21/11/2024 12:35
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Carlos X. Blanco, asturiano,  Doctor en Filosofía, formado en la Cátedra de Gustavo Bueno, de materialismo filosófico,  aunque muy crítico con ella desde el principio, profesor de Bachillerato. Ha escrito obras de gran calado filosófico e interpretativo de la realidad mundial actual y el eje de transformación de nuestro ethos mediante el moldeamiento de nuestro legado y marco cognitivo transmitido.

Entre sus libros cabe destacar los siguientes “Oswald Splenger y la Europa fáustica” sobre el cuál entrevisté hace ya tiempo a nuestro protagonista., “Europa. Tradición, identidad, imperio y decadencia”, “Un imperio frente al caos”, “De Covadonga a la nación española”, “La caballería espiritual, un ensayo de psicología profunda”, “La luz del norte” también referida al germen de la Reconquista, “Ensayos antimaterialistas”,  entre otros,  y el último libro… “La geopolítica del Imperio español”, cuyo canal de venta  es Amazon, la librería de Rincón Hispánico y la propia web de la editorial Letras Inquietas.

 

 

El motivo directo de realizar esta entrevista es su último libro, de gran interés para este entrevistador “La geopolítica del Imperio español”, que aún tengo pendiente de lectura.                      Por cuanto que es un enfoque más de los ya existentes, que son muchos, sobre la Hispanidad, su anclaje histórico; y  la necesidad de restablecer la colaboración y mutua asistencia en un mundo actual sometido por poderes de bloques imperiales y tramas dirigidas desde las bambalinas de los  sistemas creados por las ocho familias que concentran por sí mismas el 50 % de la riqueza mundial, en una concentración de capital jamás conocida, y que son un gobierno mundial en la sombra.   

Sin embargo, y pese a que he mantenido un contacto bastante regular con este autor y le he entrevistado en anteriores ocasiones, el lapsus temporal, no muy extenso, en el que nos hemos mantenido sin comunicación, ha servido para nuevos libros que no conocía hasta que me he puesto en esta tarea. Y mueven mi curiosidad. Por tanto, vamos a comentar también esta producción bibliográfica reciente.

Abordamos la entrevista:

Carlos, primeramente agradecer de nuevo su disponibilidad para que le entrevisté:

CXB: Para mí es un gran placer, amigo Ernesto. Es cierto, ya había transcurrido un lapso de tiempo sin que pudiéramos charlar y poner al día nuestro pulso a la realidad. Encantado.

 

Quisiera empezar con una pregunta. Usted pertenece por formación a la llamada escuela del materialismo filosófico de Gustavo Bueno, y sin embargo cuestiona en su último libro el sintagma «imperio generador» para definir la obra  de los Austrias nacida del testamento de Isabel La Católica. ¿Podría explicarnos por qué?

