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Reproduzco hoy un nuevo artículo de mi amigo y colaborador del “Heraldo Español” porque, como comprobarán las personas que lo lean, Ángel López-Montero, el que fuera Abogado Defensor de Tejero en los juicios de Campamento y del Supremo se adelantaba ya en 1982 a lo que iba a pasar en España con la llegada de la Democracia y el Comunismo.
Se cumplen dos años del obligado destierro a la ciudad de Gorki del premio nobel de la Paz Andrei Sajarov; uno de entre los miles de hechos semejantes que se producen en las llamadas «democracias populares», en las que la libertad de expresión no es más que una bofunada dialéctica. Hemos oído recientemente los españoles cómo un representante de la Agencia soviética. Tass decía, ante las cámaras de televisión española, que Sajarov está siendo tratado con una cura de adelgazamiento, queriendo así disfrazar lo que todos sabemos que ha sido, simple y llanamente, una huelga de hambre para llamar la atención de Occidente sobre lo que realmente está ocurriendo en ese «paraíso» situado detrás del «telón de acero».
Las palabras de Sajarov han sido rotundas al definir la razón de su huelga, de su permanente lucha: «Yo lucho en nombre de todos los que están presos por sus ideas, y por el derecho de cada persona a ser libre y feliz, y a vivir de acuerdo con los propios principios y opiniones». Es, en resumen, la lucha de un hombre por defender el derecho más elemental que es el de las ideas; y es, al mismo tiempo, la llamada de atención para que por encima de manejos informativos, conferencias diplomáticas enmascaradas, pactos y acuerdos políticos, fije Occidente sus ojos en aquellos otros hombres que en defensa de sus ideas y principios han perdido la libertad, y mucho, incluso, la propia vida.
Se han cumplido dos años y resulta sorprendente el silencio que la mayor parte de la prensa española ha tenido para con este hombre que clama en el desierto. Vergonzoso silencio el de aquellos que se autodefinen como defensores de las libertades; un silencio que corre paralelo a la escandalosa manipulación que en muchos sectores se hace con la información, convirtiendo ésta en un programa del »KGB» (Komitet Gosudarstvennoy Bezopasnosti o Comité para la Seguridad del Estado Soviético), un programa perfectamente estudiado y definido como «Dezinformatsiya» (simplemente «desinformación»), perfectamente introducido y practicado hoy en España, aunque sigan siendo muchos los ciegos que no quieran verlo.
El invento soviético de la «desinformación» tiene a su servicio la mentira política, literaria, artística y social; la falsificación de cuantos documentos puedan servir para hundir a personas e instituciones; la divulgación de informes falsos, injuriosos o calumniosos; la ejecución de actos de sabotaje que puedan llegar incluso al asesinato, siendo todo ello utilizado al servicio de la «desinformación», produciendo efectos sociológicos que facilitan la penetración en puestos claves de la Administración de un país a agentes al servicio del KGB; paso importante en la basta operación revolucionaria del «asalto al Poder».
En muchas ocasiones es el dinero la puerta de entrada, en otras actúa el chantaje como principal agente, el estorsionismo, las campañas difamatorias a través de algunos medios de comunicación proclives a la difusión, bien por ambición, por dinero o por cualquiera de los múltiples recovecos por los que puede conseguirse la fidelidad de nuevo agente «perturbador»; son siempre actos dirigidos a personas e instituciones cuya moral se pretende resquebrajar, creando el confusionismo entre el pueblo que, en círculo vicioso, a falta de reacción, termina por sucumbir.
Para cualquier español que reflexione sobre los acontecimientos que vivimos hoy en nuestra Patria, debe estar muy claro que ni esos acontecimientos, ni lo que conllevan, son fruto del azar o la casualidad; sino resultado perfectamente estudiado y calculado de un programa que cuenta con los más sofisticados elementos de la planificación; una operación que inició hace ya muchos años la cuenta atrás y que afecta no sólo a España, sino a todo el Occidente. Hombres como Sajarov, Czeslaw Milonsz, Milovan Djilas, Richard Pipes, Solzhenitsyn y otros muchos han denunciado reiteradamente los hechos y han pretendido alertar -dramáticamente en ocasiones- a este Occidente dormido-, pero la reacción de la «Dezinformatsiya» fue inmediata, y volvió nuevamente el silencio en unos casos y la difamación, la injuria y la calumnia en otros, poniendo en entredicho incluso la propia razón de esa llamada de alerta.
El silencio en que ha pasado por la prensa española el segundo aniversario del destierro de Sajarov es un claro ejemplo de esa campaña de «desinformación». Y los españoles hemos de darnos cuenta de que nos encontramos ante enemigos que han iniciado ya la penetración hacia el Poder con su infiltración en los medios de comunicación, en la Administración, en las instituciones, en la cúspide de las empresas; intentando resquebrajar todo para tener en sus manos los resortes el día en que se decida el asalto definitivo «al palacio de invierno». Tras ello no habrá para los españoles otro futuro que la esclavitud.
Por eso, hoy más que nunca, es imprescindible repasar a Solzhenitsy, que recomiendo «…no aplaudir la mentira de nuestros dirigentes. Sólo basta con eso… sólo con no firmar lo que no se piensa y no votar lo que no se quiere». Mantenerse en vigilia para descubrir a quienes, desde el puesto que ocupan, por nombramiento o por elección, están al servicio de la «Dezinformatsiya», porque esos son los verdaderos enemigos de nuestra patria. Digamos sus nombres en voz alta, señalemos, aislemos a los hombres y a los partidos o a las organizaciones que les protegen y a quienes verdaderamente sirven. Solamente así podrá cortarse el brote de la mala hierba.
(Heraldo Español Nº 84, 27 de enero al 2 de febrero de 1982)
Ángel LÓPEZ-MONTERO JUÁREZ
Abogado defensor del Teniente Coronel Tejero
Autor
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Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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