Conversando el otro día acerca de la situación actual de la política española, tuve a bien manifestar que la actuación de Pedro Sánchez al frente del gobierno español me parecía absolutamente deplorable, respondiendo mi interlocutor, de tendencia socialdemócrata, que bajo su punto de vista lo que P. Sánchez pretendía era hacer entrar en razón al entramado secesionista, para, de esta forma, normalizar la relación entre Cataluña y el País Vasco con el resto de España. Ante semejante disparate argumental no tuve más remedio que mostrar mi total desacuerdo, aduciendo que P. Sánchez no podía creer tal cosa dado que los propios líderes independentistas seguían proclamando a los cuatro vientos que su único objetivo político era lograr la secesión de sus respectivas comunidades autónomas. De hecho, añadí, que con la patética excusa de “hacer de la necesidad virtud”, P. Sánchez lo único que pretendía era ocultar su innata proclividad a “hacer de la traición su modus operandi”, razón por la cual resultaba absurdo para cualquier persona mínimamente analítica fiarse de sus palabras e ignorar sus acciones, ya que ello indefectiblemente conducía a graves errores de apreciación.
Ante tal planteamiento mi adversario político me preguntó que a quién había traicionado P. Sánchez e inmediatamente me vino a la cabeza aquello de que “así se las ponían a Felipe II”, de tal forma que sin más dilación me dispuse a enumerarle los múltiples actos de deslealtad cometidos por P. Sánchez, los cuales paso a relatar a continuación.
Así, en primer lugar, P. Sánchez ha traicionado a sus electores faltando a su palabra al manifestar por activa y por pasiva que jamás pactaría con Podemos ni llegaría a ningún tipo de acuerdo con Bildu y que traería a Carles Puigdemont a España desde su autoexilio en Waterloo para ponerlo a disposición judicial, para acto seguido proceder a formar un Gobierno de coalición con Podemos, conceder la alcaldía de Pamplona a Bildu y apoyar en el Congreso de los Diputados la aprobación de un ley de amnistía para C. Puigdemont y sus adláteres golpistas, por enumerar tan solo algunas de las muchas iniciativas que demuestran que para P. Sánchez su propia palabra tiene menos valor que un billete falsificado.
En segundo lugar, P. Sánchez ha traicionado al PSOE al desvirtuar el proyecto político socialista hasta dejarlo reducido a un único punto consistente en la conquista y mantenimiento del poder mediante la subordinación de sus propios postulados a las exigencias de los independentistas catalanes y vascos, llegando al punto de desvertebrar al propio partido socialista haciéndole perder prácticamente la totalidad de su poder territorial.
En tercer lugar, P. Sánchez ha traicionado el espíritu reconciliador de la transición española, primero aprobando una Ley de Memoria Democrática que supone criminalizar a una parte de la ciudadanía y beatificar a la parte restante, para a continuación levantar un muro de la vergüenza con el objetivo de aislar a la derecha política y consecuentemente a más de la mitad de los ciudadanos españoles, favoreciendo esta estrategia frentista el paulatino desarrollo de un clima de confrontación social con irrespirables connotaciones guerracivilistas.
En cuarto lugar, P. Sánchez ha traicionado al Estado de Derecho con el desarrollo de una ley de amnistía que supone socavar la acción de la justicia en todo lo relativo al proceso golpista perpetrado en Cataluña, someter a los jueces a un acoso político sin precedentes en virtud de la ignominiosa aceptación de la existencia de una guerra judicial (lawfare) contra el independentismo y eliminar el principio de igualdad de todos los españoles ante la ley consagrado por la Constitución española.
Y por último ha traicionado a la nación española amenazando la indisoluble unidad de la patria, mediante la aceptación de su conversión en una suerte de confederación territorial como paso previo a su definitiva desintegración, tal y como no cesan de proclamar todos los partidos independentistas a los que se ha rendido sin prácticamente oponer resistencia alguna.
Tras finalizar mi disertación, pensé que mi oponente intentaría rebatir mis argumentos, pero en lugar de ello optó por llevar la conversación por otros derroteros, de tal forma que me vino a preguntar cuál era en mi opinión la estrategia seguida por P. Sánchez a lo largo de su trayectoria política, ya que entendía que alguna debía tener para lograr mantenerse al frente del Gobierno de España.