CXB: De entrada, quiero decir que no es correcto que yo pertenezca a la escuela del materialismo filosófico ni me considero, en rigor, desde hace muchos años, un discípulo de Gustavo Bueno. Dentro de la obra del filósofo riojano afincado en Asturias había un aspecto que, en mi época de estudiante universitario, me llamó mucho la atención. Se trataba de su teoría del Cierre Categorial. Yo fui, digámoslo así, en los 80 y principio de los 90, un miembro de la “segunda generación” de profesores y doctorandos que aplicaron este método de análisis gnoseológico de las ciencias. Mi  contribución, un análisis de las llamadas “ciencias cognitivas” y de la Psicología, dio como resultado una tesis doctoral leída en la Universidad de Oviedo en 1993 la cual cubría un campo escasamente abordado entonces: las ciencias de la conducta, la psicología cognitiva, la inteligencia artificial, etc.  Creo que el funcionamiento propio de una secta, y el bajo nivel intelectual de la mayoría de los miembros de la llamada “Escuela de Oviedo” de aquel entonces impidió que se aprovecharan las consecuencias de mi trabajo. La tesis doctoral, aplicando las coordenadas y presupuestos de la teoría buenista, obligaba a modificar el propio método de análisis. El mismísimo Gustavo Bueno hacía referencias, que luego demostraron ser meramente retóricas, a la “dialéctica” entre los resultados de las nuevas investigaciones, por un lado, y los métodos y supuestos que conducían a ellas, por el otro, obligando a corregir éstos. Pero en realidad, en ésta época, finales de los 80 e inicios de los 90, ya había muchos indicios de transformación de una “Escuela de Filosofía” en una verdadera secta y tales rectificaciones no se hicieron. Hoy se puede ver cómo hay división y bronca no sólo entre sus discípulos, sino entre sus familiares directos (un hijo y un nieto de don Gustavo reclamando el trono del buenismo no es un espectáculo muy edificante). Era del todo urgente, o así me lo parecía a mí en aquellos años mozos, aplicar nuevos análisis gnoseológicos a estas disciplinas, incluyendo la psicología, las ciencias de la computación, así como emprender una revisión seria del marxismo. No podíamos limitarnos a tomar ejemplitos tomados de manuales de matemáticas o física. Nadie me hizo caso, los monaguillos y sacristanes se limitaban (como muchos siguen haciendo) a gesticular y repetir tics del “Maestro” y Sumo Sacerdote el cual, que en paz descanse, ya estaba entonces “derivando” hacia otros derroteros. Estaba más bien interesado en los problemas de la lucha ideológica y política, para la cual improvisó algunos esbozos de la Filosofía de la Historia que, dicho sea de paso, deberían haberse llevado a cabo con más rigor, y de acuerdo con un diálogo más serio y profundo con Marx y Spengler. Y de ahí vino su distinción entre imperios generadores y depredadores, entre otros productos, como la destilación de su fobia a Europa (sin distinguir entre la Unión Europea y la supranación Europa, la cruzada antiseparatista, la aproximación aznarista y su divorcio del PCE, etc.

Con respecto a los “imperios generadores”, es evidente que la Escuela de Oviedo tomó algunos elementos intrínsecamente valiosos de los textos buenistas referidos a la Filosofía de la Historia, como digo, apenas esbozada, como pueden ser la crítica de “Occidente”. Básicamente en esto coincido con Bueno: la Hispanidad es “otro” Occidente alternativo e incompatible estructuralmente con la Anglosfera, que es hoy el único Occidente que se tiene en cuenta, quizá porque es el núcleo estricto y verdaderamente operativo de “Occidente. El concepto “imperial” de España, habida cuenta de su realidad como estado fallido, y también la crítica de la Leyenda Negra, fueron producciones valiosas aunque irregulares. Hoy en día hay buenistas en VOX que quieren rentabilizar esto, pero ponerlo al lado del sionismo y del neoliberalismo va a ser como querer arreglarnos la cara a puñetazos. No obstante, la escuela “materialista”, progresivamente convertida en secta dogmática, ofrece una caricatura de la propia contribución del Maestro Fundador, exagerando rasgos ya de por sí exagerados (lo cual define, precisamente, una caricatura) y no deja de ser tragicómico observar cómo las ideas y los talentos se malogran.

Generador frente a depredador: ésta oposición se ha convertido en un remedo de la lucha del Bien contra el Mal, la Luz contra la Oscuridad. Rebajamos la Filosofía de la Historia al nivel de guión de película yanqui, como, digamos, Star Wars. Baste recordar la exagerada romanofilia de Gustavo Bueno: da la impresión de que los romanos no fueron sangrientos esclavizadores y conquistadores, y que la “romanización” fue en todo momento y con respecto a todo pueblo dominado un proceso consciente y “razón de Estado”. De eso nada. Lo “generador” romano tuvo su lugar junto con su otra realidad: lo “depredador” romano. Otro tanto se diga de la Hispanidad, mutatis mutandis. Esto no obsta para afirmar con rotundidad que la Leyenda Negra es, sustancialmente, una patraña que ha servido para que la Anglosfera (pero también otros enemigos objetivos nuestros, como Francia, Países Bajos, etc.) se justificara a sí misma. Es por ello que yo prefiero desplazar la distinción entre imperios hacia otro lado: imperios absorbentes e imperios aglutinantes.            

