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La sala tiene un aforo para millones de españoles. Se levanta el telón, y en el escenario, sentado en su trono está el Rey y en el patio de butacas aplauden los 400 “agradecidos” que se arrogan representar a la Sociedad Civil, firmantes del Manifiesto: “Una Monarquía renovada”.
Fuera del recinto, el Gobierno infecta de corrupción el Estado de derecho. Las instituciones se pliegan a su poder salvaje. Los enemigos de la nación tienen patente de corso. La tasa de paro -fundamentalmente entre los jóvenes- alcanza la cifra más alta de Europa, obligando a muchos de ellos, suficientemente preparados, a emigrar. Decrece a los niveles más bajo de Europa la educación de nuestros adolescentes. La brecha social y económica aumenta entre la población española. El precio de la vivienda hace imposible proyectos de vida. Y más de 3,5 millones de españoles -datos del INE- cobran menos del salario mínimo.
La cita, pese a lo que se pudiera pensar, no se ha programado para analizar los servicios que la Corona pueda prestar a la situación y mucho menos para decidir conjuntamente cómo intervenir en ella. Siendo esta la situación, queda ver si el pueblo es capaz de controlar efectivamente esta situación y si será suficiente para proteger sus derechos, porque no hay discusión posible: el Gobierno de Pedro Sánchez está desmantelando el orden jurídico que garantiza la convivencia. En esta situación, sólo un demente, o 400, puede decir que “existe una renovación del pacto histórico entre la Corona y los españoles”.
Nuestro sistema político es extraordinariamente débil o no funciona. La prueba está en lo que puede o no hacer el Gobierno de turno y en las concesiones continúas que se le han venido y se siguen dando al independentismo, con el consiguiente agravio al resto de comunidades en cuanto a las asimetrías. Se está alumbrando una España sin futuro con el apoyo de ese órgano inservible y absolutamente prescindible que es el Tribunal Político Constitucional, que, en la hora actual, está suministrando un apoyo decidido al nefasto Gobierno de Sánchez. Pese a todo, el gracioso de Ramón (ABC, 21 de junio, 2024) nos dice: “Son dos estilos distintos: el Rey amolda sus actos a la Constitución y Sánchez amoldará la Constitución a sus actos”… El panorama es disparatado y falta coherencia.
No sé si soy un extremista peligroso a juicio del señor Abel Hernández, pero entiendo que hay que afirmar que no se puede seguir por este camino, máxime, cuando el Gobierno impone por la fuerza todo tipo de barbaridades, sin importarle conculcar derechos fundamentales como la libertad de asociación y expresión. De ahí, multar a quienes rezan frente a los centros donde se asesina a futuros seres humanos en los vientres de sus propias madres o el propósito de ilegalizar la Fundación Nacional Francisco Franco. No otra cosa que excesos de un Estado ideológicamente totalitario con apoyo de comunistas, exterroristas marxistas y separatistas.
Llegados hasta aquí, sería absolutamente revelador saber quiénes son esos 400 firmantes, a quienes algunos califican de “personalidades”, que dicen que representan a la Sociedad Civil, la mayoría socialistas “reconvertidos”, sin que falte en la lista un fiscal general del Estado “de palo”, un antiguo defensor de ETA y, por supuesto, el Niño Adolfito Suárez Illana, que sigue yendo de “marquesito” como cuando de niño se vestía de tal guisa para montar a caballo en La Moncloa. Pues bien, muchos de ellos han caído rendidos a lo que antes combatían, bien es cierto que lo hicieron desde sus posiciones irracionales y sectarias. Gentes reconvertidas como Claudia Múgica, propietaria de un chiringuito, vete a saber para lo que sirve, que llega al punto de manifestar que “una inmensa mayoría de jóvenes españoles (sin futuro laboral y sin poder acceder a una vivienda) son fan de la niña Leonor”. Ya me dirán si su estupidez no es clave para calificarla.
Siendo inaceptable la situación de España con un Gobierno que define e interpreta la ley, impone la educación, regula los hábitos sociales y censura las opiniones. Certifiquemos que esto es absolutamente inmoral.
Así pues, la cuestión fundamental, más allá de lo que diga el Manifiesto de estos 400 “instalados”, es, si conviene una Jefatura de Estado hereditaria o si se decide mediante consentimiento popular. Y en esto, es en lo que deberíamos centrarnos los españoles, porque el futuro viene peligroso y desde la Jefatura del Estado se deben tomar decisiones más allá de estrenar cuenta oficial de Instagram para que las Niñas jueguen.
