25/04/2025 15:23

Juan Carlos I ha decidido cruzar el Rubicón. Lo ha hecho no desde un púlpito institucional ni con una declaración solemne, sino con una demanda en un tribunal británico. Acusa a Corinna Larsen, la que fue su compañera sentimental durante años, de difamación. La acusa de haberlo presentado ante la opinión pública como un hombre que la acosó, la vigiló, y orquestó operaciones en su contra a través del aparato del Estado.

El gesto del rey emérito no es poco importante. No se trata únicamente de una cuestión legal: es un movimiento con fuerte carga simbólica. Porque quien durante décadas vivió al abrigo de la inviolabilidad constitucional, y al margen del escrutinio cotidiano, se ve ahora obligado a recuperar el control de su historia personal en el lugar más impersonal que existe: una sala de audiencias.

Corinna Larsen, por su parte, ha sabido moldear el relato público con precisión. Ha mezclado lo íntimo y lo político, dejando siempre un espacio para la ambigüedad, que a menudo es más eficaz que cualquier prueba directa. Sus apariciones, entrevistas y libros han ido tejiendo una figura de Juan Carlos I ajena al mito y próxima al thriller: un monarca caído, una red de intereses, y una relación que devino en confrontación.

¿Y qué busca Corinna? Esa es la pregunta que sigue en el aire. ¿Justicia, reparación, notoriedad, o simplemente ejercer un poder que ya no se mide en instituciones, sino en capacidad de influencia? Hay en su actitud un pulso constante, no solo contra un hombre, sino contra todo lo que representó. Como si su relato no sólo cuestionara una relación personal, sino también el sistema que, durante décadas, protegió silencios incómodos a cambio de estabilidad institucional.

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Y mientras todo esto ocurre, hay una figura que permanece en la sombra, pero cuya presencia es imposible obviar: la Reina Sofía. Dama de hierro del deber, símbolo de discreción, de contención incluso en los peores momentos. Este nuevo escándalo —más íntimo que político, pero igual de ruidoso— vuelve a golpear el costado más silencioso de la Casa Real. No hay necesidad de palabras ni gestos: el daño simbólico, emocional y humano es evidente. Porque en cada revelación sobre el pasado sentimental del emérito, hay también una herida que se abre en la institución, pero sobre todo en la dignidad callada de quien ha soportado todo sin romperse públicamente.

Todo ello sucede, además, en un país donde la imagen de Juan Carlos I ha sufrido un deterioro evidente. La mayoría de los españoles, según encuestas recientes, ya no lo ven como el padre de la democracia ni como el referente que unificó a un país tras el franquismo, sino como un símbolo desgastado por escándalos, privilegios y falta de explicaciones. Esa pérdida de confianza —inédita hace tan solo una década— es quizá el juicio más implacable: el del pueblo al que sirvió durante casi cuarenta años.

En esta denuncia no se juega sólo una indemnización. Lo que está en disputa es la imagen que quedará para la posteridad. El juicio mediático —ese que no conoce de plazos ni de derecho a réplica— ha sido implacable. El legal, ahora, es un último intento por marcar un límite.

Más allá del resultado judicial, la batalla por el legado ya está en marcha. España mira a su antiguo rey con una mezcla de nostalgia, decepción y desconcierto. Y en ese terreno emocional, no hay sentencia firme. Porque lo que una figura como Juan Carlos I representa excede lo jurídico: forma parte de cómo este país se entiende a sí mismo.

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En los próximos meses veremos si el tribunal de Londres le da la razón. Pero lo que sí es seguro es que, gane o pierda, Juan Carlos I habrá dado una señal clara: que incluso quien lo tuvo todo puede sentirse desposeído si pierde su versión de la historia.

Reina Sofía: Silencio, Dignidad y una ovación en La Madrugá. Por Yolanda Cabezuelo Arenas

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Yolanda Cabezuelo Arenas
Yolanda Cabezuelo Arenas
Articulista en ÑTV
Colaboradora de Las Nueve Musas, Ars Creatio, y ESdiario
Autora de la novela "La cala de San Antonio"
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Miguel Sánchez Asenjo

Buenos días de nuevo Dª Yolanda:

Ante todo darle la enhorabuena, por tener dos artículos suyos publicados a la vez. En otros tiempos, ya lejanos, yo tenía todos los días, de 2 a 3 artículos expuestos. Pero sin duda eran otros, bien distintos, que no volverán.

Sobre su amado y respetado, un tal Juan Carlos I, la contesto:

1º).- Dice Vd.: “Acusa a Corinna Larsen, la que fue su compañera sentimental durante años, de difamación. La acusa de haberlo presentado ante la opinión pública como un hombre que la acosó, la vigiló, y orquestó operaciones en su contra a través del aparato del Estado”

Rectifico yo y la digo: “…. Su compañera sentimental, entre docenas de ellas, a las que la mayoría de los ciudadanos encubridores y sin virilidad, las llamaban “Amigas”

Hay algo, que no soporto, el encubrimiento a delincuentes, más colaboracionistas y a los hipócritas.

2º).- Al menos, hay un poco de justicia y reconocimiento por su parte de hechos reales y tangibles: “Porque quien durante décadas vivió al abrigo de la inviolabilidad constitucional, y al margen del escrutinio cotidiano, se ve ahora obligado a recuperar el control de su historia personal en el lugar más impersonal que existe: una sala de audiencias”

Esto sí es bien cierto, pero se olvida de apuntillar, que todo el mundo lo consintió y lo encubrió, con la palabrita a las decenas de putas a su disposición, llamarlas “amigas”

3º).- Dice: ¿Y qué busca Corinna? Esa es la pregunta que sigue en el aire. ¿Justicia, reparación, notoriedad, o simplemente ejercer un poder que ya no se mide en instituciones, sino en capacidad de influencia? 

