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La situación socio-laboral de nuestras FFAA, en concreto del Ejército de Tierra –extrapolable a la Armada Española y al Aire– ha llegado a un punto insostenible. Un informe-encuesta realizado por la División de Logística del ET sobre los problemas de movilidad geográfica de su personal nota-informativa-movilidad-geografica2-134130 a la hora de cambiar de destino es eminentemente clarificadora. En ella se reflejan en su más cruda realidad los problemas que tienen nuestros militares relacionados con el alojamiento y las indemnizaciones por razón de servicio que se resumen en que no les llega ni para empezar; también las dificultades para la escolarización de sus hijos en algunas regiones en las que ese repugnante eufemismo del “leguaje vehicular” no es el español.
La situación que describe dicho informe-encuesta nos lleva a las siguientes conclusiones:
La política de personal en el ET durante las últimas décadas ha sido nefasta, lesiva e injusta.
Los mandos superiores no se han preocupado en lo más mínimo por poner coto a los perjuicios que poco a poco, y con su conocimiento y complicidad, se han ido enquistando y agravándose. Dedicados a promocionar sus carreras, a no dar al de arriba problemas y a exigir lo que ellos mismos no cumplían, abandonaron a sus subordinados a su paupérrima suerte, lo que equivale a traicionarlos. Junto a lo anterior, su abyecta sumisión a políticos y cargos civiles de Defensa a los que no han sido nunca capaces de enfrentarse por temor a perjudicar sus propias carreras les hace también cómplices de su sectarios e ineptos procederes.
La situación ha llevado a que una nada despreciable cantidad de mandos y tropa escojan desde hace tiempo acomodarse en aquellos destinos donde o tienen sus residencias o asegurado el trabajo de su parejas o consolidada la escolarización de su hijos, supeditando todo ello a lo que debía ser su único y principal fin: el servicio a España mediante el cumplimiento de su deber en el ET en los puestos de mayor riesgo y fatiga, en detrimento de la eficacia, cohesión, unidad y compañerismo del Ejército, anteponiendo la estabilidad e incluso comodidad de la familia al servicio de la Patria.
Viene siendo recurrente que convocatorias para nuevos destinos dentro de España queden desiertas porque ni Oficiales, ni Suboficiales, ni tropa las solicitan si implican mover a sus familias. Quede claro que lo dicho no es ni excusa ni razón para tal actitud porque cuando ingresaron en el Ejército sabían dónde lo hacían, incluido poner el cumplimiento de su deber por encima del bienestar de sus familias como explicita el sagrado “Todo por la Patria”. Se pueden entender los problemas, pero nunca justificar el mal proceder. Dicho de otra forma: si no es TODO por la Patria, lo coherente es darse de baja.
Abunda en lo anterior el hecho de que los mismos que actúan así no ponen pega alguna, sino todo lo contrario, cuando se trata de “misiones en el exterior” cuya duración es de unos meses, no implican mover a sus familias y además se facturan jugosas dietas. Tampoco cuando se trata de destinos en el extranjero en los que, a pesar de tener que trasladar a sus familias, la cosa compensa (embajadas, OTAN, etc.). El daño, pues, se reserva para la propia España.
A los subordinados hay que exigirles, pero no más de lo que uno está dispuesto a dar y siempre intentando que sus circunstancias sean las mejores y la más justas. Preocuparse por ellos es razón fundamental de cualquier mando. Dar la cara por ellos, aún a riesgo de la propia, un deber y un honor. No hacerlo es traición.
La legalización y consecuente proliferación de las antinaturales “asociaciones militares”, en realidad sindicatos encubiertos cuya carga ideológica es evidente, es consecuencia directa de ese abandono en lo social y laboral de los subordinados, ya que con la excusa de defender su mejora, sin duda necesaria por esa traición del mando, aprovechan para promover la desunión, desconfianza, envidias, crispación y no pocos enfrentamientos entre los miembros del ET en todos sus niveles con el consiguiente perjuicio para el Ejército y España.
No se trata de reivindicar aumentos de sueldo sin más, porque como apunta el informe-encuesta la problemática es mucho más profunda y estructural, se trata de que el mando ejerza la autoridad, que la tiene, y asuma su responsabilidad, que también la tiene. Que actué ante quien corresponda con decisión y valor. Que tome el mando de verdad del Ejército. Que no deje que extraños sin preparación ni interés, movidos sólo por promocionar sus carreras políticas, les desplacen. Que luchen por hacer de los Ejércitos las Fuerzas Armadas que de verdad precisa, exige y se merece España. Que no miren por sí, sino por los demás. Que lideren, no que se sometan. Que cumplan con su deber y que si alguno cae en tan sagrado fin, no haya quien le reemplace –aquí sí que no— de forma que prevalezca la unidad y el compañerismo y el ministro de turno se vea en la tesitura de echar marcha atrás o de tener que poner de JEMAD o de Jefe de la BRIPAC a un Cabo. Las Fuerzas Armadas, como ocurre en cualquier nación que se precie, son, le guste o no al poder político, columna vertebral de la Patria, de la nación, y no un mero apéndice al servicio de intereses circunstanciales, sectarios o ideológicos. Las FFAA son referencia y conciencia, ejemplo y valor de la Patria, de la nación. Cuando la sociedad se corrompe, las FFAA no pueden ser reflejo de ella porque lo serán de esa corrupción y, entonces, de nada valdrán, sino peor aún, porque serán sustento del poder corrupto que la corrompe.
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