Así que, siendo la situación de España inaceptable, en mi opinión, sin descanso, con intensidad y sin perder el aliento, hay que apostar por echar abajo la Monarquía porque su puesta en escena convierte nuestra forma de Estado en algo dramáticamente previsible.
Con todo respeto, pero con total firmeza, su argumento, señor Don Amalio de Marichalar: “Felipe VI: Diez años de reinado ejemplar” (ÑTV, 21 de junio, 2024), adolece de reflexión y crítica. España, cuya forma de Estado es la Monarquía, no es un Estado ejemplar que promueva un clima social sereno y una legislación adecuada que permita a cada español vivir libremente y contar con los medios suficientes, ni ofrece a la vida de España su propia riqueza espiritual, moral y cívica.
Cuatrocientos años de Monarquía dan mucho de sí, tanto para lo bueno como para lo malo. Las dos experiencias republicanas no pueden servir de ejemplo porque vinieron por la mano de masones e izquierdistas radicales. Pese a todo, la II República no se implantó por la acción expeditiva de cuatro concejales de izquierdas comandados por un masón (“Plutarco”) y acomplejado homosexual, y un agraviado por no habérsele concedido la testamentaria de la Reina Victoria Eugenia, sino, porque el Ejército al unísono con la Guardia Civil propiciaron el cambio de régimen, hartos, como estaban todos los españoles, del tumbón de Alfonso XIII. Decir otra cosa creo que es increíblemente estúpido y banal.
“¿Diez años de reinado ejemplar?”. No hay reflexión ni crítica. ¿Resistiría Felipe VI un plebiscito a favor de la Monarquía, en él o en su hija?
P. D. No diré más sobre el tema, hasta que se pueda celebrar la fiesta. Y ojo, que, si tuviera que elegir, elegiría como forma de Estado una magistratura extraordinaria… Pero hay que ser realistas.
Felipe VI: Diez años de reinado ejemplar. Por Amalio de Marichalar
Nota del editor: aunque no se convenga en el argumentario de los colaboradores, se respeta la libertad de expresión, ya sea en la crítica o la aprobación, desde la ponderación y el respeto a la legalidad.
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Viva La República Salud y República
Querido Pablo:
Lo de «adolece de reflexión y crítica» es incorrecto. En la página web FundéuRAE dice bien claro:
«Los verbos adolecer y carecer no tienen el mismo significado. Adolecer es «padecer» y «enfermar», mientras que carecer equivale a «no tener».
En los medios de comunicación es frecuente encontrar frases como «Ese espacio se destinará exclusivamente a zona de recreo y deportiva al aire libre, que es precisamente de lo que adolece el instituto», «La diputado de Veracruz adolece de conocimientos en materia de sexo» o «Este sector adolece de una legislación propia y tiene importantes lagunas que amenazan con deteriorar su buena salud».
Tal y como se indica en el diccionario académico, adolecer significa «caer enfermo o padecer alguna enfermedad habitual» y «tener o padecer algún defecto», como se ve en los siguientes ejemplos: «El jugador adolece de migraña» y «La cinta adolece de un desequiibrio más que notable». Así, en el primero de los ejemplos mencionados se está indicando que el jugador padece jaquecas, mientras que en el segundo se está señalando que la cinta tiene el defecto de no ser equilibrada.
De esta manera, como se señala en el Diccionario panhispánico de dudas, no es adecuado emplear adolecer con el significado de «carecer» (…)
Por su parte, carecer es «tener falta o privación de algo».
Por lo tanto, en los ejemplos iniciales habría sido más apropiado escribir «Ese espacio se destinará exclusivamente a zona de recreo y deportiva al aire libre, que es precisamente de lo que carece el instituto», «La diputado de Veracruz carece de conocimientos en materia de sexo» y «Este sector carece de una legislación propia y tiene importantes lagunas que amenazan con deteriorar su buena salud».
Final de la cita.
Por favor, Pablo, hazme caso: si tienes tiempo, ganas y posibilidades, sustituye ese adolece por carece. Te lo ruego. Un saludo.
Pero nacionalsindicalista.
MONARQUIA BORBONICA ! FUERA ! FUERA!, TRAIDORES, HIPOCRITAS.
