10/05/2024 17:44
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¿Cuánto vale una vida humana? ¿Qué precio le ponemos a los sueños e ilusiones truncadas, a lo que pudo ser y hacer una persona que ya no podrá ser ni hacer nunca?… Al dolor y desesperación de tantas personas por la muerte (asesinato u homicidio voluntario) de un ser querido.

Frente a una legislación excesivamente “garantista” como la nuestra en cuanto al cumplimiento de las penas, estas son las preguntas que deberían surgir en la mente de cualquier persona de bien ante la imagen del homicida, asesino o violador (delito pluriofensivo).

Sin embargo, lo primero que surge, nos han educado para ello, es que el susodicho está “mal de la cabeza”, que fue un “accidente” inevitable o que actúo bajo los efectos de “cualquier sustancia” que le imposibilitó tener verdadero dominio del hecho. Incluso, si es el caso de un terrorista de izquierdas o musulmán, la “motivación política”, que llega a actuar casi como atenuante. Los asesinos de ETA, GRAPO o FRAP que andan sueltos viviendo sus vidas y ocupándose en distintas profesiones o actividades pueden dar cuenta de ello.

Es decir, todo “exculpaciones”, a las que en el proceso se agregarán toda una serie de “atenuantes” perfectamente recogidos en el Código Penal. Sin descartar, antes, al contrario, buscar la “eximente completa” de la responsabilidad criminal por cualquier resquicio por el que el hábil abogado pueda entrar y confundir al tribunal.

Ahora bien, qué poca condescendencia se tiene con el evasor de impuestos para quien se pide que lo devuelva todo y además que pague con la cárcel. Esto es, con la pena “privativa de libertad”, que es el derecho fundamental más importante de la persona después del derecho a la vida. Y no digamos nada si se trata de ser condenado por un “delito de opinión”, que habilita poder punitivo por la manifestación pública de opiniones políticas contrarias al pensamiento del Estado.

No entro ni salgo en el caso mediático de Daniel Sancho que tiene a España entretenida, y sobre el que cualquier patán da su opinión, mayormente desde la simpatía o condescendencia. Lo que digo, es que hay un asesino u homicida confeso, que descuartizó a otra persona y que se deshizo del cuerpo troceado. Que no parece que actuara como encubridor de otro. Y que el “miedo irresistible” o la “enajenación mental” parecen muy difícil de encajar en el caso.

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Lo que quiero decir, es que el caso de Daniel Sancho muestra y demuestra la mentalidad de una sociedad, la nuestra, a la que se le ha inoculado el virus de la simpatía por el delincuente y la falta de respeto a la víctima. Y todo esto dicho sin prejuzgar a nadie, ni someter a juicio lo que finalmente resuelvan los tribunales de justicia.

Ah, eso sí, la pena por asesinato u homicidio voluntario debería ser la cadena perpetua, suprimiendo lo de “revisable” … Pasando por alto que el reo así condenado pueda comer langostinos en Navidad y fornicar una vez al mes con alguna amiga, o porque pueda costearse una prostituta. Que esto de los privilegios y beneficios penitenciarios a reos condenados, pongamos los que se dispensan a musulmanes, sería tema de otra colaboración.

El sentido común y la condición moral deberían ser norma de conducta: castigar con todo el peso posible y proporcional a la gente mala, y beneficiar y ayudar a la gente buena. En esto consiste la convivencia más allá de disquisiciones y palabrería liberal.

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Geppetto

Un delincuente que por asuntos de mariconeo mata a su»novio» lo hace cachitos y lo pone a vender como la antigua cancioncilla popular de «Manolo Pirolo» solo merece lo que la justicia le depare y como el criminal, a parte de asesino es imbecil,ha matado en un pais en el que existe la pena de muerte…pues que se las apañe

Daniel Antonio Jaimen Navarrete

Aparte de.

JCrespo

Un desconocido hijo de papá y chapero asesina y descuartiza a su querido y, como ese papá es famoso y el criminal, atractivo, se convierte en toda una estrella mediática. Así, no se habla de otra cosa y todas las televisiones españolas (que en realidad es una sola: la del gobierno y los progres) se dedican a defenderle.
Lo de menos, para una buena parte de la Prensa, es aquella pequeña «travesura» que hizo el personaje…, Pues además de mal informar actúan sin el mínimo respeto debido a la familia de la víctima y al País a dónde el nene fue a montarla.
Tanto es así que al final el que recoge machaconamente todas esas informaciones y debates televisivos podría deducir que la víctima era muy mala persona y se lo tenía merecido y Tailandia es un País atrasado y con una policía salvaje.
Llegando una informadora a manifestar en la caja tonta que el chico tendría «importantísimas razones para hacer lo que hizo, por cuánto todos sabemos lo gran persona que es…»
En resumen, el problema de los medios actuales es lo envalentonados que se encuentran por la complicidad y sumisión a nuestro corrupto sistema político y las pocas consecuencias que tienen sus malas actitudes…

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