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El pasado día 25 (lunes) todos los periódicos españoles editados en formato papel (no creo que solo fueran los adictos al régimen) iban envueltos en un cuadernillo de dos páginas. La primera (la que tapaba la portada de los diarios) decía con letras enormes “SALIMOS MÁS FUERTES” y debajo, junto al escudo español, ponía: Gobierno de España y Ministerio de Sanidad. Es decir, era totalmente evidente que el mensaje subliminal consistía en hacer creer a la gente que el enorme placer de salir más fuertes de esta pandemia se lo debemos a lo bien que lo está haciendo el gobierno.
Me causó tanto horror esa desfachatez del gobierno que lo primero que hice, antes de salir de la papelería donde suelo comprar la prensa en formato papel, fue tirar a la papelera ese vergonzoso cuadernillo propagandístico. Cuando paseaba por la calle camino a mi domicilio, continuaba martilleándome en mis sufridos oídos ese inhumano slogan y, a la vez, no entendía cómo había sido posible que los diarios lo hubieran aceptado por muy arruinados que estén. Posteriormente, concluí que mi obligación ética era escribir este artículo que ahora someto a la consideración de ustedes.
Es más que evidente que no van a salir más fuertes de esta pandemia los millones de personas que llevan más de dos meses sin cobrar un solo céntimo porque todavía el gobierno no les ha pagado la limosna que les ofreció a través de los llamados ERTES. No van a salir más fuertes los millones de trabajadores que han perdido definitivamente sus trabajos, o los empresarios y los autónomos que han perdido la posibilidad de alimentar a sus familias por haberse visto obligados a cerrar sus negocios. No van a salir más fuertes las miles de prostitutas que, a pesar de estar esclavizadas por sus proxenetas, podían comer cada día y ahorrar algo de dinero para enviarlo a los hijos que dejaron al cuidado de las abuelas en los países hermanos de la América Hispana. No van a salir más fuertes las miles de extranjeras que se dedicaban a limpiar hogares y a cuidar a ancianos y a personas desvalidas. No van a salir más fuertes las miles de familias que no tienen otro remedio que aguantar cada día largas colas para pedir una bolsa de alimentos que, al menos, les permita aminorar su hambre y la de sus hijos. No van a salir más fuertes las familias que han perdido a sus padres y abuelos, abandonados en las residencias porque el gobierno no les permitió ocupar una cama en las unidades hospitalarias de cuidados intensivos.
En el párrafo anterior solo he mencionado los casos que considero más llamativos, pero podía haber continuado la lista de afectados hasta la saciedad. No cabe ninguna duda de que los miembros del gobierno central conocen a la perfección que la mayor parte de la población española no va a salir de esta pandemia más fuerte. Y lo saben porque son conscientes de que ellos mismos han provocado esos tristes efectos con su pésima actuación. También lo saben los gobiernos regionales, sean del signo político que sean, quienes única y exclusivamente se han dedicado, semana tras semana, a lloriquear al gobierno central para intentar obtener alguna prebenda, en lugar de plantarse y haber amenazado al presidente español con su desobediencia y con tomar las riendas sanitarias de sus regiones, aun sabiendo que esa actitud podría causarles algunos problemas judiciales. Todos lo saben y todos son igualmente responsables de la angustiosa situación en que van a quedar millones de españoles por su pésima praxis política.
Precisamente porque los miembros del gobierno saben que la población española no puede salir más fuerte de esta terrible pandemia, resulta imposible justificar que hayan tenido la caradura de lanzar esa perversa, provocativa e inhumana campaña propagandística. Personalmente, tampoco encuentro justificación alguna a que todas las empresas que editan diarios en formato papel hayan participado en ese sucio juego. Es evidente que una cosa es justificar y otra muy distinta es entender. Como decía antes, me resulta imposible justificar ese engendro de campaña publicitaria oficial. En cambio, me parece fácilmente entendible que la hayan puesto en marcha. Yo creo que el único objetivo de esa vil campaña propagandística es tratar de engañar una vez más a la población española con el propósito de que, cuando se haya ido de nuestras vidas este maldito virus, los millones de personas que para vivir dependan de las limosnas que reciban del gobierno no protesten en las calles cuando vean que los únicos que han salido más fuertes de esta crisis son los miembros del gobierno y la enorme patulea de altos cargos, puestos a dedo por el único y exclusivo mérito de ser amiguetes, amantes o familiares de los líderes gubernamentales, o por haber dedicado su tiempo vital a aplaudir con las orejas al jefe que los colocó.
Si no fuera por lo macabro que resulta el ejemplo que voy a citar a continuación, cabria admitir que, junto con los miembros del gobierno y los puestos a dedo en altos cargos, también va a salir más fuerte de esta pandemia la denominada caja de las pensiones de la seguridad social, puesto que como consecuencia de los miles de pensionistas que han muerto por causa de este virus criminal, el presupuesto dedicado a pagar las pensiones de los jubilados españoles va a descender notablemente, ya que, según las cifras oficiales facilitadas por el gobierno, al final del mes de abril la cifra de pensionistas ha descendido en 38.508 personas. Al parecer, según dichos datos oficiales, desde hace cincuenta años es la primera vez que se ha producido un descenso de pensionistas en España. Sinceramente, estoy convencido de que ese importante descenso de pensionistas no se debe a que el presidente del gobierno central junto con los presidentes regionales programaran esa masacre, a pesar de que hay datos muy elocuentes que demuestran que un porcentaje muy elevado de esos pensionistas murió porque no se le permitió que ocuparan una cama en las unidades hospitalarias de cuidados intensivos. Sin embargo, no creo que nadie pueda negar que existe una correlación positiva muy evidente entre ambos fenómenos. Antes de terminar este artículo, permítanme que les recuerde que la correlación no implica relación causa-efecto, sino simplemente relación concomitante.
Santiago Molina García es catedrático de Pedagogía, jubilado, Universidad de Zaragoza
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