
ONG, Asociaciones, Fundaciones y otros chiringuitos
Vaya por delante decir que hay honrosa y honradas excepciones pues algunas serias no merecen calificativo de chiringuito.
La sigla ONG (Organización No Gubernamental) empezó a ser utilizada por la ONU, tras la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, con esta sigla se designa a las entidades sin ánimo de lucro, que persiguen objetivos humanitarios y que pretenden ayudar a los desheredados de la tierra. Por eso, hoy se las asocia con la cooperación, la solidaridad, el altruismo, la ayuda desinteresada, el voluntariado o la ayuda humanitaria. Esta funcionalidad altruista de las ONG se materializa en acciones asistenciales en situaciones de peligro o de vulnerabilidad o de catástrofe, en la prestación de servicios educativos, sanitarios, de empleabilidad, etc.; y también en la lucha contra la pobreza, la exclusión, la inequidad, la desigualdad, las emergencias humanitarias, la ayuda a los refugiados y migrantes, la degradación del medio ambiente,… “Et que sais-je, encore?”.
Las ONG, al no tener personalidad jurídica, pueden adoptar también la forma de “asociaciones” o de “fundaciones”, persiguiendo siempre objetivos de interés general y sin ánimo lucro. Constituyen lo que se suele denominar el “Tercer Sector”. La tipología de las ONG es muy variada, según su tamaño y presupuesto, según el ámbito geográfico y el campo de actuación, etc. El número de ONG es muy grande: en España, se contabilizan unas 30.000 ONG; en Europa, unas 129.000.
Para que las ONG puedan alcanzar sus objetivos, necesitan financiación. Sus recursos proceden de cuatro fuentes: principalmente los Gobiernos o los Estados (62%, en 2022); otras ONG u organismos internacionales (la Open Society Foundations de Soros, la ONU, la UE, por ejemplo), empresas privadas y particulares (38%, en 2022). Y el volumen de recursos de los que disponen es tal que el denominado “Tercer Sector” (ONG, asociaciones, fundaciones, entidades religiosas y otros chiringuitos) es un sector económico más, como el sector privado y el público, donde hay mucho dinero en juego. En efecto, si las ONG fueran un país, serían la 5ª economía más grande del mundo. En España, por ejemplo, en 2020, los ingresos del “Tercer Sector” (unas 30.000 entidades) representaron un 1,41% de su PIB (unos 11.000 millones de euros). Para incentivar las aportaciones económicas a las mismas, las personas físicas o jurídicas que lo hacen gozan de privilegios fiscales. En efecto, pueden desgravar dichas aportaciones en las declaraciones del IRPF (en el caso de las personas físicas) y del “impuesto sobre sociedades” (en el caso de las personas jurídicas).
Pero, ¿ cómo gestionan las ONG tan voluminosos recursos económicos? ¿Cómo los gastan? En teoría y en principio, la mayor parte de los recursos deberían ser invertidos en llevar a cabo los programas específicos de las ONG. Por otro lado y también en teoría, una parte menor se tendría que dedicar tanto a la administración de las mismas (pagar sueldos a los integrantes de las mismas) y a la captación de fondos. Ahora bien, son cada vez más numerosas las denuncias y las críticas a las ONG por el uso impropio (pagar sueldos desproporcionados a sus miembros o invertir el dinero en actividades que nada tienen que ver con los objetivos de las ONG) o por la sustracción de los recursos disponibles por parte del personal de las mismas, los “oenegeros”, denuncias y críticas de las que se han hecho y se hacen eco los medios de comunicación.
