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España viene siendo sometida desde 1978 a un proceso revolucionario que persigue la implantación de un régimen marxista-leninista de manual, mediante la subversión y socavamiento de un sistema para imponer otro. Este proceso comenzó, cuando menos, con la Constitución llena trampa y agujeros negros, producto de unas componendas con las que la impenitente izquierda, antinacional y antiespañola de siempre, formada por el PSOE y el PCE, más sus aliados naturales los separatismos de toda ralea, consiguieron engañar a la estúpida, ingenua y acomplejada derecha que creyó que dichos partidos habían abrazado por fin la democracia parlamentaria como sistema de convivencia política. Cuán tontos, ingenuos, cobardes y estúpidos fueron. Eso sí, si algo tiene de gracioso hoy la penosa, grave y triste evolución de España es ver a los “demócratas” peperos y otros liberales ojipláticos conforme van dándose cuenta de por dónde y a dónde van decididos y audaces los socialistas, comunistas y separatistas; que esta vez se hayan tomado su tiempo, medio siglo cuando menos, sólo se debe a que ellos sí que aprendieron de la historia y de su fracaso cuando quisieron hacerlo en tan sólo un lustro durante la II República. Sus caras de haba, sus gestos de sorpresa y de estupefacción son la prueba de su estupidez, sobre todo cuando comienzan a asumir que la cosa no tiene remedio y que se van a ver en breve sometidos a esa dictadura marxista-leninista que, aún con los colores propios de su mutación, evolución y adaptación a las modas actuales, no por ello va a ser menos terrorrífica que las que sabemos por la Historia.
La aprobación de la despenalización de la sedición votada en bloque por sociatas –los idiotas peperos pensaron durante unos días que podrían abrir fisuras entre sus diputados–, comunistas y separatistas es paso esencial para impulsar, ya sin ambages, la vía hacia la consecución del viejo objetivo de todos ellos que fue siempre y sigue siendo la desmembración de España en una heterogénea amalgama de confederadas “repúblicas” o “nacionalidades” o “identidades” o “comunidades autónomas” sobre las que imponer, por supuesto, su ideario totalitario porque no hay mejor forma para vencer que dividir. La constante entrega, dicho sea de paso inconstitucional, de competencias del Estado a la comunidades autónomas por la izquierda, como también por la estúpida derecha, vaciando al Estado, a la nación, en su favor, y llenándolas de contenido institucional, sólo podía beneficiar a la larga a la izquierda, mucho más organizada y disciplinada con objetivos más concretos y claros que la derecha. La perversa politización del sistema judicial, la enseñanza convertida en adoctrinamiento, el maremoto ideológico y anticultura, la creación de policías autonómicas, la reescritura de la Historia, etc., lo mismo. En fin, lo que llevamos viendo desde 1978 confluye poco a poco donde esa izquierda de siempre antinacional y antiespañola, y toda ella extrema, quería, es decir, donde ella no tiene rival; lo que viene siendo posible sólo gracias a esa derecha cuya mejor definición la dio ya hace mucho Vázquez de Mella cuando dijo que “anda siempre proclamando un Dios en el que no cree y una Patria a la que no ama, y sólo pretende mantener sus privilegios”. La paulatina castración de las Fuerzas Armadas y de orden público (Guardia Civil y Policía Nacional), con el cobarde y traidor entusiasmo de sus mandos, haciendo y asumiendo respectivamente que confundan neutralidad con inhibición, y obediencia y disciplina con sumisión, han logrado convertirlas en cómplices ideales para la fase final que ahora comienza de dicho proceso revolucionario en el cual han de jugar papel especial porque son las instituciones que someterán por la amenaza de la fuerza a la muy escasa disidencia y oposición que un pueblo desnaturalizado, pervertido, adocenado y aborregado pueda generar.
Por todo lo dicho, y a las pruebas de todo orden me remito, veremos a no tardar mucho la constitución de la Confederación de Comunidades Autónomas Ibéricas en las que una república de repúblicas confederadas será oprimida por gobiernos de coalición como el actual con la ayuda de unas fuerzas de orden público brazo opresor del sistema y unas Fuerzas Armadas “Populares” cómplices por inhibición, ambas al servicio del nuevo régimen totalitario que dirigirá con falsedades monumentales nuestras vidas hasta los más nimios detalles e intimidades.
Una vez, ante el mismo peligro, se consiguió evitar bien que a base de agua caliente, costando sangre, sudor y lágrimas, pero dado que no se aprendió, en esta ocasión no veo remedio pues no hay ya no media España, sino ni siquiera un cuarto con la lucidez, hombría, honor, dignidad, valor, líderes y medios para evitarlo. Tal vez sea porque España se merece caer en el pozo de una vez para que tan dura cerviz aprenda para siempre… si es que tras la hecatombe hay posibilidad de renacer de las cenizas que es a lo que va a quedar reducida España en manos de sus peores enemigos que, como casi siempre, están dentro
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