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¿Cuál es el enfoque principal de este libro último?

La idea que hace de eje es la siguiente. España nace en Covadonga en 722, mal que les pese a los orgullos localistas, chovinistas, de otras partes de España distintas de Las Asturias. Poco después de la rebelión asturiana (palabra ésta que hay que entender, a la altura del siglo VIII, fundamentalmente como sinónimo de “cristiana”, pues había guerreros godos, astures, cántabros, etc. en Covadonga, casi todos cristianos), se iniciará la rebelión en otros núcleos norteños o pirenaicos. A partir de éstos gérmenes de España, siendo el asturiano el inicial, se va creando una pluralidad convergente. La convergencia viene dada por un proyecto común: la recuperación de la Hispania (o Spania) de los godos. ¿Cuál era el objeto de recuperación?: un poder regio de origen visigodo, un ejército cristiano y la confesionalidad y tutela de la Iglesia Católica. Todos los reinos de la Cristiandad hispánica poseen el mismo módulo justificador, integrador y convergente que el inicial: el módulo germinal del Reino Asturiano. Ahí nace España: de una diversidad o pluralidad convergente a partir de un pequeño reino que se fue expandiendo y dotando de modelo a otros reinos hasta reunirse en un Estado de cuño imperial al llegar a la Edad Moderna. Un Estado imperial en cuanto que la Corona Hispánica fue señorío sobre señoríos, señorío de segundo grado. Los señoríos, reinos y principados de partida no perdieron sus específicas identidades y fueros. Este modelo aglutinante (unitivo) se trasplantó a las Américas y en los tiempos de los Austrias españoles estuvo a punto de ser universal en todo el sentido del término. Los romanos, o la anglosfera moderna, en cambio, fueron imperios depredadores (aceptemos la calificación buenista de momento) pero, de manera más significativa, fueron por encima de todo, imperios absorbentes (una vez pasada la fase meramente pirática, extractiva, esclavizadora, etc.): ellos se dedicaron a implantar una retícula de formas a las que debían adaptarse, sí o sí, todos los pueblos sojuzgados. Éstos, o son absorbidos hasta la desaparición o dilución, o son exterminados. Las contradicciones del imperio absorbente las vemos en la decadente yanquilandia: hacer bombardeos “humanitarios” sobre Yugoslavia, poner urnas “democráticas” en Irak o Afganistán, o vender coca-colas a los indígenas del Amazonas da la medida de lo que se entiende aquí por “absorbente”. O destruyen pueblos, o crean el caos. Las Españas no fueron así.

 

Recientemente entrevisté al doctor en CC Políticas y de la Economía el Sr Armensilla, un intelectual marxista de gran talla intelectual que sobresale con creces sobre la mediocridad y servilismo a las élites internacionales que gobiernan hoy el mundo de la actual izquierda.  Usted dice en su libro “Marx que “Marx no fue de izquierdas”. ¿En qué se basa para hacer esa afirmación? Y no me responda que para saberlo hay que leer el libro, pues lo pienso hacer. Es para que nuestros lectores se acerquen a ese libro que promete.

Propongo estudiar a Marx, no agitar la bandera de un marxismo que hoy, en el siglo XXI, no se sabe muy bien lo que es. Ojalá permaneciera el marxismo como parte fundamental del corpus doctrinal de Pablo Iglesias y de sus chicas “empoderadas”. Un señor que cita mal el título de la “Crítica de la Razón Pura” diciendo “Ética de la Razón Pura” no debería haber llegado a vicepresidente del gobierno. Todo el arco de la llamada izquierda española, a excepción de pequeños cenáculos comunistas o marxistas, es una verdadera vergüenza. Son traidores a España y traidores a la clase obrera, lo cual, para mí es exactamente lo mismo. Si a eso lo llaman ahora “izquierda” yo me niego a ser de izquierdas, y denuncio públicamente que se asocie el nombre de Marx a esa izquierda sistémica, violeta o fucsia, como la llama Fusaro, la izquierda políticamente correcta, posmoderna o “woke”. Que se vayan con sus engaños a otra parte. Podemos, con su ingeniería social, igual que los separatistas, que también son “izquierda” de la de ahora, no son más que peones pagados por el Gran Capital, llamados a desguazar España y, con ella, destruir otras tradiciones que podrían ser refugio de la España que madruga y trabaja, para acabar de convertir la Piel de Toro en un solar arrasado, malvendido de baratillo y re-ocupado por pobres esclavos sin raíz ni conciencia.

