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Salimos corriendo de Irak con Zapatero y, ahora, vamos corriendo con Sánchez a las fronteras de Ucrania. De un día para otro Zapatero dio la orden de retirada de nuestras tropas y, ahora, Sánchez se adelanta enviando algunas unidades navales y aéreas, cuando los aires se mueven para Ucrania. En la Guerra Fría y tras de ella, la política que han venido teniendo las grandes potencias es la denominada Destrucción Mutua Asegurada, esto es, que se tiene la seguridad de que nadie iniciará un conflicto nuclear sabedor de que ocasionará su propia destrucción por el atacado. Con independencia de los intereses económicos y comerciales en juego, de los que no quiere Rusia quedarse detrás de Estados Unidos y China, su interés evidente es que Ucrania no entre en la influencia de la OTAN, y menos aún, que le pongan una base militar en territorio ucraniano en la que los misiles americanos estén a menos de cinco minutos de territorio ruso, y sin que los rusos puedan dar respuesta con sus misiles en tan escaso tiempo, con lo que quedaría anulada la balanza de la destrucción asegurada. Actualmente, la OTAN tiene bases en Polonia y Rumania cuyos misiles llegan a Rusia en quince minutos. Si la OTAN tiene una base en Ucrania es evidente que Rusia no tendría respuesta. Supongo que Sánchez conoce perfectamente lo que se hace optando por apoyar a la OTAN, que es lo mismo que decir a Estados Unidos, o tal vez el paso dado sea el lavar la imagen que España dio con Zapatero ante los que fueran nuestros amigos americanos, que tanta espera en los pasillos le está costando a Sánchez. En cualquier caso, los movimientos que se están realizando hay que tomarlos con cautela.
Se dice que Rusia es la que aproxima tropas a las fronteras de Ucrania para invadir la misma, o lo que es lo mismo para apropiarse de ella, como ya pasó con Crimea, a la que Rusia ha convertido en una república bajo su total influencia. Pero este hecho no pasó de un mero intercambio de notas. Ahora la cosa con Ucrania parece seria. Con el protocolo de Minsk y su Memorando suplementario, Ucrania y Rusia pusieron fin a la guerra, garantizándose la monitorización permanente de la frontera ruso-ucraniana a través de la creación de zonas de seguridad en las zonas fronterizas, con la creación de una zona desmilitarizada de 30 kilómetros, y con prohibición de vuelos de aviones de combate sobre dicha zona de seguridad. Si Ucrania se acoge bajo los brazos de la OTAN, tal protocolo quedaría en letra muerta. Por tanto, quien parece que está incumpliendo el pacto con Rusia es Ucrania, y quienes están ayudando a la ruptura de dicho pacto es la OTAN y los países que la conforman. Conforme al Tratado del Atlántico Norte, de 4 de abril de 1949, no siendo Ucrania país OTAN, no se entiende que la OTAN, como organización, esté en la avanzadilla de la defensa de los intereses de un país que no forma parte de su organización, si no es por interés de los propios Estados Unidos de América. Y mientras que el artículo 5 del mentado Tratado solo habla de respuesta cuando uno de sus países sufra un ataque armado, España pone -la primera- unas fuerzas navales y aéreas sin que legalmente esté obligada a ello. Habrá entonces otros intereses. Y los habrá cuando ya en 2014 el Ministerio de Defensa español entregó a Ucrania -en forma de donativo- 2.080 kilos de material militar, dentro del conjunto de medidas de apoyo promovido por la OTAN. Estamos hablando que, desde hace más de seis-siete años la OTAN está dando vueltas al asunto de Ucrania para que la misma quede bajo su paraguas.
Algunas informaciones de estos últimos días indican que la finalidad de Sánchez es la de buscar un mayor apoyo de Estados Unidos frente a Marruecos, invirtiendo el platillo de la balanza que ahora pesa más sobre este país desde que se le ha reconocido un derecho sobre el Sáhara. No creo que sea este el objetivo de Sánchez, pues el Sáhara lo tienen olvidado los políticos españoles hace muchos años, sino el de hacerse perdonar los sinsabores que dio, en su día, Zapatero. Porque, si Francia y Alemania vienen considerando que se debe buscar la distensión con Rusia, por ser uno de los grandes actores geoestratégicos internacionales y porque una parte sustancial de su economía depende del abastecimiento ruso de petróleo, gas y tierras raras, por el contrario, frente a Estados Unidos, Reino Unido, Polonia y los tres países bálticos, junto a otros que se mantienen en segundo plano, pero que no desean ganarse la animadversión de Washington, Sánchez se ha aliado a la estrategia de contención americana, a través de cuyo brazo, la OTAN, ha enfatizado su perfil militar elevando su capacidad disuasiva (aumento de los ejercicios militares, del gasto de defensa, renovación del material y equipamiento de las unidades, incremento de la presencia estadounidense en suelo europeo, despliegues militares avanzados, etc.). Tenemos entonces la razón de Sánchez: ganarse al amigo americano. Incluso aumentando el gasto militar para alcanzar el 2% de nuestro PIB. Y eso podría estar bien si no perdiéramos en la relación con los países integrantes de la Unión Europea, pues ante este conflicto, si va a más, los intereses europeos se dividirán más de lo que están, y donde se supone que ganamos perderemos. De ahí que Sánchez ha debido actuar con contención atendiendo la respuesta de la Presidenta de la Comisión Europea, invocando prestamente que la solución ha de pasar por Europa. No creo que Europa diga algo, y si lo dice será bien poco o nada. Lo cierto es España se ha desmarcado de la Unión Europea con ese ofrecimiento de contingente naval y aéreo, cuando lo único que podemos terminar siendo es la mecha que encienda la guerra con Rusia, pues la OTAN ha reunido a su Comité Militar, con carácter extraordinario, para acortar los tiempos de alistamiento y respuesta de su fuerza de reacción, lo que hace potencialmente posible el combate como respuesta si un buque o una aeronave, de cualquiera de los países de la OTAN, fuera atacado por fuerzas rusas, conforme al artículo 6 del Tratado del Atlántico Norte. Si vamos como cebo, no querría yo compartir la guardia con Sánchez.
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