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Los cánticos del «Pollo» Carvajal acabarán despertándolos del sueño que creían permanente y placentero.
En el actual «desGobierno» todo es tristeza para el contribuyente y jolgorio permanente para la clase más inepta y aprovechada del sectarismo del ala más siniestro ideológicamente. La hipocresía, junto con la deshonra que los atenaza, lo basan en dos conceptos absurdos: la agenda 2030 y el para ellos desconocido cambio climático; no dejan de ser arreadores simples y obedientes de sus dictatoriales jefes del globalismo penitente de la cuadra de George Soros.
No hay duda de que esa cavernaria y cruel corriente, próxima a la masonería más sospechosa, cabalga hacia su sepelio y pone velas a su deseable destrucción: ello es debido a que el relevo lo lidera hoy el clan más radical; el más deficientemente preparado; el más obstruccionista y la mediocridad de abundantes «chulos de garrafa» con el circulito de colorines en la solapa de la chaqueta. Ejemplifíquese en el plagiador y falso doctor, Pedro Sánchez.
«¡Me duele que los ministros tengan que cobrar todos los meses y que los paganos seamos quienes no podemos pagar la luz!», me decía ayer un alumno universitario, comunista de cuna y amamantado en las ubres ideológicas de Lenin y Stalin. «Esto no es la izquierda y mucho menos el comunismo arrimado a su primo el socialismo –me comentaba–. Este Gobierno es una chulería de cuatro demonios satanizados para destrozar España».
¿Qué comunismo han mamado las Montero, Marlasca, Pilar Alegría, Belarra o «el chinchenique» del troncomóvil? «Son aprovechados de ocasión, saltimbanquis de un circo hundido y megalómanos que rechinan por los cuatro costados», remataba Germán (nombre ficticio de mi alumno comunista), harto de que abanderen el comunismo los señoritos de medio mandil y las «musarañas» que se dicen defensoras del feminismo de tamboril y batucada, pero que jamás leyeron — y mucho menos estudiaron– la corriente y escuela feminista de Camille Paglia, raíz y culmen del verdadero feminismo no panfletario.
Cuando un político desprecia al contribuyente, bien podemos calificarlo de parásito indecente, inservible y sinvergüenza. Incluso, inútil. Pero estoy seguro de que el sueldo, las dietas y demás prebendas no lo perdonan. Intentan taparlo todo, como si fuera normal la muerte de miles y miles de personas mayores a quienes se abandonó por negligencia del Gobierno.
Eso y los cánticos del «Pollo» Carvajal acabarán despertándolos del sueño que creían permanente y placentero. Ahora todo lo justifican: condenan el calificativo de «bruja» a una diputada, pero ven normal que a otros se les califique de fascistas, asesinos, ladrones, homófobos, corruptos… ¡Justamente lo que abunda en las filas del «Frankenstein», además de progolpistas, independentistas y proterroristas! Estudien el comunismo en profundidad y comprueben que la maldad se instaló en él, como lo hizo el odio, la represión, el crimen organizado y la antítesis de la libertad. Todo eso lo compendia el puño en alto, posiblemente el gesto más obsceno y temido por la democracia y la libertad. Recuerden el pensamiento de Balzac: «El socialismo que se cree nuevo, es un viejo parricida; mató a su madre, la república, y a su hermana, la libertad»
Cuando estos vagos –que se justifican de no acudir a trabajar, pero sin perdonar el sueldo– estén en la oposición, volveremos a las huelgas, los insultos, las algarabías, el terrorismo callejero, las bombas incendiarias, la fabricación de pruebas falsas, la condena al disidente y las peticiones de dimisión hasta por rascarse. Bien es sabido que solo matando al perro se acaba con la rabia y, desde el punto de vista democrático, la mejor forma de hacerlo es el camino alemán: ilegalizando partidos independentistas e introduciendo cambios de grueso calibre en la actual Constitución.
Por cierto, esta Constitución ya huele. Se ha quedado rancia: urge cambiar la línea sucesoria, la representación y confirmación sindical, el cercenamiento del independentismo, la ejemplar condena al golpismo, el reconocimiento sin complejos del delito de rebelión y las condenas firmes e íntegras por actos de terrorismo. Por citar los más urgentes.
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