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Aunque ya nada o casi nada me sorprende, y uno anda ya desengañado de todo y de casi todos, las peripatéticas declaraciones de esta individua, que frisa los 30 años, me han preocupado mucho, muchísimo.
Comenzaré diciendo que Lilith es la secretaria de organización de Unidas Podemos, es decir, el número 3 del partido, o partida, como lo era Ábalos de la PSOE, y ya vemos donde está ahora: en Cuatro Televisión, soltando paridas sin ton ni son.
Esperemos que Lilith, novia, amante o proyecto de familia como decía Irene Montero de su relación con Pablo Iglesias, pero que se quedó en eso, en proyecto…
Pues bien, esta “intelectual” ha reivindicado el “derecho a la pereza”, emulando a Paul Lafargue, el yerno de Marx, casado con su hija Laura, y suicidado conjuntamente con ella, por razones que desconozco.
Lafargue era hijo de una familia acomodada, con plantaciones de café en Cuba, y esclavos nativos, y nuestra “heroína” es hija de un ex nazi, ex secretario general de Alianza Popular, luego reconvertida en el PP, profesor de la facultad de ciencias políticas y sociología marxista de la Universidad Complutense de Madrid, destacado apoyo de la dictadura de Chávez y Maduro, propietario de una residencia de estudiantes universitarios, ex marido de una Lady España, etc.
Es decir, dos personas que reivindicaba y reivindica el “derecho” a vaguear, a no hacer nada de provecho con sus vidas, aunque, en honor a la verdad, debo decir que Paul Lafargue dejó una abundante obra literaria.
Pero las niñas malcriadas de Podemos, en acertada expresión de doña Isabel Díaz Ayuso, han descubierto que poniéndose de rodillas, o abriéndose de piernas, pueden llegar a ser asesoras, diputadas o ministras, y a los hechos me remito.
Ergo, ¿para qué molestarse en estudiar, formarse, sacrificando su juventud, y en muchos casos toda su vida laboral, para alcanzar un puesto en consonancia con sus capacidades intelectuales…?
Lafargue publicó en 1880 su libro Le Droit à la paresse (El Derecho a la pereza), refutación del libro “Droit au travail”, de 1848 (Derecho al Trabajo), y en 1883 “El Derecho a la Pereza”, dónde profundizaba en su tesis.
Más o menos lo que hace, más de un siglo después, Lilith Vertrynge, quien considera que la meritocracia es un mito, ya que la igualdad de oportunidades no existe.
Y, desde luego, en su caso debe de ser verdad, pues hay que ver lo mal que habla, y lo poco que se entiende lo que dice…
No sé si es un problema de vocalización, de haberse formado en Francia, lejos de los “obreros” españoles a los que aspira a representar, o más bien a vivir del cuento de la política.
Para esta individua, “quien nace pobre, suele morir pobre”, y que “da igual el esfuerzo que haga y el compromiso que tenga”, porque “el ascensor social no funciona”.
Y ella, criada en una familia con posibles, propietaria de residencias de estudiantes universitarios en el barrio de Salamanca de Madrid, que no es, precisamente, un barrio obrero, dice que “lo que importa no es tu esfuerzo, sino muy probablemente, tu código postal, tu entorno y tu capital cultural”.
De ahí a reivindicar el “derecho” a abrirse de piernas para ascender socialmente, solo va un paso, y muy tenue.
¿Qué mensaje está mandando a la juventud española que se esfuerza por estudiar, muchas veces con becas, formarse, prepararse, etc., para el día de mañana…?
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