Estoy en la misma línea que Costanzo Preve, Denis Collin o Diego Fusaro, por eso los disfundo en nuestro país: Marx es un clásico, un gigante de la Filosofía, como Aristóteles, Santo Tomás o Hegel. Marx es un clásico del pensamiento comunitarista y organicista, frente al atomismo disgregador de los liberales. Se trata de defender la Comunidad Orgánica, el Estado del Trabajo y de los Trabajadores, la cultura del esfuerzo y de la dignidad laboral (“quien no trabaje que no coma”). De esas cosas, la izquierda posmoderna no tiene ni idea. Algunos pretenden –desde la galaxia Podemos y desde la galaxia separatista- apropiarse de la tradición marxista (y en general, de la tradición obrera) cuando, en realidad, la están traicionando continuamente. Otros progres, ignorando profundamente a Marx, quieren repartir el carnet de marxista y mantener la exclusiva sobre las momias. Quieren implantar el aberrosexualismo, inventarse derechos humanos nuevos, extender la disolución de las culturas, las familias, las jerarquías naturales… Todo esto es abiertamente “antimarxista”. Evidentemente es antimarxista este engendro llamado “Podemos”. Que una niña de 13 años pueda abortar sin que sus padres no digan “esta boca es mía”, es antimarxista. Que vengan todos los días a los colegios a impartir charlas sobre “transgenerismo”, es antimarxista. Que quieran importar mano de obra barata a España sin condenar, antes, la destrucción neocolonial de África ni suprimir el castigo sobre el obrero nativo, es antimarxista. Que pongan una “paguita” universal por no hacer nada, destruyendo definitivamente la cultura del trabajo, es antimarxista. Si esto se llama ahora “izquierda”, yo me bajo de este tren. Prefiero ser marxista y no “de izquierdas”. Ahora esta izquierda es sólo un pilar fundamental del neoliberalismo. Creo que se explica suficientemente el título del libro.

 

¿Cree que es posible superar la actual decadencia que sufre la hispanosfera, con la actual influencia en el Cono Sur de los Castro, Lula y Maduro, en eso que se denomina Foro Sao Paulo? ¿O es una utopía irrealizable?

Creo que hay que apoyar a los pueblos de los gobiernos iberoamericanos antiimperialistas (anti-yanquis), a pesar de sus errores y desviaciones. Y, después, desarrollar políticas de colaboración entre España y Portugal, y entre éstos estados y los de las Américas en general. Avanzar hacia unas fuerzas armadas iberomericanas, una especie de OTAN hispana, más defensiva y solidaria, separándose de la OTAN yanqui. Hay que crear programas educativos y profesionales comunes, “ERASMUS” hispánicos para formar élites y cuadros de un nuevo polo de poder hispano en un contexto multipolar. También, siguiendo a Gullo, se deberían apoyar todos los procesos de Insubordinación Fundante que puedan darse en el Cono Sur. España puede aportar muchos cuadros y escenarios educativos, así como volver a desarrollar una Marina de Guerra potente que vuelva a vigilar los mares: Atlántico, Pacífico y Mediterráneo. También debemos dotarnos de herramientas de disuasión nuclear ajenas por completo a la OTAN, y hacerlo en colaboración con un selecto grupo de naciones hispánicas que fueran de fiar… Hay mucho camino por recorrer. Somos, la Hispanosfera, el polo menos desarrollado del mundo multipolar propuesto por Dugin y otros teóricos. Y esto hay que cambiarlo. Para ello es preciso, frente al neoliberalismo, devolverle poderes al Estado en materia de soberanía económica. Una vez consolidados tres o cuatro estados –entre ellos España- como potencias industrializadas y rearmadas militarmente al margen de la OTAN, exportar el modelo a las demás naciones de habla hispano lusa. Después de ser respetados como club serio en lo económico y en lo militar, vendrá la era de crear un polo verdaderamente soberano en lo político, que busque equilibrar alianzas con los restantes polos y “desconectar” de Occidente (léase, por Occidente, la Anglosfera). Como puede ver, se trata de ir por pasos.

