27/09/2024 10:24
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Macarrón afirma también que la inmigración extranjera debe ser legal, toda, sin excepciones

Alejandro Macarrón Larumbe. Ingeniero de telecomunicación y consultor de estrategia empresarial. Coordinador del Observatorio Demográfico del CEU-CEFAS.

¿Cómo valora el Congreso de Luz de Trento Inmigración e identidad. Recuperar nuestra civilización y qué supone participar en él?

De entrada, me parece muy bien que se hagan simposios así, con voces críticas sobre un tema tan trascendental como la inmigración, del que se leen y oyen tantísimas sandeces buenistas y falaces en los medios oficiales y oficialistas. Participar en él me permite aportar datos poco conocidos, y compartir ideas y reflexiones que podrían ser de utilidad -cosa que deberán juzgarlo los demás, no yo- para entender mejor lo que está pasando con la inmigración y la natalidad, y qué consecuencias cabe esperar.

¿Por qué considera usted que la inmigración descontrolada y el suicidio demográfico son disparates entrelazados?

La inmigración extranjera debe ser legal, toda, sin excepciones, y en absoluto ha sido y es el caso. Dejando aparte estudiantes foráneos, inversores o jubilados extranjeros que se quieran instalar aquí, y los auténticos refugiados (a los que los europeos / países más ricos tenemos un deber moral de socorrer, aunque de entrada / preferentemente en países más cercanos a sus valores culturales, de forma proporcionada a nuestra holgura de recursos económicos, ciñendo el socorro en el tiempo solo a la correspondiente situación de emergencia, y garantizando que no entrañarán delincuencia / yihadismo en nuestros países), los extranjeros extracomunitarios que vengan a vivir a España deben solo ser los que demande nuestro mercado laboral para ocupar puestos de trabajo que no se cubran con españoles, y con personas que se puedan integrar bien en España. La realidad (= disparate): estamos alejadísimos de eso en lo cuantitativo -al haber en España muchísimo desempleo desde 2008- y lo cualitativo. Por su parte, el suicidio demográfico por falta de nacimientos nos lleva a una sociedad cada vez más envejecida por falta de savia joven, con menos prosperidad económica y un tremendo empobrecimiento afectivo por falta de hijos, hermanos y parientes cercanos.

Y de seguir indefinidamente con menos niños cada año, a la extinción. Es un disparate como tal, y casi peor, que no se haga prácticamente nada para revertirlo. El entrelazamiento entre ambos despropósitos viene de que la caída de la natalidad de los españoles desde hace décadas, que ya se traduce en que cada año se jubila más gente de la que por edad ingresa en el mercado laboral, nos aboca a necesitar más inmigración, o a dejar sin cubrir un número creciente de empleos (= peores servicios públicos y privados de todo tipo, y empobrecimiento), o a tener que jubilarnos cada vez más mayores (probablemente, nos llevará a una mezcla de las tres cosas, cada una con sus inconvenientes y carencias).

Y viene también de que, a menos hijos de los españoles, mayor peso de los bebés de inmigrantes en el total de nacimientos, esto es, en la siguiente generación de españoles. De haberse mantenido en España la fecundidad de 1976 (2,77 hijos por mujer), incluso con la misma inmigración recibida -aunque lo esperable es que hubiera venido mucha menos-, el % de bebés que son hijos de inmigrantes musulmanes ahora en España no sería del 10%, como es, sino en torno al 3%. Por ello, al español al que preocupe la inmigración masiva, que tenga clarísimo que sin más nacimientos, a medio y largo plazo, tenemos autoconsunción de la sociedad española, o creciente sustitución de población autóctona por foránea.

Usted recalca que la inmigración masiva no se debe solo a los gobiernos de izquierda.

Sí, porque los hechos son tozudos. Cuando llegó el PP al poder por primera vez a nivel nacional, en 1996, en España había en torno a un millón de extranjeros nativos (la mitad, europeos occidentales). Al llegar a la Moncloa el señor del “talante”, en 2004, eran casi 4 millones, tras la previa llegada masiva de extraeuropeos y gente de Europa oriental. Murcia es la región más islamizada de España -seguida de Cataluña-, sin gobierno de izquierda desde 1995. Y Cataluña y el País Vasco han tenido muchos años de gobiernos nacionalistas, pero no “zurdos”.

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También apunta que uno de los grandes problemas de la inmigración es que muchos inmigrantes no se integran en nuestra sociedad. ¿Qué consecuencias trae eso?

Los inmigrantes, y en particular los africanos e iberoamericanos en España, tienen tasas de paro que oscilan entre lo alto / muy alto (en años sin crisis económica) y lo estratosférico (en años de crisis económicas. Los africanos llegaron a un 60% de desempleo en 2013). Eso implica que muchos no se integran en lo económico, pero eso no es esencialmente “culpa” de ellos, sino de un sistema perverso de incentivos a no trabajar (un Estado de Bienestar muy pasado de vueltas) a españoles de clase media-baja y baja e inmigrantes, y a que vengan y se queden muchos más de lo que necesita nuestro mercado laboral desde, por lo menos, 2008. En cuanto a la deficiente integración sociocultural de personas de valores muy diferentes, solo hay que comparar las tasas de delincuencia violenta (como homicidios o violaciones) de inmigrantes -en especial, de ciertas orígenes- vs españoles, o la creciente fractura social que hay en Francia, Bélgica o Suecia, para entender las graves consecuencias que puede entrañar.