Pues, le diré no lo que busca, la tal Corinna, sino lo que va a encontrar, si sigue así: “Qué un sicario bien pagado, la envíe al cementerio”. ¡Al tiempo! ¿Tendrá un accidente democrático? “La Cosa Nostra”, sigue viva y los cientos de millones guardados en paraísos fiscales, también valen para esto.

4º).- Y sigue alabando y perpetuando la “inmensa” figura de su Reina consorte Sofía: “…. permanece en la sombra, pero cuya presencia es imposible obviar: la Reina Sofía. Dama de hierro del deber, símbolo de discreción, de contención incluso en los peores momentos. Este nuevo escándalo —más íntimo que político, pero igual de ruidoso— vuelve a golpear el costado más silencioso de la Casa Real”

¿Sabrá Vd., lo que es una Dama de Hierro y no, una pobre infeliz? ¿No, verdad?

Pues vaya a estudiar la historia de:

.- Una tal Miss Margaret Thatcher, lo que significó para los ingleses

.- Y de mi Reina Madre, S.A.R., Dª Ysabel, para algunos patriotas, que no olvidan a la mejor Reina, Rey o Presidente, que jamás ha gobernando el mundo, pasado, presente y futuro.

La dejo para que oiga el mejor y más maravilloso humilde Testamento, jamás escrito y que no fue el de mi Caudillo, que nos recomendó agasajar y obedecer al maldito Rey que nombró, tal y como hicimos con él en vida. ¡Qué triste comparación tuvo mi Caudillo!

Y además; fue una Dama Valiente y de Hierro, fortalecida en su fe católica, ya que la rodeaban las autoridades que se negaban a su reinado y le pusieron difícil su reinado. ¡Qué las femenistoides estudien y aprendan, lo que es una verdadera mujer, íntegra, femenina no feminista y completa en todo, con su mente privilegiada y única!

Testamento de Isabel la Católica https://www.youtube.com/watch?v=XG-ppfS3HY4&t=49s

5º).- “Porque en cada revelación sobre el pasado sentimental del emérito, hay también una herida que se abre en la institución, pero sobre todo en la dignidad callada de quien ha soportado todo sin romperse públicamente

Ya la contesté al respecto de su Reina Sofía

6º).- Todo ello sucede, además, en un “país” (mi Patria. Los que llaman a mi Patria país, es propio de paisanos) donde la imagen de Juan Carlos I ha sufrido un deterioro evidente. La mayoría de los españoles, según encuestas recientes, ya no lo ven como el padre de la democracia ni como el referente que unificó a un país tras el franquismo, sino como un símbolo desgastado por escándalos, privilegios y falta de explicaciones. Esa pérdida de confianza —inédita hace tan solo una década— es quizá el juicio más implacable: el del pueblo al que sirvió durante casi cuarenta años.

¿Qué unificó un país, tras el franquismo…? Con solo esta expresión Vd., sin quererlo, imagino, se convierte en una antifranquista despiadada, injusta, relativista, mentirosa o de la izquierda más soez, porque mi Caudillo, dejó a un pueblo unido totalmente y fue tan bueno y benévolo, que enterró en el Santo Valle de los Caídos a cadáveres juntos del Bando Nacional y del Bando Rojo, ateos y quizás criminales de inocentes, curas o feligreses. ¿Qué vencedor en la Historia mundial, ha hecho eso? NADIE

Y termina diciendo: “En los próximos meses veremos si el tribunal de Londres le da la razón. Pero lo que sí es seguro es que, gane o pierda, Juan Carlos I habrá dado una señal clara: que incluso quien lo tuvo todo puede sentirse desposeído si pierde su versión de la historia”

Dª Yolanda, diga lo que digan los Tribunales de Londres, hay una sola realidad contrastable, que para mí, es la única que prevalece y es: El terrible daño, continuo y continuado que ha hecho este personaje, sobre mi religión y mi Patria. Daño de proporciones bíblicas.

Y prosigo. Nunca en la historia de España, ha habido un Borbón, que haya causado tantos males a mi amada Patria, Un completo rufián, que sentó las bases de una Transición, que era la Gran Traición a su Mentor y a España, cuando éste era un Rey Absolutista: Espía de los gringos, durante la agonía de su mentor. Alta Traición a España, con la entrega de una tercera parte del Territorio Nacional (Sahara Occidental Español). En 1977, soltar a todos los asesinos de ETA, junto a su botones para todo, también perjuro y traidor, con la malvada y peregrina frase de: “Cómo el dictador ha muerto, hay que sacar a estos presos políticos, para que puedan exponer sus ideas en un Partido democrático, que creen” Y vaya si lo hicieron, asesinando a más de 1.300 inocentes, nunca 850, porque cuentan también los asesinatos que los Gobiernos rufianes, encubridores y mentirosos, llamaron “Accidentes” Y convirtiendo a la Banda fuerte y potente.

Y ya vestido con el ropaje de Rey Parlamentario, una vez firmada la peor Constitución posible, para destruir a una Nación, le pusieron una coraza de oro, no pudiendo ser juzgado, cometiera los delitos que hiciera e incluso si mataba a 10 inocentes a plena luz del día. ¡TODO UN PAÍS, MUY DEMOCRÁTICO!

Y Vd., quizás, ante este comentario, diga: “Mientras ladran, yo cabalgo” 

Qué tenga un buen día.

Miguel Sánchez

Caballero Legionario 

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