Efectivamente Vd. tiene razón .Según la RAE, el significado de «adolecer» en su tercera acepción (3. intr. Tener o padecer algún defecto. Adolecer DE claustrofobia.) , es la más próxima a la acepción usada por Pablo que quedaría bastante bien si hubiese puesto «adolece de falta de….» quedando así: «adolece de falta de reflexión y crítica» . Dicha frase es igual a la más escueta : «carece de reflexión y crítica» . Yo prefiero , en este caso , el uso de «adolece de falta de» ya que , a mi modo de ver , enfatiza más el defecto o la gravedad del mismo de una forma más retórica o literaria cercana a una «dolencia». También se podría haber redactado así: «adolece de irreflexión y acriticismo» , pero creo que queda demasiado rebuscado. Me encantaría que el eximio Don Lázaro Carreter hubiese comentado esta corrección ; sus artículos «El Dardo en la Palabra» eran desternillantes . Muchas gracias por la observación: nunca es tarde para aprender algo.
Creo que esa expresión «de Salud…» , recuerda al saludo comunista o ácrata de tan tristes y horrendas reminiscencias de la Guerra Civil, luego creo que no es muy afortunada su elección.
Si eso si No me refería a la otra Creía que no tenía que ponerlo
Yo solo pido salud para la gente No tiene nada que ver mi petición con el comunismo
Don FERNANDO Lázaro Carreter (él sentía «como una injuria» el don antepuesto a su apellido) comentó este mal uso de adolecer en un artículo titulado «Adolecer de rigor», que está recogido en su libro recopilatorio El dardo en la palabra. También arremete en otro artículo contra el uso del inútil anafórico el mismo / la misma / los mismos / las mismas, que usted utiliza en este comentario. En vez de decir: «Enfatiza más el defecto o la gravedad del mismo«, sería mejor decir «Enfatiza mejor el defecto o su gravedad». Espero que no se moleste usted por esta pequeña corrección. Gracias por su amable respuesta.
Efectivamente suena mejor su frase: «Enfatiza mejor el defecto o su gravedad» , ya que no desvirtúa el sentido de la frase corregida y queda más elegante. Todo lo que sea ahorrar cacofonías y redundancias es siempre bienvenido. Le doy nuevamente las gracias por su amable corrección y en homenaje a Don Fernando Lázaro Carreter , cito un divertido ejemplo que él uso para criticar el uso reiterativo del sustantivo «mismo/misma/mismos/mismas» :
El maestro Lázaro Carreter, en El dardo en la palabra (1997: 310-313), nos trasladaba este diálogo para besugos:
—Juraría que me había echado las llaves al bolsillo de la chaqueta, pero no llevo las mismas en el mismo.
—¿Te has mirado en el pantalón? Puedes llevarlas en los bolsillos del mismo.
—No, no llevo las mismas en los mismos. Al salir de casa habré dejado las mismas sobre algún mueble de la misma, mientras sacaba el abrigo y me ponía el mismo.
—Tendrás que llamar al cerrajero para que abra la puerta.
—Sí, aquí tengo el teléfono del mismo. Nos cambió la cerradura de la misma hace poco, y conocerá la misma…
Exacto. He leído ese artículo varias veces.
Efectivamente el Rey Felipe VI , como poco , debiera haber mostrado su desacuerdo previo cuando le pasaron la anti-ley llamada «ley de anministía» para su rúbrica , el mismísimo día 10 de junio , para dar relevancia a su declaración-justificación discrepante, con un gesto puntual , solemne y explícito , oral ó escrito , y publicitado a ser posible por las principales cadenas de televisión y radio. Como no lo ha hecho así , yo creo que la mayoría del pueblo español ni se enteró de que YA la había firmado vergonzantemente el dia 10 de junio rodeado de un silencio abrumador que denota claramente que el baluarte que representa la Monarquía frente a la ruptura de la unidad patria (pues ya no somos iguales todos los españoles , sino que hay españoles que son más iguales que otros: es esperable que los recursos que lleguen, reparen el daño causado) , pues no lo es tanto, siendo más bien una fachada decorativa , nada más. Y no es válido que se diga que el Rey ya ha mostrado veladamente su desacuerdo con dicha «ley» en los discursos navideños o en cualquier otra ocasión pública ya que el efecto de dicho desacuerdo es muy vago y distante , enervado por la dilación en el tiempo, nada comparable al impacto inmediato que hubiese tenido dicha discrepancia si la hubiésemos visto y oído , digamos el día de la firma , lunes 10 de junio. Una gran oportunidad desaprovechada para dar contenido material ,no sólo decorativo, a la Monarquía. Una pena.