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En su  libro “Europa, tradición, identidad, imperio y decadencia” analiza lo que fue Europa y ha dejado de ser, siguiendo la estela de decrepitud que arrastra nuestra patria. Si nos hace un resumen se lo agradeceríamos.

Ese es un libro coral. He aportado algunos ensayos propios y he invitado a colaborar en él a alguno de los más grandes pensadores de este momento (como Robert Steuckers o David Engels). También hay traducciones de algunos clásicos del tradicionalismo, la “Nueva Derecha”, la Revolución Conservadora). Todas estas voces diversas se plantean si Europa decae por abandonar una Tradición, o si el declive europeo es un proceso inducido (por la infección yanqui, especialmente) o un proceso natural, degenerativo, a la manera spengleriana.

 

Explíquenos esta frase suya: “Si España da la espalda a Hispanoamérica se balcanizará irremediablemente”.

Pues es sencillo: solos, y con nuestras 17 taifas absurdas, los españoles no vamos a ninguna parte. Al basurero de la Historia, en todo caso. A los fondos buitre financieros internacionales, a la rapacidad globalista, le resulta más que fácil sobornar a nuestros jefecillos de aldea, comprar a la casta corrupta que se instala en cualquiera de esas pequeñas taifas y enfrentarla a la vecina, o a la totalidad. Hoy, al catalán de birretina contra el castellano con trabuco. Mañana, al berciano contra el leonés del Páramo, y al leonés contra el vallisoletano. Pero otro tanto se ha decir de las taifas no mucho más grandes que forman una sombra que hoy se llama “Europa”, una Europa que niega, excluye y odia a Rusia. Esta Europa de locos, sin Rusia y contra Rusia ¿qué es? Una nada que desaparecerá en su propio agujero negro. En un contexto Imperial, un lehendakari desleal, o un prófugo de la justicia, como Puigdemont, ocuparían el lugar que les correspondería, bedeles de una Diputación provincial, o mejor, en la cárcel, quizá trabajando para la sociedad reparando los daños causados. Frente a la balcanización de España, la Hispanidad es reconstrucción imperial (no imperialista): creación de procedimientos aglutinantes. Unir etnias, regiones, naciones y dotar de soberanía política, económica y militar a un gran bloque civilizatorio. Los otros grandes bloques ya “se han puesto las pilas” frente a las pretensiones hegemónicas de los yanquis: los rusos reconstruyen su imperio, que es multisecular y pre-soviético, los chinos hacen lo propio, un imperio-civilización con miles de años de data. Incluso Turquía e Irán son algo más que repúblicas islámicas, su reconstrucción va más allá: son potencias regionales muy fuertes que reivindican sus pasados imperiales, el otomano en un caso, y el aqueménida y sasánida en el otro. Cada polo emergente que desafía a la Anglosfera es, en realidad, una resurrección de Imperios-civilizaciones que supera ampliamente el marco enano-europeísta del Estado-nación. Únicamente los hispanoamericanos (entre quienes incluyo a los lusófonos) seguimos haciendo el imbécil, al menos por el momento. Podríamos conformar un nuevo polo, un poder de igual a igual con todos los ya mencionados, pero entre neoliberales, indigenistas y populistas “bolivarianos” de mente estrecha, se nos va la energía. Sería ocasión de crear un movimiento político-académico-cultural transversal, que orientara nuestras políticas en un sentido aglutinante. España va a dejar de existir sin la tabla de salvación que es ese proceso federativo o unitivo: no nacen bebés, hay sustitución étnica, las desigualdades regionales no hacen más que crecer, falla la solidaridad y el relato común, somos colonia triple: de los EEUU, de Bruselas y de Marruecos. Ahora mismo, sin un entusiasmo unitivo, imperial, nos vamos a ese basurero de la Historia del que tanto se habla.

