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Juan I de Villa Giralda, que siempre creyó que la Cruzada tuvo como motivación principal entronizarle como Rey, aconsejó a su hijo, Juan Carlos I, ganarse a la izquierda con la que él había pactado a fin de calarse la Corona sobre sus sienes. Por lo respecta al hijo, Juan Carlos I, no defraudó. Promocionó al PSOE que pudo gobernar en 1982 e hizo ilustre a la rata de Pontejos, al genocida Santiago Carrillo. A cambio, la izquierda dejó que el monarca disfrutara sin límites ni control hasta que llegó el gobierno de José Mª Aznar que centró al Rey, que es por lo que al Emérito nunca le fue de su agrado Aznar. Desconozco sí él, el padre, le aconsejó a su hijo, Felipe VI, hacer algo similar, aunque el hijo ya aportaba lo suyo, su propia esposa… De familia de izquierdas, nieta de un taxista y de un minero, e hija de un técnico de sonido y de una auxiliar de clínica sindicalista de CC.OO (Comisiones Obreras), sindicato correa de transmisión del PCE (Partido Comunista de España). Lo que sí es evidente es que hoy quien dirige los pasos y la conducta del Rey de España es Pedro Sánchez, presidente de un Gobierno sostenido por asesinos en serie, independentistas y comunistas.   

Entre la simpatía general del pueblo español, los ¡vivas al Rey Juan Carlos! y los aplausos de las gentes de Sanjenjo. La visita del rey Emérito a España tras dos años de destierro ha quedado marcada por el comportamiento de su hijo y las declaraciones de una clase política de la peor calaña, que sin representar al pueblo ha manifestado su odio a España en la persona del rey Emérito y su envidia congénita, no otra cosa que la “lucha de clases” de la que es imposible que se desprendan por más dinero, posición y cargos que acumulen.

    Entre los más beligerantes, lo peor de lo peor: Juan Baldoví, diputado de Compromís, que no advierte que la verdadera “vergüenza ajena” es el dinero y las prebendas que recibe el sujeto de todos los españoles, al tiempo de no notar que su presencia en el Congreso es causa suficiente para dudar de la “calidad de nuestra democracia”. Ada Colau, cuasi analfabeta y hortera, que parece haber olvidado sus delitos de acoso no juzgados. El portavoz de Podemos en el Congreso, el sudamericano Pablo Echenique, que llegó a España para poder vivir dignamente y tener todo tipo de medios a fin de hacer más llevaderas sus discapacidades, que considera “infame el regreso del rey Emérito” sin advertir que lo “infame” es que él esté viviendo del presupuesto de España, país al que ni él ni sus papas, abuelos y demás familia han aportado un euro. El bochornoso Íñigo Errejón, que si tuviera un mínimo de decencia abandonaría el Congreso y se pondría por fin a trabajar. El portavoz de ERC en el Congreso, que se cree el Rufián que todos son de su misma condición. Aitor Esteban (PNV), que tras manifestar que “es grave para una democracia la llegada del rey Emérito”, es incapaz de advertir que lo grave para cualquier democracia es la presencia de un partido como el suyo (PNV), que movía el árbol de ETA y recogía sus frutos. Y la impresentable septuagenaria Carmen Calvo, sectaria, maleducada y pendenciera, en la misma línea que los anteriores.

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    Ahora bien, por encima de las manifestaciones de esta tropa y de algunos más, quien ha quedado al pie del destronamiento es el hijo. El mismo al que el padre dio el testigo quitándoselo a su primogénita, ¡lo que son las cosas!, que pautado por la izquierda no ha sabido siquiera ejercer como jefe de la Casa Real en un asunto de su absoluta competencia. Mostrando y demostrando que ni para eso es útil, bueno y necesario.

    Don Juan Carlos de Borbón y Borbón, el prometedor Príncipe de España, fue el primer representante de la Monarquía que instauró Franco, y tengo mi que, tras el paso fugaz de su hijo, será el último. Tiempo al tiempo que si la izquierda aprieta por su lado, por el otro estamos los presidencialistas y los descontentos con un hijo que tan mal ha tratado a su padre, porque sin descartar la presión que tuviera por parte de la izquierda y de su propia familia, a él y sólo a él cabe acusar de haber enviado a su octogenario padre al exilio y no permitirle venir, al menos en tres ocasiones hasta que el Emérito ha decidido venir, a ver a su familia y a sus amigos (1). De ahí el clamor contra Felipe VI…

“- ¡Váyase de aquí!
–   Un Rey no recibe órdenes de una elfa con alas.
–   No te considero mi Rey.”

                                                        (De la película: Maléfica)

    Por cierto, han visto ustedes alguna representación de monárquicos en el recibimiento… Alba, Medina-Sidonia, Suarez… Yo tampoco. Nada de nada.

Y por favor, que no salga el primer tonto diciéndonos que son asuntos de Estado de los que no sabemos nada.  

Autor

Pablo Gasco de la Rocha
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