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Según Stanley Payne el Caudillo ha sido el gran personaje por antonomasia de la historia de España, solo comparable a Felipe II y a los Reyes Católicos, e incluso afirma que estaría por encima. Se han publicado literalmente miles de libros sobre él y su régimen en España y fuera de España. ¿Qué sabemos realmente de la vida cotidiana del Jefe del Estado en el palacio de El Pardo, tanto con sus ministros como con su familia? En la que es una de las obras más importantes sobre Franco, El Régimen de Franco de Stanley G. Payne, publicada en 1987 y en otras obras suyas como su Biografía personal y política de Franco, publicada junto con Jesús Palacios, se explican detalles interesantes y curiosos.

Los austeros hábitos personales de Franco nunca variaron a lo largo de las décadas. Cuando, siendo Jefe del Estado, vivía con su familia en el Palacio de El Pardo, se solía levantar a las 7 de la mañana y desayunaba zumo de frutas, te y tostadas. Oía Misa en la capilla del palacio cada día. Después dedicaba un buen rato a sus oraciones personales. Y en la misma capilla hacía adoración nocturna al Santísimo Sacramento y en algunos momentos delicados del Régimen llegó a pasarse toda la noche rezando.

A las 9 de la mañana empezaba su jornada de trabajo en su despacho. Su agenda de trabajo era metódica. Por ejemplo la mañana del martes la dedicaba a las audiencias personales con militares, la mañana de los miércoles se reunía con autoridades civiles y los jueves por la mañana recibía a diplomáticos extranjeros. Los viernes tenían lugar las reuniones del Consejo de Ministros (costumbre franquista que sigue manteniendo Pedro Sánchez). De hecho en el gobierno de Cataluña tienen las reuniones de consejeros otro día para no hacerlo el mismo día que Franco.

Las tardes estaban igualmente ocupadas. De lunes a jueves se reunía con sus ministros. Franco les dejaba un amplio margen de libertad en la gestión de sus ministerios, aunque supervisaba las líneas generales de su actuación y estaba muy informado de los proyectos de cada ministerio. De esta forma Franco se adelantó, sin saberlo, a los métodos empresariales modernos que siempre desaconsejan que el máximo dirigente gestione los pequeños asuntos. El almirante Carrero Blanco, era el colaborador con el que más se reunía.

A diferencia de otros gobernantes posteriores en el palacio no había cocineros de postín de grandes hoteles para preparar todas las delicadezas al gusto de la familia presidencial. Durante muchos años el jefe de cocina fue un suboficial de la Guardia Civil, de gran lealtad, pero cuyo talento culinario era limitado, según Payne. Las comidas eran sencillas y sobrias y después tomaba un café. Franco era aficionado a la comida sencilla, pero fuerte, como la fabada asturiana, pero a partir de finales de los 50 su médico personal y amigo Vicente Gil, preocupado por su salud, le aconsejó firmemente que siguiera una dieta de bajas calorías. El efecto se notó de forma muy clara y con los años fue perdiendo peso hasta convertirse en sus últimos años en un hombre delgado.

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En el período de vacaciones pasaba las tardes tranquilamente con su familia. Le gustaba ver películas en el cine privado del palacio de El Pardo. A partir de los 60 se aficionó mucho a ver partidos de fútbol en televisión. Es pública la afición del general Franco por la caza. En verano el deporte que más le gustaba practicar era la pesca y también practicaba el golf.

A partir de la década de los 60, coincidiendo con la política económica aperturista de sus ministros tecnócratas, dejó de usar el uniforme militar habitualmente en sus comparecencias públicas y lo reservó solo a actos militares. Como señala Stanley Payne, en sus últimos años Franco fue adquiriendo la imagen de un abuelo distinguido. Durante 37 años veraneó en la finca gallega del Pazo de Meirás, aunque también pasaba bastante tiempo en su modesto yate, el Azor, que años más tarde utilizó durante un verano Felipe González. Le gustaba pasar el verano en las costas cantábricas y aunque hoy nos lo oculten eran famosos los multitudinarios recibimientos de los que era objeto en San Sebastián cuando acudía al palacio de Ayete, absurdamente regalado después por el Estado al gobierno vasco. No es muy conocido, pero Franco pintaba bastante bien y sus cuadros decoraban las paredes del comedor del Pazo de Meirás. Tanto en El Pardo como en Meirás había una abundante biblioteca. Contrariamente a lo que dicen sus detractores está más que demostrado que Franco leía mucho.

Franco escribía la mayor parte de sus discursos, a diferencia de los presidentes de gobierno que cuentan con equipos de redactores, ya que ellos son incapaces de escribir tres frases seguidas. A Franco le gustaba también viajar mucho por España en coche, no en plan de turismo sino de trabajo para conocer sobre el terreno la realidad económica y social de las distintas provincias. En los últimos años solía viajar en avión, ya que los viajes en coche se le hacían demasiado fatigosos a su edad.

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Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.