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España no tiene remedio, honestamente. Cualquiera de las Españas- dos, diecisiete o antiEspaña plurales- congelan el corazón a cada instante. España, tierra de trincheras, ficticias o reales, patria perita en guerras civiles durante los dos últimos siglos. Caín nació en nuestra tierra, cada día lo tengo más claro. De la cepa hispana, imposibilidad de que surja fruto sano. Ni maduro ni podrido. Todo es fruta vana. Con la falsa pandemia, ídem. Quita a Cum Fraude que no es lo suficientemente dictador, como nosotros, con nuestro Santiago (Abascal) y cierra España. Lastimoso avatar patrio, llevamos dos centurias bosquejando regímenes o sistemas donde los «buenos» vencedores humillen a los derrotados «malos».
Acosar, asediar, hostigar, linchar
Lo que está ocurriendo contra Iglesias y Montero, absolutamente repugnante. Además con tres críos. Luys, pero si el menda se ha pasado haciendo lo mismo toda la vida, donde las dan las toman, jarabe democrático con efecto boomerang. También los «suyos» le dieron cera hace poco, recuerda. «¡Fuera vende obreros de la universidad!», vociferaban al vicepresidente del ilegítimo gobierno en el campus de Somosaguas. ¿Seguro que esté «argumento» es suficientemente sólido? ¿De puta a puta, taconazo? ¿Todos demostramos lo mierdas que somos, incluso bajo el impune anonimato de las letrinas de las redes sociales? De eso debe tratarse, parece.
¿Un escrache – o su justificación, iustum facere, hacer justo- será bueno si lo perpetran los «míos» y malo si lo hacen los «otros»? Los hunos y los hotros, nada cambia. España, evo infinito y atroz. Acosar, asediar, hostigar, linchar, impedir razonable intimidad, será decente o indecente en función de quién lo haga. Señalar, poro abierto. Sacar a alguien de su casa, moral o físicamente. Sacarlo sin sacarlo. Desamparar las puertas, desabrigados y expuestos a la vil plebe – la turba siempre perturba- por mucho picolo que te proteja. Y el hombre, o la mujer, o tres enanos, en el centro del círculo. Señalado. Éste es.
La jauría humana
La ética postmoderna del escrache, Argentina. Filiados con los castristas Comités de Defensa de la Revolución, los repulsivos peronistas hicieron de la cacería, filigrana y ornato. Pero, como todo escracheador, un puto terrorista. Las patotas peronachas, de las que Pablenin (o Colau) tanto pudieron aprender. Recordemos aproximada génesis contemporánea. El patilludo Menem indultó a varios asesinos argentinos y, poco después, la encolerizada chusma se arrimaba hasta sus domicilios y montaba una gran diversidad de vengativos aquelarres que buscaban asediar al indultado y marcarlo ante sus vecinos. La «justicia» popular, detritus procedente de bazofia humana.
Cada época tiene sus escraches. Pogromos como recurrente chivo expiatorio. Te das un alegrón linchador para demostrar que los tuyos sois más listos que los otros. Cada época tiene su propio hexagrama, tácito o explícito. Tu miseria (económica, intelectual, moral) redimida linchando al judío de turno. Judío, siempre culpable de todos los males. En su día las brujas, memento Salem. O los negros del sur yanqui. O los admirables indios americanos, negándose a que su tierra fuera expoliada. O el escrache nazi. Rosa para homosexuales, marrón para gitanos, negro para putas.
Ahora, la moda gira, parece. Contra los «bancos», o los «fachas», o los “nazis”, ricino. Y pienso en ese aceite, la libación del escrache franquista, que se procuraba a los rojos para que purgaran sus eternos e irredentos males. ¿Dónde las dan las toman? El que más me mola, la «grandeza de los “salvadores” aliados, el escrache capilar, las colaboracionistas pelonas que caminaban trastabillando – y escupidas y ahostiadas por las culatas- y evitando a morralla muy pero que muy decente- y falsamente resistente- golpeándolas por las rúas parisinas. ¿Su pecado? Follar a gusto – y sin remordimientos- con oficiales alemanes.
San Pablo, Sócrates y los escraches
Imagino que muchos de ustedes, apreciados lectores de ECDE, son cristianos. Católicos, mayoritariamente. No es mi caso. Pero la lectura de la Biblia, clave. Les recuerdo la cita paulina de la epístola a los cristianos de la Roma del primer siglo de nuestra era. “No te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con el bien” (Rom 12, 21). El denominado apóstol de las gentes comprende la humanísima debilidad de la «carne». Nuestra carne quisiera hacer el mal a aquellos que han lesionado u ofendido a aquello que estimamos bueno. O nuestro. Pero Saúl de Tarso asume que si incubamos en los más hondo de nuestro ser el rencor, la amargura y la animosidad estaríamos consintiendo que la mala semilla se estuviera esparciendo en nuestro corazón, en lo más profundo de nuestro ser. Y que esta semilla, tarde o temprano, alcance formidables proporciones, Y acabe dando frutos preñados de intenso veneno mortal, contaminándonos, y a la vez, nosotros contaminando a todo aquello que nos rodea. El inacabable bucle. El cuento de nunca acabar.
De todas formas, muy superior, en todos los sentidos, al alumno del rabino Gamaliel, Sócrates. En el Gorgias platónico. Mejor padecer una injusticia que cometerla, porque quien la comete se convierte en injusto y quien la padece no. Nada que agregar ante la luminosidad de las palabras del esposo de Jantipa. En fin.
Autor
- Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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