Los “oenegeros”
Este neologismo, no reconocido todavía por el DRAE, es de uso corriente en la América hispana. Con él se designa a aquellos que colaboran con las ONG. En el mundo del “Tercer Sector”, loable labor hablando teóricamente, hay, sin duda, “oenegeros” honestos y altruistas, entregados a la consecución de los objetivos de las ONG. Pero, la realidad, según los medios de comunicación, es muy diferente. En efecto, igual que un camionero vive del transporte que hace con su camión o un molinero vive de la molienda de cereales, demasiados “oenegeros” no son altruistas y viven gracias a las ONG. Los “oenegeros” y las ONG que les dan cobijo se comportan como los laboratorios farmacéuticos, a los que no les interesa curar las enfermedades sino en convertirlas en crónicas (en esto está el negocio). Del mismo modo, a demasiadas ONG y a demasiados “0enegeros” no les interesa que los problemas a los que hacen frente se acaben, ya que se quedarían sin su “modus vivendi”. Por eso, no dudan en vivir gracias al sufrimiento, a la miseria y a las desgracias de los desheredados de la tierra. Como dice un refrán tradicional, una cosa es predicar y otra dar trigo. Basta con citar algunos ejemplos para ilustrar lo aseverado sobre la degeneración de demasiadas ONG y “oenegeros”.
Con la llegada de Trump a la presidencia de EE.UU, Elon Musk fue encargado de llevar a cabo una auditoría de los gastos de la Administración y de acabar con los despilfarros de recursos. Entre los organismos fiscalizados y objeto de la motosierra “mileica”, hay que citar la USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), que gestionaba más de 70.000 millones de dólares anuales. A los pocos días y ante la falta de transparencia en la gestión de la USAID, ésta fue eliminada y sus 10.000 empleados despedidos.
En España, los medios se han hecho profusamente eco del desvío y/o del uso impropio de los fondos de ayuda exterior al desarrollo y de financiación a las ONG patrias. Así, por dar sólo algunos ejemplos, el “ladrillazo” de Ábalos en Chimbote (Perú), a través de la ONG “Fiadelso”; el caso de la ONG “LINCECI” (Liga Nacional Contra el Cáncer Infantil), que dedicaba las donaciones a mantener el alto tren de vida de los “oenegeros” y muy poco a sus fines solidarios; o el caso la gestión de María Blasco en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO); o la gestión de la inmigración ilegal, de la que nos ocuparemos próximamente, por parte de la Cruz Roja, Cáritas, Open Arms,…; etc.
Ante la sospecha y la certeza del desvío o mal uso de recurso, se ha creado la Fundación Lealtad, que proporciona el “Sello Dona con Confianza”. Este certificado identifica a las ONG fiables y comprometidas con la transparencia y las buenas prácticas, lo que da certeza y confianza a los donantes. Por su parte, el Gobierno de España pide auditorías a empresas externas (por ejemplo, Deloitte) sobre el destino de los fondos de ayuda al desarrollo (unos miles de millones de euros). ¿Qué ha tenido que estar pasando para que estos controles hayan sido necesarios?
Menos ONG y más ayudas reales
No es oro todo lo que reluce en el mundo del “Tercer Sector”. La teoría está muy bien. Ahora bien, la realidad es harina de otro costal. En efecto, ante las cifras sobre el elevado número de ONG y sobre los ingentes recursos económicos, la sospecha sobre la deficiente deontología profesional de las ONG es una realidad, desvelada por los medios de comunicación.
Según parece, las ONG son negocios muy lucrativos de los que viven millones de “0enegeros” en todo el mundo (y algunos muy bien), gracias a la generosidad de unos (los donantes) y a la pobreza-miseria de otros (los desheredados de la tierra). Algunos incluso apuntan que demasiadas ONG son, en realidad, lavaderos de dinero e instrumentos de robo, engaño, desvío de recursos públicos y privados, de evasión fiscal,… Por eso, parece necesaria, por un lado, una poda con la motosierra “mileica” en el Tercer Sector”; y, por otro lado, un cambio en las relaciones comerciales, que acabe con la economía extractiva, de rapiña, por parte de los países desarrollados sobre los países pobres, como ilustra el mensaje lingüístico de la viñeta “ut supra”: “Pagadnos mejor el café… y dejaros de oenegés”
© 2025 – Manuel I. Cabezas González
21 de abril de 2025
Autor

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Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas.
Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada.
Departamento de Filología Francesa y Románica (UAB).
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