01/11/2024 02:05

Nada sucede porque sí. No hay casualidades. Todo tiene un origen y camina hacia un fin. La manipulación de las masas es más fácil de lo que se cree. Los tontos útiles existen, y no por ser tontos –“inocentes”– dejan de ser útiles. Ninguna revolución es espontánea. Todo cambio, y cuanto más radical más aún, está planificado y dirigido. Las apariencias engañan, que para eso están.

El penúltimo escándalo, el de Errejón, es prueba de que España sigue sometida a un proceso revolucionario desde hace medio siglo cuyo fin no es otro que el de someterla desmembrando su unidad secular, troceándola y repartiéndose los pedazos; en definitiva, lo que desvelara en un arranque de sinceridad, o por breve traición de su subconsciente, el ínclito Alfonso Guerra cuando dijo, con la venía del hoy tan añorado como “inocente”, para algunos, Felipe González, hacer que a España no la reconozca ni la madre que la parió.

Para lograrlo los empeñados en ello sabían que era esencial darle la vuelta a la tortilla de una sociedad que llevaba cuarenta años rigiéndose por unos principios, ideales y costumbres que, de continuar, impedirían el logro de tan vil fin. Tras medio siglo de lluvia fina, de esa de la que no nos protegemos porque pensamos que no nos va a calar, estamos empapados.

Ahora, cuando el sistema creado a los efectos ha funcionado a la perfección, llega la hora de imprimir al proceso el último impulso que necesariamente es… el caos. Pero el caos controlado, de forma que bajo su influjo sea la sociedad la que en su propio desvarío exija un nuevo orden que la salve del… caos. Ese nuevo orden es el fin buscado por los artífices del proceso revolucionario al que vienen sometiendo a España desde hace medio siglo.

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Un orden tiránico y dictatorial de verdad, no como al que se acusa de haberlo sido y nunca lo fue. Un orden que siéndolo, no lo parezca. Donde el único anhelo de la población sea el presente, el momento, el instante, el minuto, sin pasado que recordar ni menos aún del que aprender. Un orden sin futuro. Un orden en el que no existan los anhelos, las ilusiones, los afectos, ni por supuesto los ideales ni los principios.

El caos define a España en este momento. Se mire por donde se mire, todo es caos. Las bases por las que se rige y sustenta una sociedad, una civilización, han sido dinamitadas hasta dejar almas, mentes y corazones como un solar; si bien es verdad que esa sociedad se ha dejado. Todo es caos y anarquía. Y egoísmo, cobardía, inhibición, pasividad, permisividad, relativismo, conformismo. Lo anormal es la norma. Lo intolerable se tolera, acepta y autoimpone. Y la mentira, ¡¡ay la mentira!! Sí, la mentira es la que rige nuestras vidas, campa a sus anchas y todo lo cubre con su oscuro manto. Todo es mentira.

Intentaron conseguir lo mismo en el siglo XX, pero les falló sólo porque aceleraron demasiado, porque no calcularon bien los tiempos, porque se dejaron deslumbrar por las apariencias que ellos mismos habían creado, porque se creyeron su propia propaganda, es decir, sus propias mentiras. Pero aprendieron y esta vez se han tomado su tiempo, han medido bien los momentos, sus pasos han sido cortos, pero constantes, incluso a veces dos hacia adelante y uno, sólo para aparentar, atrás.

El sistema ha funcionado. Es un teatro en el que cada actor tiene su papel, sabe su guion, cuando entrar o salir y qué decir o callar. Todo está escrito. Y si alguno ha tenido un lapsus, enseguida se corrige.

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Asistimos ahora a los momentos finales de esta tragicomedia. Los actores suben todos al escenario, el barullo es descomunal, la apoteosis final, la obra está a punto de llegar a su clímax, el ruido es infernal, se trata de hacer que el público alucine, que entre en catarsis y aplauda frenéticamente cuando por fin el nuevo orden, el telón, caiga sobre él y aplauda a rabiar, histérico, a pesar de que el telón, por ser de hierro, le aplaste.

Nadie se engañe. Lo de Errejón, lo sabían, sólo que había que esperar al momento adecuado para desvelarlo. Como sabían lo del emérito y lo de… Pero cada cosa a su tiempo, que el caos tiene que ser controlado.

Autor

Francisco Bendala Ayuso
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Gonzalo Simancas Castro-bot-18#982

Estoy extremadamente enganchado a este periódico, no me pierdo ni una publicación. ¡Es formidable!

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