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Culpable (The Guilty, 2021), es un remake dirigido por Antoine Fuqua, adaptado por Nic Pizzolatto y protagonizado por Jake Gyllenhaal que adapta una película danesa del mismo título estrenada en 2018 que arrasó en el Festival de Sundance del mismo año. Ahora que ya lo he mencionado, todos podemos olvidarnos del título original para comenzar a hablar de esta nueva versión. Una película, la de Fuqua, que podemos calificar, sin temor a equivocarnos, de importante dentro del panorama cinematográfico actual.

El argumento de Culpable (2021) es atractivo y todo en la película funciona para que el espectador se vea arrastrado por él. Su protagonista, Joe Bayler, trabaja como operador telefónico en el 911 de emergencias. Pronto descubrimos que ha sido designado en ese puesto porque tiene un juicio pendiente que le obligó a apartarse del servicio activo. También descubrimos que es un padre divorciado que no quiere perder a su familia pero que tiene serios problemas con su exmujer. En otras palabras, se trata de un hombre que ha cometido demasiados errores y que no puede perdonarse a sí mismo —el personaje es asmático; literalmente, no puede respirar debido a todo lo que carga sobre su espalda— por ellos puesto que padece a diario las consecuencias. Entonces recibirá una llamada telefónica de un caso de especial relevancia —una mujer secuestrada, dos niños en peligro de muerte— que exigirán de Joe un sacrificio de purificación en el que deberá reconocerse a sí mismo como culpable, confesar después sus errores y expiar así sus pecados mediante una catarsis final, para conseguir salvar la vida de la mujer al otro lado del teléfono y para volver él mismo a la senda de la verdad.

En su crítica de Culpable, el filósofo Ángel Faretta destacaba dos elementos clave de la película: “el aislamiento y distanciamiento pandémicos” junto a una “unidad clásica de la tragedia”. Al principio de la película recibimos una fugaz impresión del exterior: un mundo apocalíptico e infernal consumido por el fuego y la destrucción. El resto de la película tendrá lugar en el interior de las oficinas del 911 y en ningún momento la cámara se va a despegar del personaje principal salvo para mostrarnos detalles relevantes y simbólicos del lugar donde trabaja. El “otro lado”, aquel que está al otro extremo de la línea telefónica pero que en realidad es una metáfora de esa “otra parte” de la que hablaba Alfred Kubin, no aparece en la película: todo el peso de la trama recae sobre la actuación de Gyllenhaal y la manera en que el actor encarna el conflicto que se produce en la conciencia de su personaje.

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Exceptuando a dos de las mejores publicaciones de cine que hay en la red como lo son A Sala Llena y la Asociación de Estudios Culturales y Cinematográficos, parece que el resto del gremio no se ha enterado muy bien de que Culpable es, ante todo, una película sobre la culpa y, por lo tanto, una película profundamente religiosa. Espiritual. Se trata del mismo fenómeno que ya vivimos durante décadas con la obra de uno de los mayores cineastas de la Historia del Cine: Alfred Hitchcock. Estos críticos suelen quedarse con el chisme publicitario, la boutade inane y el tópico desgastado a la hora de realizar una crítica; rara vez atraviesan el primer nivel, el del argumento, de los thrillers y no saben, no quieren o no pueden profundizar en un segundo nivel ideológico —subtexto, que dicen los pedantes; o mensaje, como se suele decir a pie de calle— o teológico igualmente presente en las grandes películas —lean Hitchcock en obra de Ángel Faretta, el gran teórico sobre el concepto de cine, y lo entenderán mejor— de Hitchcock; o en Culpable, ahora. Y tampoco era tan difícil de descubrir: la película, al fin y al cabo, se abre con una cita bíblica.

La escena final de la película supone el momento de redención espiritual que, al revés de lo que ha ocurrido a lo largo del metraje, tiene una cristalización física plena. La tensión carnal que ha disimulado el conflicto espiritual ha pasado a derivar de él. No en vano Amisadai Domínguez o Iván González citan en su crítica a Agustín de Hipona o a Soren Kierkegaard a la hora de hablar del “temor y temblor” que, sin duda, están presentes en la película; bueno, y también a Edgar Allan Poe como alguien capaz de convertir el espacio angosto y de encierro en escenario de manifestación y depuración de la angustia existencial. Como ocurre en la tragedia griega, la catarsis del héroe en su viaje de autoconocimiento debe espejear con la del espectador.

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Antoine Fuqua es un director intermitente que tiene en su haber malas películas, obras fallidas y también algunas excelentes películas —Training Day (2001) o Los amos de Brooklyn (2009) son, junto a Culpable (2021), sus mejores trabajos— a partes iguales. Nic Pizzolatto, responsable de adaptar la película danesa original, es uno de los mejores guionistas en activo —True Detective— además de un excelente novelista —Galveston— en el que deposito mis esperanzas cada vez que pienso que el género noir se encuentra en franca decadencia. Ambos, Fuqua y Pizzolatto, ya trabajaron de manera conjunta para una espantosa reinterpretación de Los siete magníficos (2016) que volveré a ver estos días para comprobar si no me perdí algo cuando la vi, y casi de inmediato la aborrecí, en el momento de su estreno. En cualquier caso, el trabajo de dirección y de escritura en Culpable (2021) roza la excelencia al punto de llegar a embarcarse en ella.

Sin embargo, el talento en The Guilty viene dado, sobre todo, de parte de aquel que pone su carne y su espíritu, junto a todo su talento actoral, que es mucho, al servicio de la película: su protagonista. En los últimos años, Jake Gyllenhaal se ha erigido gracias a un ritmo de trabajo incansable, a una enorme variedad de papeles y al escaso miedo a los proyectos poco convencionales, como uno de los mejores intérpretes en activo de Hollywood, al nivel de Leonardo DiCaprio, Joaquin Phoenix, Christian Bale, Matthew McConaughey o, entre tantos otros, Ryan Gosling; los galardones (¿quién demonios los toma en serio?), sin embargo, se le están resistiendo. Cuando este año se entregue el premio Óscar al mejor actor principal, gane quien quiera que gane, no olvide usted por un instante a Jake Gyllenhaal y su interpretación en Culpable (2021). Nadie puede merecer más recibirlo.

Autor

Guillermo Mas Arellano