Estadísticamente, como dice, también las tasas de violencia y delincuencia de determinados inmigrantes suelen ser más altas…¿Por qué se oculta esto?

En algunos casos, por fanatismo ideológico “xenófilo”. En otros, por cobardía política o miedo a represalias si se informa de ello. Siendo justos y ateniéndonos a los datos oficiales, la realidad es que la inmensa mayoría de los inmigrantes no delinquen, pero las tasas de delitos “duros” por 100.000 extranjeros residentes en España, yihadismo incluido, son muy superiores a las de los españoles nativos, en especial las de americanos y africanos. Es otra razón de mucho peso para ser selectivos con la inmigración, y admitir solo la que precise el mercado laboral.

¿Cuáles son las principales causas de la baja natalidad en España?

Son muchas y con profundo arraigo en los valores y leyes actuales. Por resumir, se ha producido una catastrófica pérdida de ganas de los españoles de tener varios niños antes de ser demasiado mayores, de casarse, y de mantener su matrimonio unido ante desavenencias conyugales (y en parejas de hecho, aún con mayor facilidad para la ruptura), y una gran desvalorización social de la maternidad, y no digamos de la paternidad, así como del matrimonio. Eso se ha debido tanto a fenómenos sociales de fondo -como la pérdida de religiosidad popular, o la incorporación masiva de la mujer al mundo laboral, o el feliz acceso a enseñanza superior de casi toda la población, que retrasa la edad de empezar a tener niños- como a leyes y valores con efectos directos o indirectos anti-natalidad y contrarios a la familia amplia y estable (como las leyes de aborto y divorcio, que cada vez los han facilitado más, o el descabellado ninguneo/hostilidad oficial y mediático al varón-padre en no pocos asuntos, incluso rayando lo inconstitucional), propiciados, con escasas y meritorias excepciones, por el conjunto de la clase política, y los estamentos intelectual y mediático.

¿Es exagerado hablar de suicidio demográfico?

No lo creo. Suicidio es la muerte autoinfligida. Y como sociedad, tendemos a desaparecer por nuestra voluntaria renuncia masiva a reproducirnos lo suficiente para perdurar, sin que al grueso de los integrantes de nuestras élites políticas, intelectuales y económicas parezca importarles gran cosa, cuando no contribuyen proactivamente a que nuestra infecundidad perdure y sea incluso mayor. Es un proceso lento, pero equivalente al suicidio de nuestro pueblo (y los europeos en general). Desde 2012 hasta ahora, han desaparecido 1,6 millones de españoles autóctonos, por más muertes de españoles nativos que alumbramientos de bebés con madres nacidas en España. Peor es la merma acumulada en países que llevan más años que nosotros con baja natalidad, como Italia (unos 5 millones) o Alemania (unos 7 millones), si bien la tendencia es que el ritmo de nuestra merma acabe siendo incluso mayor que el suyo, porque nuestra tasa de fecundidad (el número medio de hijos por mujer) es todavía más escuálida. Sin una mayor fecundidad, los españoles autóctonos serían 15 a 16 millones a final de siglo nada más, y de ellos, la mitad con 65 años o más. Es la catástrofe a que nos aboca la falta de nacimientos.

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¿Cuándo empezarán a verse más claramente las gravísimas consecuencias de esta baja natalidad?

Ya se están viendo en muchos sitios y ámbitos: la pérdida de españoles autóctonos ya mencionada (que, increíblemente, no es apenas conocida porque casi nadie informa de ello); municipios y provincias que pierden población a chorros por muchas más muertes que nacimientos; incremento continuo de la edad promedio de los españoles por falta de savia joven; muchos menos niños y adolescentes en los colegios y alumnos en universidades / centros de educación terciaria; más gente sin hijos y más niños sin hermanos o con uno solo; dificultades crecientes para el pago de pensiones, con una Seguridad Social en números cada vez más rojos; el enorme y creciente peso electoral de los jubilados, con el consiguiente trato de favor por los políticos, a costa de los trabajadores y empresarios (que producen toda la riqueza que se genera) y menos oportunidades para los jóvenes; un porcentaje creciente y ya muy elevado de personas que viven solas, etc. Y lo peor es que esto casi “no ha hecho más que empezar”, porque la pérdida de españoles y el envejecimiento global de los que vayan quedando, y todas las consecuencias negativas que entraña (económicas, afectivas, políticas y geopolíticas), solo pueden ir a más.

Por simplificar, lo que ahora llamamos “la España vacía”, en cuyo vaciamiento, a nivel comarcal y provincial, ha contribuido y contribuye muchísimo más la baja natalidad que la emigración, es una ventana al futuro que aguarda a toda España, en cuanto a los españoles -otra cosa es si son / allí donde sean reemplazados por inmigración masiva-, si siguen con un número tan bajo de hijos por mujer como en las últimas décadas. Y pese a todo esto, aunque es evidente que la baja natalidad nos lleva al desastre, y en España la tenemos muy insuficiente desde hace 40 años largos, seguimos sin reaccionar, y lo que es peor, se siguen poniendo más palos en la rueda, desde la política y los valores que se promueven mayoritariamente en la esfera pública, a que nazcan más niños y haya más familias estables. Algo muy parecido en Europa y todo Occidente en general. O reaccionamos pronto, y remonta con fuerza la natalidad, o seguirá nuestro declive.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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