29/05/2025 19:31

Debemos seguir siendo optimistas, aunque nuestro optimismo sea tan sólo voluntad. Es cierto que los españoles se han transformado en una raza de pollastres desde que, en el escudo nacional, repudiaron el águila nimbada que sostenía con sus garras las torres de Hércules y las cobijaba bajo sus alas junto con los cuarteles de los cuatro reinos.

También es cierto que han aceptado ser los habitantes de una nación sin unidad, convirtiéndose en una masa sin ideal, sin patriotismo y sin Dios, y por eso sin fe en el futuro. Pero aquellos que, pese a quien pese, siguen obstinados en querer la España que ha de ser, olvidada del ímpetu suicida que hoy la caracteriza, no pueden abandonarse en los brazos del pesimismo, aunque esa obstinación sea tan sólo, como digo, voluntad.

No cesará la lucha fratricida, ni el expolio nacional, ni dejarán de mirarnos con ojos fríos, humillantes y hostiles nuestros enemigos, en tanto no se erradique de nuestros campos y ciudades, de nuestros caminos, el socialcomunismo criminal y depredador, toda esa nutrida bandería de hispanófobos y delincuentes que tanto daño y tanto dolor está causando a la patria. España no podrá resurgir de sus actuales fragmentos mientras siga soportando diariamente la labor putrefactora. de sus enemigos.

Es absolutamente necesario para aquellos que anhelan una Patria en progreso y con futuro, convencerse de que todos esos millones de manzanas podridas han de ser identificadas y aisladas de las sanas, es decir, de la vida sociopolítica, de la actividad civil, para impedirles el ejercicio de su vocación infecciosa. Ningún piloto podrá llegar a puerto y ningún alcaide defenderá con éxito su fortaleza, si entre los tripulantes y los defensores se hallan emboscados e impunes un numeroso grupo de socavadores y minadores entregados día y noche a la traición, como ocurre en nuestra vapuleada patria, ante la incredulidad universal de toda mente razonable.

Hoy más que nunca, en España, hay que elegir entre ignorar y saber, pues no hay otra elección. Aquellos que conocen la verdad la deben decir, caiga quien caiga. Las gentes de bien, los espíritus libres, están obligados a cumplir la labor del intelectual genuino, que consiste en buscar la verdad y, dentro de las limitadas posibilidades humanas, declararla, convenga o no y duela a quien duela. Por eso, hay que trazar un cordón cívico para impedir que quienes llevan décadas empeñados en destruir a la patria logren su desleal objetivo. Empezando por el vecino insustancial y acabando por el rey significado. O viceversa.

Los españoles más avisados ya hace tiempo que han comprendido que por este camino en España sólo la mala praxis política, la de los partidos que expolian al Estado y lo destruyen, sirve para vivir, ya sea para conseguir un empleo vitalicio a dedo o para acopiar un desmesurado capital. Y eso no puede ser. Finos hilan los cielos, es cierto, pero no podemos dejarles a ellos todo el trabajo. ¡Y qué hemos de procurar, como mínimo, sino resucitar a la justicia y a la verdad, aherrojando de paso a los forajidos y a los hipócritas! Porque a la patria hay que honrarla, no traicionarla.

Por lo tanto, ¡hay que seguir luchando! Cultura y nervio patriótico a los pollastres, y cárcel o lazareto civil a los felones. Ese es el camino.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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