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Esta semana hemos vivido dos circunstancias merecedoras de atención: la votación en el Parlamento Europeo a favor de que se consideren como crímenes de lesa humanidad los asesinatos cometidos por ETA, incluso aquellos anteriores al año 2004, y el espionaje a través del sistema Pegasus. Traigo a colación ambas porque respecto de la primera, la postura del Partido Socialista fue remisa a su aprobación hasta el último momento, y respecto de la segunda es el Gobierno del PSOE es que debería adoptar una postura informativa clara respecto de sus servicios secretos, como el CNI.
Ha sido la Asociación de Dignidad y Justicia de la que partió la petición al Parlamento Europeo, con el objetivo de que por parte del Gobierno español esclarezca los 379 crímenes de ETA, aún impunes. La petición ha sido aprobada, lo que significará que la persecución de estos crímenes dejan de tener fecha de prescripción. La postura inicial del Partido Socialista fue de rechazo, pidiendo que la referencia a los asesinatos anteriores al año 2004 fuera suprimida, para, finalmente aceptar esa investigación retroactiva en el tiempo.
La postura dubitativa del Partido Socialista se comprende si tenemos presente cómo ha viabilizado que ETA llegue a la política española a través de ehBildu. Un plan del que nos dice Mikel Lejarza, el Lobo, ya presentaba Pertur (Eduardo Moreno Bergaretxe) en los años 70 del siglo XX, el de convertir la organización terrorista en un partido político, objetivo conseguido tras de numerosos crímenes que parece han de quedar en el olvido, ante la oferta política de ese ehBildu de llegar a poseer todos los instrumentos políticos y económicos para conseguir ser una nación emancipada de España, según los postulados que aparecen en su página web.
Ya en el año 2015 la Audiencia Nacional rechazó imputar a la cúpula de ETA por genocidio limitando la investigación desde octubre de 2004, cuando fue introducida la correspondiente modificación en el Código Penal español. La postura dudosa del Partido Socialista ante la votación de la petición de Dignidad y Justicia parecía que estuviese más a favor de su socio que de las víctimas, pero la rectificación realizada cuando partía el tren hemos de celebrarla, aunque mejor hubiera sido que la aprobación hubiese sido desde un inicio.
ETA fue espiada y sobre el espionaje a través del sistema Pegasus ante el que se alzan voces de estupor y pasmo por su utilización y el hecho de que se espíen a determinadas personas y colectivos independentistas catalanes, trasladando la responsabilidad al Gobierno del PSOE (porque este sistema Pegasus parece fue adquirido por el CNI en el año 2016) este debería haber adoptado también una postura clara, que para mí es reconocer que todos y cada uno de nosotros somos objeto de investigación, y con mayor motivo aquellos que continúan persistiendo en querer destrozar la débil unidad de España.
Aquí la respuesta a la pregunta no es saber quiénes han sido investigados, sino cómo y por qué se ha filtrado ese espionaje, porque si tal sistema solo lo tiene el CNI, de este departamento solo puede provenir la filtración, lo que no ha explicado -afirmando o negando- el Gobierno. Y aquí he de tirar, nuevamente, de las memorias de Mikel Lejarza cuando reconoce que no pudo prever que su propia gente del servicio secreto dejaran que le salpicaran mierdas, aun sabiendo que siendo un agente negro si, en algún momento trascendía alguna cosa incómoda, iba a quedar tirado para que no se le ligase con el servicio.
Lo que cuenta Lejarza y el espionaje que ha salido a la luz no nos debe sorprender, ni que nos llevemos las manos a la cabeza porque el Gobierno nos espíe. Es lo normal en todos los países. Tanto el espionaje interno como externo. Lo que no cabe son los eufemismos, como considerar que el Ejército realice operaciones de paz cuando lo es para la guerra, y que el servicio secreto de cualquier país no espíe porque su objeto es precisamente ese, llegar a saber lo que se puede conocer y lo que no en aras de un principio básico como es el de la seguridad. Y menos alarma nos debe causar ese espionaje cuando nosotros mismos colaboramos, consciente o inconscientemente y de manera hipócrita, a que se nos conozca desnudándonos a través de cualquier medio informático, renunciando a una privacidad que ya no podremos recuperar nunca.
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