Señor Feijóo: Demasiado tarde. Por Julio Merino

Señor Feijóo:

DEMASIADO TARDE

Y no se equivoque, el señor Sánchez no es ningún cobarde, lo que ha demostrado con su silencio es que es más “zorro” que usted y se lo explico.

Todo lo suyo muy bien. Discursos perfectos. Replicas y contrarréplicas perfectas. Un Programa serio y posible. Unos Pactos de Estados interesantes y salvadores. Y que conste que me lo he tragado todo entero sin perder comba (eso sí, sin olvidar que usted no es Winston Churchill ni Emilio Castelar).

También me he tragado los silencios, las risitas y las risas y los vergonzantes aplausos a la “hiena” que le soltó para distraerle y hacerle caer en la trampa que cayó: no poderle obligar a que dijera “sí” o “no” tenía firmada la “Ley de Amnistía” al huido Puigdemont.

Y yo no me reía (porque los que amamos de verdad España no estamos para risas) y pensaba aquello que Fernando Herrero Tejedor y Torcuato Fernández Miranda le decían a don Adolfo Suárez: “Adolfo ¿tú has leído alguna vez “El Príncipe” de Maquiavelo?”… porque eso mismo le recordaría yo a usted. Señor Feijóo, no se puede debatir ni dialogar cuando una de las partes se sienta pensando que “el fin no justifica los medios” y otro pensando que “el fin sí justifica los medios”.

Y esa es la diferencia que se vio claramente en la sesión de investidura. Usted tiene unos límites, su Partido tiene unos límites y unas líneas rojas de las que no puede pasar y ÉL no, y por lo que se ve, su Partido tampoco.

Por tanto, a usted y a VOX (coaligados, por supuesto) solo le quedan las urnas y el Parlamento. Sobre todo el Parlamento, porque en el sistema que impuso la Constitución del 78 así es. No gana quien tenga la calle o quien gane en las urnas, lo que importa es quién tenga más votos en el Congreso, porque son los señores Diputados los que eligen al Presidente del Gobierno.

Y ahora, señor Feijóo, le hago dos pregunta, una:¿De qué le ha servido todo lo que ha dicho hoy en el Congreso? y dos: habrá meditado que no haber presentado en su momento la “Moción de Censura” que le propuso la VOX de Abascal fue un verdadero error por su parte. Yo estoy seguro que si usted hubiese pronunciado el discurso de ayer en el Congreso (que yo aplaudí y aplaudo) entonces, no habría necesitado siquiera el triste acto de investidura de hoy.

Así que, y eso es lo grave, ahora a esperar y temer la que se nos viene encima. Porque si aquí no se producen dos milagros ya habrá que ir preparando las maletas para marcharse al exilio, si no quieres que te manden a Siberia.

Y esos dos milagros se los voy a señalar, aunque sea sin la esperanza de que se produzcan:

PRIMER MILAGRO:

Lo que pueda hacer el Rey. Porque a S.M. Felipe VI se le presenta una encrucijada difícil. Si aprueba que el tahúr Sánchez forme Gobierno con los independentistas catalanes, vascos y gallegos (es decir, con los que públicamente están diciendo a gritos que usted no es su Rey y que ellos si pueden, proclamarán en cuanto tengan el Poder, la República, la III República, la que perdieron en 1939).

Usted, MAJESTAD, va a iniciar enseguida otra ronda con los líderes de los Partidos con representación en el Parlamento ¿y qué hará usted si alguno de esos líderes, precisamente los que no le aceptan a usted como Rey, no acuden a la Zarzuela ni siquiera para saludarle y menos para decirle que van a apoyar con sus votos al aspirante a la Presidencia?

Me da la impresión, señor, que S.M. lo va a tener tan difícil o más que lo tuvo su bisabuelo el 13 de septiembre de 1923 o el 14 de abril de 1931.

Que Dios le coja confesado, porque como usted no haga el “milagro” apaga y vámonos… y ahí sí que tendría razón aquel Rey que dijo: “après moi le déluge”.

SEGUNDO MILAGRO

Que haya 7 Diputados socialistas, al menos 7 (o sea, aquellos que puedan vivir sin necesidad del sueldo o los sueldos que cobren del Partido o en el Congreso) que obedezcan el deseo y la indicación de sus conciencias. Porque no habrá ningún socialista que se trague de buenas la humillación a la que les está sometiendo el huido Puigdemont. La dignidad socialista no puede permitirse ese lujo, solo porque el señor Sánchez, el ambicioso Sánchez, tenga el deseo de seguir en la Moncloa (“A cualquier precio el Poder jamás es caro”)… miren, amigos míos, hasta el más discutido Largo Caballero, el hombre que llevó a los españoles a la Guerra Civil, tuvo en su momento y ante un problema de dignidad el coraje muy español de dar un puñetazo en la mesa a todo un Embajador ruso y echarlo de su despacho porque le había tratado de humillar y su conciencia no lo resistió.

Así lo conté yo mismo cuando escribí “Los socialistas rompen las urnas”, recogiendo la versión que dejó para la Historia el también diputado socialistas Ginés Ganga que aquella mañana de 1937 estaba en el antedespacho de Largo Caballero: «Una mañana la visita a puerta cerrada había durado ya dos horas cuando de súbito se oyó gritar a Largo Caballero. Los secretarios se reunieron alrededor de la puerta del despacho sin atreverse a abrirla, por respeto. Los gritos de Largo Caballero aumentaron en intensidad. De pronto se abrieron las puertas y el anciano presidente del Consejo de Ministros de España, en pie delante de su mesa, con el brazo extendido y señalando la puerta, decía con voz trémula de emoción: «Marchaos, marchaos. Debéis aprender, señor embajador, que los españoles somos muy pobres y necesitamos ayuda del exterior; pero somos lo suficientemente orgullosos para no consentir que un embajador extranjero intente imponer su voluntad sobre el jefe del Gobierno de España. Y en cuanto a usted, Vayo, mejor sería que recordara que es español y ministro de Estado de la República, en lugar de ponerse de acuerdo con un diplomático extranjero para ejercer presión sobre su jefe de Gobierno.»»

Dignidad. Dignidad. Dignidad. Dignidad. Dignidad. Dignidad. Dignidad. Dignidad. Dignidad. Dignidad. Dignidad. Dignidad. Dignidad. Dignidad.

Julio Merino

Periodista y miembro

Autor

Julio Merino

Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.

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