 

En la entrevista que le hace RAMBLA LIBRE   el 20 de enero de 2021 (https://www.geopolitika.ru/es/news/carlos-x-blanco-si-espana-da-la-espalda-hispanoamerica-se-balcanizara-irremediablemente), usted afirma lo siguiente  ¿Cómo debe ser la Hispanidad del siglo XXI?

“Pienso, como Marcelo Gullo, que debe ser en primer lugar una Comunidad Económica que, partiendo del Cono Sur, por el potencial que hay allí de países grandes, bien dotados intelectualmente, físicamente, territorialmente (Chile, Argentina, Brasil…) pueda irradiar hasta más al norte del Continente Americano y hasta la Península. Deben ser países selectivamente proteccionistas ante los imperios depredadores actuales (E.E.U.U., China, etc.) y los capitales invasivos (monarquías petroleras que infiltran capitales en trasnacionales varias). Ese proteccionismo simultáneo de varios estados hará más fácil una defensa conjunta de las naciones hispanas ante posibles y nunca descartables golpes de estado, revoluciones de color, campañas de desestabilización, acciones terroristas) promovidas desde Washington, con el posible visto bueno y apoyo de Bruselas.”  

¿Realmente podemos configurar un polo geoestratégico en un bloque de la Iberofonía, para podernos defender de la depredación de los actuales bloques de poder mundial?  ¿Es esa la cuestión nuclear de su último libro? ¿No tiene ese planteamiento algún punto en común con la estrategia del Foro Sao Paulo?

Es posible. Claro que es posible. Desde 1492 las bases están puestas. En el siglo XVIII, incluso tras la supuesta hecatombe del Imperio de los Austrias, España había renacido como potencia ultramarina que lindaba con Rusia en las Américas, con China en el lejano Oriente, cuando los mares del Sur y el Pacífico eran mares de la Marina de Guerra Española, y con los reinos árabes y africanos en el Mediterráneo… Pero las logias extranjeras lo manejaban todo en la península, especialmente en Madrid. El borbonismo introdujo un sinfín de complejos y de falsas percepciones sobre una estructura civilizatoria potentísima en sí misma, llamada “Hispanidad”. Una familia real extranjera y extranjerizante contribuyó a sembrar vicios en las élites españolas y, desde ellas, los vicios fueron propagándose a las masas peninsulares: el “majismo”, que hoy llamaríamos “flamenquismo”; la maurofilia, tan poderosa en el Sur y en el Levante, el nacionalismo de campanario (la propia expresión “País Vasco” es un galicismo), etc., etc. Los españoles nos hemos convertido en la caricatura que los románticos franceses e ingleses inventaron para España: país moruno y gitanesco, propio de una opereta. Veo más “Hispanidad” auténtica y pura, al cien por cien, en un argentino o chileno que en muchos de mis “conciudadanos”. Esta situación no es ejemplar. A cualquier nómada exótico le dan la nacionalidad española en cuatro días, y, en cambio, a los nietos de asturianos que han nacido en Argentina o en México, no hacen más que ponerles obstáculos para venirse acá, dicho sea a modo de ejemplo. En sus Centros Asturianos le cantan a la Santina, siguen cursos de gaita y de bable, y le guardan un amor inmenso a su patria, a la asturiana y a la española y, sin embargo, no se les permite participar en un proyecto común e integrador al que pertenecen mucho más que los exóticos importados por Soros. Ya no hay que quejarse, hay que actuar

 

Coméntenos sobre el trasunto común y central  que atraviesa toda su producción ensayística.

su producción bibliográfica; los elementos que la caracterizan por ser nucleares.

No me gusta mucho hablar de mí y de mi recorrido. Me gusta más ir “a las cosas mismas”, a los nudos gordianos, y emplear lo que sé, poco o mucho, en cortarlos. En realidad publico mucho sobre geopolítica, hispanidad, el problema educativo, y también estudio –cuando puedo- a los grandes clásicos, siempre inspiradores: Santo Tomás, Marx, Spengler…

Autor

Ernesto Ladrón de Guevara
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