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El “Foro de Davos” ha retratado a España como plañidera del colonialismo económico de China y de su apuesta por comprar a precio de salgo industrias, barrios y sectores productivos despedazados como la Hostelería.
Las llamadas ‘leyendas urbanas injustas’ contra la comunidad china que decían los mass media que cultivábamos los españoles, envidiosos del ‘auge emprendedor y currante chino’, son una realidad Realidad que ha sido destapada a lo largo de los últimos años, a cuentagotas eso sí, a raíz de grandes y sinuosos casos de fraude multimillonario y otros grandes delitos económicos perpetrados por mafiosos chinos. Realidad que afecta y se relaciona directamente con el auge del comercio chino a pie de calle.
Sobreexplotación laboral a través de mano de obra semiesclava, evasión de aranceles, y un exquisito mecanismo para tributar lo menos posible: son las señas de la acción ‘empresarial’ china en nuestras calles. No es sólo que su modo laboral esclavista haya sido implantado en España; es que nuestras autoridades permiten y alientan la impunidad con que actúa la mafia del Partido comunista chino y su modelo explotador en suelo español.
Revientan nuestros barrios con sus ventas de productos que apenas pagan aduana y son producidos a coste irrisorio en condiciones de dumping laboral y ambiental. Los sectores productores autóctonos nacionales son destruidos por una competencia desleal y extorsionadora.
Que sus almacenes, bazares o industrias incumplen normativas básicas de seguridad que sí se exigen con látigo de hierro a los españoles, es una evidencia de manual.
Hasta ahora habíamos pensado que EEUU era el importador, e icono excelso, de las esencias del capitalismo explotador a todos los niveles. No obstante el gobierno de Donald Trump rompió con las élites globalizadoras, y encabezó una política social de aumento del poder adquisitivo salarial y pleno empleo mediante un abierto proteccionismo arancelario y un enfrentamiento diametral a la gran plataforma internacional que encabezada por China, y con la Unión europea como mamporrera, pretendía robar los datos, la tecnología y los empleos de los occidentales para orientarlos al “Gran reseteo” digital y económico capitaneado por el gigante asiático.
China es hoy por hoy el portavoz indiscutible de la garra esclavista más enconada del capitalismo globalista; es la versión más grave de la injusticia mercantilista desaforada y de su pretensión máxima de instaurar un modo de producción y trabajo fundados en la precariedad absoluta de los trabajadores y sus derechos.
Y dónde se ve claramente cómo China encarna este papel depredador, y nos cuela su modelo terrible, es en nuestra Nación; con la aquiescencia y aval de impunidad para sabotear la ley con que actúa en nuestro mercado y barrios nacionales.
El poder político globalista imperante en España, vendido a instancias supranacionales basadas en la cesión de soberanía y competencias, jamás pondrá cerco a la vampirización china. Y le seguirá entregando nuestros barrios, empleando como arma contra quién ose rebelarse la acusación de “racismo”. Y he aquí como el capitalismo más voraz, delictivo incluso, está ya colonizándonos en manada.
China posee bancos que compran nuestra deuda, corruptos que se llevan el dinero y empresarios que imponen su modelo explotador.
Incorporada al Foro de Davos en 2016 y, por tanto, acunada por la élite económica mundial, China es capitalismo puro: capitalismo de Estado y capitalismo de mercado desaforado, ambos unidos y solidificados….Capitalismo en un modelo hermético implacable que exporta miseria metastasiada por todo Occidente con la bendición y aplauso de las oligarquías europeas.
El ‘comunismo’ chino (fachada tiránica del capitalismo de Estado) y el ‘libre mercado’ occidental convergen para implantar la vorágine de un “Reseteo” y una “transición ecológica” que destruyendo la industria tradicional o el uso de los combustibles diesel pondrán a China como gran exportadora de tecnología “eco-friendly” para coches eléctricos y plantas fotovoltaicas.
En la última reunión del “Foro de Davos” de enero de 2021, China se convirtió en anfitrión, modelo y culmen para la gobernanza mundialista: “economía sostenible e inclusiva”, “gobernanza global” o “suprimir las barreras culturales y nacionales” entre las economías. Estas premisas y tantas otras más jalonaron la reunión de Davos que otorgó impulso a la “Agenda 2030” y que convirtió a China en el icono indiscutible.
Laureada como “campeona contra el Covid”, China no recibió ningún reproche contra sus descomunales mentiras que, en comandita con Tedros Adhanom, presidente de la OMS, exportaron la muerte y la ruina económica al resto del mundo.
La Unión europea presumió de su “Acuerdo de inversiones y comercio” con China, y naciones como España, cuyos grandes partidos incluido el PP poseen acuerdos de cooperación y amistad con el Partido Comunista Chino, manifestaron la sumisión hacia el gigante asiático.
Mientras el mundo nada en la ruina social y la muerte, China impulsa su economía de forma inexorable desde el pasado mes de abril de 2020 cuando sus industrias, en plena ebullición, exportaban a placer mientras Occidente se deprimía e implosionaba.
Todo apunta a que de la antaño “uniporalidad” estadounidense pasaremos, en breve plazo, a una “uniporalidad china” bien granjeada por el nuevo presidente norteamericano Joe Biden, aliado de China a través de sucios negocios personales y de su defensa globalista del exterminio de las fronteras nacionales.
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