración correspondiente, pero si a ello unimos el deterioro de las esculturas de Ávalos, las goteras interminables, el hundimiento de edificios auxiliares en tiempos dedicados a la restauración, cafeterías y restaurantes, en espera de su desaparición, abandonados a su suerte, sin servicio, sin mantenimiento, sin conservación, esperando su hora final. Mi antigua escuela, cuyo primer maestro fue un preso republicano, hundiéndose, las viviendas de los trabajadores, abandonadas a su suerte en cuanto sus inquilinos se jubilan (según normativa), instalaciones sociales como economato, centro social, salas de reuniones dejados y nunca mejor dicho “de la mano de Dios”.
¡Que dejación, abandono, despilfarro! ¡Que pérdida de recursos!
No obstante, si observé casetas de obra, recién instaladas en los desérticos aparcamientos, antes abarrotados de vehículos turísticos y que, tras averiguaciones, eran las precisas , no para comenzar las reparaciones de toda esta debacle si no para las paralizadas obras, judicialmente afectadas, para la adecuación de los accesos a los columbarios, léase enterramientos de los caídos, a fin de su poco probable, según palabras del Profesor Echeverría, su identificación, para lo que al parecer si hay muchos millones de euros.
Sí pude apreciar que al menos había una administración, la municipal, que mantenía sus servicios, aunque fueran los de basuras, que poco más que eso va a quedar del Valle de los Caídos, si esto sigue en esta líneal.
Cuando llegué a casa, escuché con estupor, que había habido una reunión del Presidente del Gobierno y el Ministro de la Presidencia (responsable del Valle de los Caídos) con el Cardenal Omella, responsable máximo de la Iglesia Católica en España, donde este último reconocía la inmatriculación de cerca de mil bienes, por parte de la Iglesia Católica, que no eran propiedad de la misma y que serían puestos a disposición de las distintas administraciones públicas.
Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Ahora bien, si el resultado y el trato que están dando al Valle de los Caídos es el mismo que van a dar a estos bienes devueltos y envueltos, al menos en un aroma eclesial católico, habrá que decir a Monseñor Omella que el refrán castellano “No está hecha la miel para la boca del asno”, referido a este gobierno, debe ser tenido como dogma por la Iglesia Católica y que el incumplimiento de las administraciones del cometido que se les atribuye debería hacer pensar a la misma que si el César no cumple con sus súbditos, los súbditos no tienen por qué cumplir con el César.
La reunión no debió llegar a buen puerto, o el “al enemigo, ni agua “es seguido por el gobierno a pie juntillas y nos amanecimos con las portadas de la prensa escrita y las televisiones con el caso de los “abusos sexuales de la Iglesia Católica”, que digo yo, deben ser tratados como recoge nuestro código Penal por los delitos de comisión, omisión y ocultación de los mismos en su caso, sin temblar la mano, pero desde que existe la pena de telediario, los políticos utilizan la información para poner en claro quién es el que manda.
La lucha interminable continúa hasta la eliminación de uno de los contendientes.
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