Lo cierto es que la pregunta me pareció pertinente, por lo que procedí, en la medida de mis posibilidades, a dar cumplida respuesta a la cuestión planteada. En síntesis, lo que vine a manifestar fue que consideraba que P. Sánchez orientaba su acción de gobierno en función de esa máxima maquiavélica que señala que “el fin justifica los medios”, siendo en su caso el fin alimentar su inconmensurable ego y satisfacer su patológica ambición de poder, mientras que los medios se limitaban a la servil sumisión a las exigencias de comunistas e independentistas, para de esta forma conformar un nuevo Frente Popular que le garantizara los apoyos necesarios para mantenerse al frente del Ejecutivo. Todo parecía ir conforme a sus infames propósitos hasta que después de los lamentables resultados obtenidos por el PSOE en las últimas elecciones generales se vio obligado a pactar con todo el arco parlamentario con excepción del PP y Vox, de tal forma que en ese momento irrumpió en el escenario político con una fuerza inusitada un partido político como Junts, que además de ser radicalmente independentista estaba dirigida por un individuo como C. Puigdemont, cuyo trastorno psicológico solo es equiparable en intensidad al padecido por el propio P. Sánchez.
Como consecuencia de todo ello, inicialmente P. Sánchez pensó que con la anticonstitucional ley de amnistía encima de la mesa de negociaciones C. Puigdemont le daría una tregua y mal que bien sería capaz de acabar la legislatura al frente del Gobierno español. Sin embargo, más pronto que tarde, P. Sánchez se dio cuenta de que había cometido un craso error de cálculo, ya que las aguas no solo no se calmaron, sino que se desató un tsunami como consecuencia de las maximalistas exigencias del prófugo catalán y su formación política. Así, C. Puigdemont no solo está reclamando a P. Sánchez la promulgación de una ley de amnistía que contemple la sedición, la malversación, el terrorismo y la alta traición, sino que, en el colmo de la desvergüenza, al mismo tiempo que encauza la negociación con los socialistas tiene el atrevimiento de tramitar en el Parlamento catalán una proposición de ley que permita volver a declarar unilateralmente la independencia de Cataluña
Ante tan esperpéntica situación, P. Sánchez se ha visto obligado a modificar su estrategia, de tal forma que en el momento actual tan solo está intentando ganar tiempo con la esperanza de que surja lo que el ensayista de origen libanés Nassim Taleb denominó un “cisne negro”, es decir, lo que P. Sánchez anhela es que acontezca un suceso altamente improbable y de enorme repercusión para que de esta manera se produzca un vuelco en la opinión pública que le permita seguir instalado en el Palacio de la Moncloa.
Tampoco esta vez quiso mi entrañable contertulio debatir la cuestión, prefiriendo, como no podía ser de otra forma, sacar a relucir a Francisco Franco y fue ahí cuando di por concluida la conversación señalándole que recurrir a lo que de forma magistral Isabel Díaz Ayuso había denominado el “francomodín” demostraba poca solvencia intelectual y falta de discurso argumental, motivo por el cual me vi en la obligación moral de recomendarle que se leyera a Stanley G. Payne o al menos a la mismísima Clara Campoamor, para que así tuviera constancia de las innumerables fechorías protagonizadas por socialistas, comunistas e independentistas durante la II República.
Ya de camino a casa iba pensando como el que no quiere la cosa en el psicópata monclovita y en todos aquellos que le apoyan cuando de repente recordé la inscripción que según Dante Alighieri había sobre las puertas del infierno y que decía así: ¡Oh, vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!
Autor
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Rafael García Alonso.
Doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid, Especialista en Medicina Preventiva, Máster en Salud Pública y Máster en Psicología Médica.
Ha trabajado como Técnico de Salud Pública responsable de Programas y Cartera de Servicios en el ámbito de la Medicina Familiar y Comunitaria, llegando a desarrollar funciones de Asesor Técnico de la Subdirección General de Atención Primaria del Insalud. Actualmente desempeña labores asistenciales como Médico de Urgencias en el Servicio de Salud de la Comunidad de Madrid.
Ha impartido cursos de postgrado en relación con técnicas de investigación en la Escuela Nacional de Sanidad.
Autor del libro “Las Huellas de la evolución. Una historia en el límite del caos” y coautor del libro “Evaluación de Programas Sociales”, también ha publicado numerosos artículos de investigación clínica y planificación sanitaria en revistas de ámbito nacional e internacional.
Comenzó su andadura en El Correo de España y sigue haciéndolo en ÑTV España para defender la unidad de España y el Estado de Derecho ante la amenaza socialcomunista e independentista.
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